viernes, 31 de enero de 2014


Policía





Hago un modesto aporte con unos sinónimos de los nunca bien ponderados agentes de la ley:

Botón, cobani, patrulla, comepizza, visera, pasma, tira, yuta, cana, taqueria, federico, bigote, rati, fiche, gorra, tombo, polizonte, azulias, patanegra, etc.

Andrés Varco

miércoles, 29 de enero de 2014

"Detrás de la Cordillera"
8


Las clases dominantes chilenas se fueron despojando gradualmente, de la careta democrática y comenzaron  a conspirar abiertamente contra el gobierno popular. El golpe estaba en marcha…
La situación en la empresa no escapaba de la que vivía el país, los gringos estaban comprometidos en el plan general del golpe. La fábrica comenzó a quedarse sin insumos y  esto era fundamental  para el gobierno. Al ser una industria madre, si ésta cerraba, cientos de pequeños talleres también lo harían. Dejar a miles de trabajadores en la calle, eso era parte del plan. Crear descontento social, demostrar de esa forma la incapacidad de la Unidad Popular para gobernar. Los dueños del privilegio no aceptaban que el pueblo pudiera cambiar la historia.
Los acontecimientos en la empresa se aceleraban. Los dueños gringos y sus gerentes locales prepararon una jugada estratégica. Hicieron llover miles de telegramas de suspensión  para los trabajadores. El texto era por demás significativo: Por dificultades económicas y falta de insumos, se suspende la actividad por término de veinte días. La empresa se compromete a pagar la totalidad de los jornales, más plus y viáticos correspondientes.
La maniobra no por burda dejaba de ser audaz, a todas luces se trataba de comprar la conciencia de los trabajadores, abonando el cien por cien de los sueldos y premios, para que estos acompañaran la maniobra desestabilizadora. La empresa además tenía entre los trabajadores su quinta columna.  Un grupo minúsculo pero muy activo, encabezado por turco Modad, operaba en la fábrica tratando de convencer para aceptar la suspensión.
La respuesta dada por los obreros fue contundente...
En la asamblea, participó una multitud de más de tres mil trabajadores. En el playón principal de la fábrica se apiñaban para poder hacer uso de la palabra, el orador se trepaba a una pequeña tarima donde estaba el micrófono.
 Tomás Moncada, pidió la palabra,  era un hombre mayor, muy respetado y  con mucha antiguedad en la empresa.
-Compañeros, los que me conocen saben que no soy de hablar en las asambleas, porque entiendo que hay compañeros que se expresan mucho mejor y que nos representan dignamente, pero hoy es distinto. Desde el mismo momento que recibí este telegrama.  Sacó del bolsillo de la camisa de trabajo el arrugado papel y lo expuso para que todos lo vieran.
-Pensé, que hoy tenía que hablarles, sobre todo a los más jóvenes. Lo primero que quiero decirles, es que no estamos solos, puedo oler en el aire que miles y miles de compatriotas nos están acompañando. Ustedes pueden reírse de las creencias de un viejo campesino, pero les quiero contar que una mañana del año treinta cuatro, olí sangre en el aire y por desgracia no me equivoqué. Allá, en Ranquil, quedaron mi padre y mis hermanos acribillados de cara al sol. Yo fui unos de los pocos sobrevivientes. A veces pienso me dejaron escapar para que les cuente a los demás que luchar es peligroso, que es mejor vivir de rodillas.  Pero yo, no cumplí con el encargo… Toda la vida me la pasé denunciando la masacre, poniéndole nombre y apellido a los rifles que por siempre querían quedar anónimos. La muerte tiene nombres compañeros!!! Son los dueños de Chile!!!- Ovación. Moncada hizo una larga pausa, llenó los pulmones de aire y continuó:
-Hoy, estos señorones quieren que los trabajadores cambien olvido por dinero, quieren que seamos cómplices de sus jugarretas, ofrecen quincenas enteras  para que traicionemos, para que nos pasemos de bando. Es poco lo que tienen para ofrecer. Solamente dinero. Dinero que para ellos lo es todo, es único. Por él, explotan, mienten, corrompen  y nunca debemos olvidar que por él, son capaces de matar. Para finalizar compañeros, en la memoria de todos los caídos que hoy nos están acompañando y en la sangre de mis propios muertos propongo a esta asamblea: dar una respuesta contundente a los gringos y sus lacayos, prender fuego este telegrama infame, como muestra que los trabajadores de la empresa Siderúrgica Chile Sur no traicionan. Terminó de hablar y prendió fuego el telegrama, miles de trabajadores lo imitaron.
-¡¡¡El pueblo unido jamás será vencido!!!- retumbaba por toda la planta.
La intervención de Moncada había dejado descolocado a Modad y sus seguidores. Estos proponían aceptar la suspensión, aduciendo que si no los capitales se irían de Chile dejando una ristra infernal de desocupados. José Modad, el principal referente de la democracia cristiana, era conciliador pero no estúpido, así que, cuando vio que la situación no le era propicia, se calló la boca. El turco era todo un personaje en la fábrica. De joven, dicen quienes lo conocieron, fue un destacado delegado combativo y solidario, pero una vez que entró en la dirección del gremio la buena vida, que incluyó algún viaje a Europa, a los cursos  de los sindicatos libres, lo fueron aburguesando. Ahora de combativo lo único que le quedaba era la historia.

miércoles, 22 de enero de 2014

"Detrás de la Cordillera"
7

Cuando volvió a la fábrica, después de los días de reposo, se sintió emocionado con las muestras de cariño que recibió de sus compañeros. Nunca se esclareció el hecho de las hojas de afeitar ni se pudo hallar al responsable, pero nadie dudaba que se había tratado de un atentado. Fue un gran llamado de atención, que la comisión interna no dejó pasar por alto y tomó nota. Días difíciles se avecinaban para los trabajadores de la empresa y de todo Chile.
Elena había comenzado a estudiar en la universidad y el tiempo que podían compartir era escaso, pero aun así la pareja se consolidaba. Los fines de semana repartían el tiempo entre la militancia y las visitas a los familiares. La familia de Elena no estaba comprometida en militancia alguna, pero eran muy buena gente, sobre todo las hermanas, que le habían tomado mucho cariño a Patricio. Los almuerzos dominicales eran totalmente distendidos y tranquilos. En cambio, cuando les tocaba visitar la casa de la madre de Patricio las cosas se tornaban radicalmente opuestas. La madre de Patricio, Flora, era maestra de toda la vida, y afiliada al socialista desde el mismo momento que abandonó al marido, después que este le propinara una paliza monumental. Todos sus hijos e hijas  eran comunistas o socialistas,  La única excepción, era Leticia que estaba casada con un militar de la marina. Los domingos,  la casa de los Quesada se convertía en un plenario de la izquierda chilena.
      Cuando Patricio les comunicó que había ingresado al MIR, ningún miembro de su familia le dijo nada, aunque tampoco nadie lo felicitó. Uno de sus cuñados comentó en son de broma: que a partir de ahora estaba toda la izquierda representada en la mesa familiar. Nadie festejó el chiste. Por un par de domingos la situación estuvo tensa, después todos se fueron acostumbrando a la idea y respetaron la decisión tomada.
Elena, en cambio, la aceptó a regañadientes. Lo que más le molestó, fue el hecho de que la decisión había sido tomada unilateralmente; así pensaba y así se lo hizo saber
-En un tema de esa índole, que nos compromete a los dos, no puede ser sólo tuya la decisión. ¿Para qué somos una  pareja? Los dos tenemos las mismas atribuciones
Estaba totalmente ofendida con la actitud de su marido. Patricio reconoció sinceramente su error, pero no podía hacer otra cosa que pedir disculpas. Elena no las aceptó y además se negó terminantemente a militar en las filas del MIR.
Días después un hecho vino a empeorar la situación. Una mujer la visitó y le pidió si podían intercambiar unas palabras. Elena la conocía de vista, de alguna actividad política y la tenía identificada como una militante del MIR, la hizo pasar y compartieron un café.
La mujer fue directamente al grano, demostrando no tener ni un mínimo de tacto:
-Lo que quiero comunicarte no es nada personal. Si no fuera por pedido de la organización, no estaría en este lugar porque no me gusta meterme donde no me llaman.
-Comparto esto, pero me parece que no sos demasiado consecuente con tus ideas Ironizó Elena, mostrando los dientes para la pelea. La mujer no acusó recibo y continuó como si nada hubiera escuchado
-Cuando uno toma la decisión de ingresar en una organización revolucionaria como la nuestra debe aprender, y rápidamente, que todas las opiniones personales deben tratarse en el colectivo
-A mí me parece muy bien que se manejen de esa forma, pero es tu organización, no la mía. Y por lo que parece mi marido ya fue al confesionario y ahora me vienen a exorcizar.   Elena jugaba con la ironía pero su rabia aumentaba.
La mujer se acomodó en el sillón, resopló con fastidio, luego continuó.
-Creo que nos estamos yendo de tema y es conveniente volver a él. Nosotros hemos evaluado que vos tendrías que replantear tu posición con respecto de la militancia de tu compañero. Nos parece, sin ánimo de ofender, que es pequeño burguesa….
Elena enrojeció de furia y estalló
-No lo voy a permitir, te vas inmediatamente de esta casa!!!  Y señaló la puerta. Cuando se quedó a solas se puso a llorar.
Patricio, al volver a la casa, encontró la carta arriba de la mesa. Allí, Elena  le explicaba  lo sucedido por la tarde y también le comunicaba que por el momento necesitaba estar sola unos días. Patricio quedó devastado pero sin perder tiempo salió a buscarla. Mayúscula fue su sorpresa, cuando no encontró Elena en casa de sus padres, pero no se desanimó y fue hasta la universidad. Allí tampoco la encontró y volvió para su casa
Al abrir la puerta de calle, el corazón le dio un brinco. Había luz en la cocina y eso indicaba que Elena estaba de vuelta. La conversación fue muy dura. Patricio se tuvo que hacer cargo de todos los errores  Al final acordaron que a partir de ese momento en la militancia cada uno era un ser totalmente independiente, pero en el caso que una de las partes con su decisión comprometiera a la otra, esta tenía que estar al tanto. El sol asomaba cuando  ya reconciliados se metieron en la cama.


sábado, 18 de enero de 2014




FÚTBOL PAMPA II







Es muy difícil precisar cuando nació la tradición, pero era bien representativa de nuestro barrio.
Todas las navidades y años nuevos se repetía el rito: brindis con la familia, juntada con los amigos, recorrida por todas las casas y truco y vino tinto en lo de chucha esperando el amanecer. Y ahí sí; partido de fútbol mañanero con todos los sobrevivientes, no importando su edad o condición.
Sería la navidad del ´74 o ´75. La cancha que entonces utilizábamos estaba a la altura del 80, pero metida como cien metros en el campo. Verano; pastizales y cardos, y en el medio ese remanso de tierra y pasto pisado. El rocío leve de la mañana y un montón de despojos humanos, con mas alcohol que sangre en las venas, tratando de jugar al fútbol y logrando, apenas, tenerse en pie, tirar patadas que casi nunca encontraban la pelota y casi siempre las piernas del adversario y protestando todo, discutiendo boludeces de borrachos y riéndose de chistes geniales que en poco tiempo eran absolutamente olvidados.
Si alguien cree que eso era decadente, tal vez tenga razón; pero era hermoso.
La mañana de marras el partido que la tradición mandaba se desarrollaba como siempre. En determinado momento, el pampa tomó la pelota, intentó una gambeta contra un rival que solo existía en su imaginación alimentada por los vahos del alcohol, se enredó en sus propias piernas y cayó en el centro de la cancha al grito de –Foul!. Por supuesto el partido siguió.
El pampa había caído boca abajo y, mientras todos seguíamos intentando saber cuál de las dos pelotas que veíamos era la real, él repetía –Foul,…foul…, cada vez con menos fuerza, hasta que su voz se apagó por completo.
Dos cosas decidieron al resto a actuar: la primera es que muchos se lo llevaban por delante. La segunda es que cada vez roncaba más fuerte.
Unos lo agarraron de las piernas y otros de la cabeza. Lo sacaron de la cancha y lo tiraron en los pastizales para que siguiera durmiendo la mona.
El partido continuó hasta que el sol subió lo suficiente como para partirnos la cabeza de dolor. Ahí cada uno se fue a su casa.
Por supuesto, ni idea del resultado, y no hablo de hoy que pasó mucho tiempo; en ese momento tampoco nadie sabía como habíamos salido, así que todos nos imaginábamos que habíamos ganado.
Con Gustavo fuimos a su casa y decidimos quedarnos despiertos hasta el mediodía, cuando las viejas se levantaban, comer lo que había quedado de la noche anterior y luego sí, ir a dormir todo lo que el cuerpo pidiera.
Boludeamos en la casa del negro toda la mañana. Al mediodía, nos fuimos a sentar al banco del 40, para evitar que nos asignen tareas hogareñas.
Estábamos ahí, haciendo nada, cuando vimos un bulto que se incorporaba en el medio del campo. Recién entonces nos acordamos del pampa. Nos acercamos y vimos como desaparecía en el pastizal para volver a incorporarse al rato, dar unos pasos vacilantes, caer, levantarse, meterse en la pequeña zanja que estaba en el borde del campo, llegar por fin hasta la calle, cruzar, pasar a nuestro lado mirando sin ver, todo picado de bichos y lleno de cardos pegados a su ropa y encarar a los tumbos hacia el 54.
Lo seguimos. 3 o 4 caídas más y llegó a la puerta. Doña Pocha le abrió y le descerrajó una puteada. El pampa contestó algo que no entendimos. Nos retiramos pudorosamente mientras nos cagábamos de risa descaradamente.






Alberto López Camelo

miércoles, 15 de enero de 2014

"Detrás de la Cordillera"
6
En la mañana siguiente de la revista de los cofres, Patricio llegó temprano al vestuario y percibió  que el clima estaba tenso. La tarea del día anterior sin duda no había tenido una buena acogida en la mayoría de los trabajadores. Todos se cambiaban en silencio. Cuando se hablaba se hacia  en voz baja y únicamente lo imprescindible. Patricio se desvistió, miró a sus alrededores y muchos de sus compañeros lo saludaron con un gesto o simplemente le sonrieron. Se puso el mameluco, pero cuando se calzó los botines de seguridad, sintió que se le clavaba algo en uno de sus pies. Un pequeño quejido escapó de sus labios y un dolor intenso le trepo por una de sus piernas. Varios compañeros se acercaron a socorrerlo.
- Los botines, son los botines !!! exclamaba Patricio.
Cuando le retiraron los zapatos de seguridad descubrieron varias hojas de afeitar. Los cortes, aunque sangraban en abundancia, por suerte no eran profundos. No fue necesario hospitalizarlo. En la enfermería de la propia planta le practicaron las curaciones y el doctor le indicó tres días de reposo. Patricio se negó a dejar la fábrica, pero la mayoría de la comisión le impuso que debía retirarse a su domicilio y cumplir con lo indicado por el médico.
En los días en que permaneció en su casa, las visitas de los compañeros se hicieron incesantes. Todos los integrantes de la comisión interna pasaron por la casa, varios de ellos con sus mujeres. Estas, como al descuido, se acercaron hasta Elena para que  no se fuera a sentir sola en esta situación. Las mujeres de los compañeros eran todas experimentadas en la difícil  tarea de ser mujer y militantes políticas.  En verdad fueron de gran ayuda, pues cuando Elena se enteró de las verdaderas circunstancias  del accidente de Patricio se asusto mucho.
Entre las mujeres, la que más se destacaba era Vilma, la compañera del choclo Mena. Con alrededor de cincuenta años, era parte viviente de la lucha de la mujer en Chile. Vilma era un huracán, con una personalidad apabullante, desbordaba energía, hablaba como empujando las palabras y  cuando reía contagiaba a todos los presentes.
    Larraín,  venia por la tarde y se quedaba hasta entrada la noche. Conversaron horas mano a mano. Patricio aprovechó la visita para hacer una serie de preguntas, sobre los acontecimientos de los últimos días. Sus dudas no fueron disipadas, pero el enfoque que José le daba a los sucesos le pareció muy interesante. Al final de la charla, se incorporaron Mena y “el pelado” Torres, que también era integrante de la comisión interna, Patricio disfrutó el debate.
 La discusión siempre era la misma, no importaba con que tema comenzara, pero  terminaba en el mismo punto: la situación en Chile y las vías hacía el socialismo. Mena defendía, de punta a punta, el programa y la acción de la unidad popular. Con más de cincuenta años y casi cuarenta de militante comunista, el choclo era un cuadro experimentado. Su sólida formación teórica, estaba consolidada con una basta experiencia sindical donde tampoco faltaba en su foja de servicios revolucionario, una estadía de casi dos años en la cárcel. El choclo era el tipo más respetado de la fábrica.
 José Larraín en cambio tenía algo menos de treinta años. Sus padres españoles,  llegaron a Chile gracias a la solidaridad internacional, que los rescató de un campo de refugiados en Francia. El vasco Larraín, el padre, era anarquista desde su juventud y contaba historias de la guerra civil española. Como voluntario, había integrado la primera sección de caza tanques que tuvo la República. La madre, Dolores, también era vasca, izquierdista y profundamente católica.  En la casa de los Larraín una sola cosa estaba prohibida: no se podía hablar de religión. Era un pacto que la pareja tenía desde su juventud y nadie jamás en la casa se atrevió a romperlo.
 Quizás fue por  influencia de su madre, que el primer compromiso político para José llegó a través de la iglesia. Con un grupo de jóvenes, todos los sábados salía por las poblaciones a trabajar por los pobres. De ahí en más, la militancia se le hizo parte fundamental de su vida y al calor de las luchas fue radicalizando tanto su discurso, como su práctica. Cuando se formó el Movimiento Izquierda Revolucionario (MIR)  Larraín fue uno de los primeros en incorporarse. Por propia decisión dejó los estudios universitarios, e ingresó a la fábrica. Su frase rectora era: ciencia y sudor, y era consecuente con ella casi hasta el fanatismo. Patricio  entabló una gran amistad con José, se veían a diario y tenían largas charlas donde la política era el tema central.




lunes, 13 de enero de 2014

FUTBOL PAMPA I






Alguien dijo que el Pampa era un personaje que contenía en sí a varios personajes. Creo que es cierto, pero el Pampa era, ante todo, una enorme contradicción. Me explico: si pidiéramos a distintas personas que lo describan, nos encontraríamos con palabras tales como borracho, pendenciero, fanfarrón, maleducado, sobrador, soez, insolente, abusador. Todas esas, o cualquiera de ellas, seguida de la palabra “querible”. He allí la contradicción constitutiva del pampa: no importa lo que hiciera, los que lo conocían lo seguían queriendo.

Sabedor de esa condición, el pampa abusaba. Caminaba por la cornisa. Y encima desde allí se burlaba de los demás. Tensaba la cuerda de sus relaciones todo lo que podía. Y si no se rompía era solo por que los demás le aceptaban un alto grado de impunidad. Él era así; inimputable.

Un ejemplo de su actitud, claro, contundente, lo dio en una recordada semifinal futbolística.

Los muchachos del barrio se anotaban todos los fines de semana en un campeonato de fútbol por plata. Bravos esos campeonatos. Muchas veces el premio que se ganaba no alcanzaba para pagar las curaciones de los jugadores. A medida que avanzaba el día, subía la graduación alcohólica de jugadores e hinchas y todo solía terminar en descomunales grescas y corridas. No eran para cualquiera.

La verdad, el representativo del barrio andaba mejor para tomar vino con Crush que para darle a la redonda. Su mayor esperanza era empatar e ir a penales. Allí el negro Daniel era infalible (de punta y arriba).

Un día se dio el milagro. A fuerza de definición por penales nuestros muchachos jugaban la semifinal. Partido duro, muchas patadas, mucho insulto…, normal. Faltando pocos minutos para el final iban perdiendo uno a cero. Cuando ya todo parecía perdido, el referee cobró un penal a favor. Salvados! Todos miraron a Daniel para que se haga cargo de la ejecución (de punta y arriba). No vieron que el pampa tenía la pelota bajo el brazo y se dirigía decidido hacia el punto del penal.

No hubo forma de convencerlo. Se había encaprichado en patear y nadie podía moverlo se esa postura. Héctor le dijo: -Está bien, patealo vos, pero mas vale que lo hagas.

El Pampa acomodó la pelota, tomó carrera y pegó el patadón de su vida. Mas o menos cinco metros por arriba del arco.

Se agarró la cabeza, pero enseguida dio media vuelta y caminó hacia su posición. Todos se le fueron encima, con claras intenciones de que su cabeza hiciera el mismo recorrido que la pelota. Tony lo increpó: - ¿Qué hiciste, PELOTUDO?. El pampa lo miró tranquilo y contestó: -Me deliré. ¿Vos nunca te deliraste?, y siguió muy orondo su marcha.

Todos se quedaron pasmados. El pampa tenía razón: ¿Quién no se había delirado alguna vez?. El precepto bíblico que indica que aquel que esté libre de culpas puede arrojar la primera piedra, aparecía en una sórdida canchita de fútbol del conurbano.

El pampa, otra vez, había caminado por la cornisa.

Y no se cayó.


Alberto López Camelo

sábado, 11 de enero de 2014

Diccionario de la lengua actual...




->mulo. (Del lat. mulus). 1. m. Hijo de caballo y burra o de asno y yegua, casi siempre estéril. 2. m. coloq. Persona fuerte y vigorosa. ~ castellano. 1. m. El que nace de garañón y yegua. ser alguien un ~ de carga. 1. loc. verb. coloq. Ser el encargado de los trabajos pesados. V. raya de mulo. U.T.C. Dícese del sujeto inferior en categoría a otras personas y por ende, el que debe desempeñar todos los trabajos porque "le cabe por mulo."

Karen Black

miércoles, 8 de enero de 2014

"Detrás de la Cordillera"
5

El reglamento daba resultados positivos. El grueso de los trabajadores comprendió su importancia y colaboraban en la aplicación. Muchos aportaron ideas para solucionar problemas que en un primer momento no se habían tenido en cuenta. La comisión aparecía de hecho como una colaboradora eficiente de la comisión interna.
El primer y gran escollo que encontraron “los morales” (apodo con el que eran llamados los integrantes de la comisión) fue con el clan de los jugadores. Las conversaciones, tanto las individuales como las colectivas, no daban resultados: el juego era una plaga.
 Un suceso fue el detonante para tomar otro tipo de medidas. Un trabajador del sector varillas tenía un problema familiar. A uno de sus hijos había que trasladarlo hasta Santiago para una complicada intervención quirúrgica, por lo que se realizó una colecta para ayudar al compañero. En asamblea se votó que cada trabajador donara una hora de su jornal. Contreras, así era su apellido, se encontró de buenas a primeras con una cantidad importante de dinero en sus manos. Aunque la recuperación de su hijo estaba en juego, el vicio pudo más y en una mesa de naipes perdió hasta el último peso.
Contreras, además de ser un vicioso por el juego, era un cobarde. No se animó a venir a la fábrica para dar la cara y mandó a su mujer. Los miembros de la comisión interna recorrieron toda la fábrica y vieron uno a uno a todos los trabajadores para explicarles la situación y el que lo creía conveniente aportaba nuevamente dinero.  La mujer de Contreras se retiró feliz con los bolsillos llenos de solidaridad. El marido en cambió estuvo una semana sin aparecer. Cuando al fin volvió, nadie le dirigió la palabra y en menos de dos meses renunció y dejó la empresa.
Después de este hecho, la comisión tomo el toro por las astas y se dio como prioridad la lucha frontal contra el juego. Se tomaron un par de días para poder recoger información acerca de quienes eran los jugadores y donde se jugaba. Quedaron sorprendidos con la cantidad de lugares en donde se armaban timbas. También se enteraron que no sólo a los naipes se jugaba: los dados era otro de los entretenimientos y muy popular por cierto.
La decisión tomada fue drástica. El cofre de cada trabajador fue abierto, se los revisó de a uno, a todos y a fondo. La requisa comenzó en los armarios de los integrantes de la comisión interna, para que nadie dijera que existían  privilegios. No pocos fueron los trabajadores que se negaron a abrir sus cofres. La comisión no tuvo contemplación: donde el obrero se negaba abrir, se hacía saltar el candado con un soplete. En algunos casos se intercambiaron insultos y golpes de puños. Al fin de la jornada no quedó ningún armario sin revisar.
Patricio tuvo una actuación destacada: más de una vez él mismo debió manejar el soplete, aunque claro, no lo hizo con alegría. Pasó momentos difíciles, como cuando en su propia sección hubo compañeros que se negaron abrir los cofres. Trató de persuadirlos y expuso sólidos argumentos que fueron contestados con insultos. Entonces el mismo forzó los candados.
Al finalizar la revisión, la comisión se encontró con que tenía en sus manos un sin fin de mazos de naipes, dados, cubiletes y hasta material pornográfico que se había encontrado en un armario vacío. El cofre, que no pertenecía a ningún trabajador en particular, sin duda era usado como depósito para poder tener material de forma permanente en la fábrica. El vendedor estaba haciendo un excelente negocio, a saber de la cantidad de revistas que se fueron encontrando en los armarios, pero no se pudo hallar al responsable. Patricio estaba sumamente consternado y confundido. En uno de sus oídos resonaban  las palabras del choclo Mena… “cuando la vanguardia se aleja de la masa termina siendo una patrulla ciega”, y en el otro Larraín, con su "hombre nuevo". Lo afectaban las imágenes de los cofres abiertos, llenos de naipes, dados y pornografía. Estaba conociendo a la clase obrera real. "¿Dónde estaba la verdad?", se preguntaba.



martes, 7 de enero de 2014







LAS REJAS MUERTAS (llegó el verano)

Revive el portal de la casa a medida que
Baja el calor de la tarde. Se liberan las sillas
De la prisión de las rejas que combaten
Ficticiamente la inseguridad y se adentran
En el territorio desconocido de las veredas.

Llega el momento al caer un poco el sol
de salir y dedicarse a la contemplación
Del fin del día, de las bicis y las bellas jóvenes.

Se vacían las atestadas y asfixiantes casas de
Sus habitantes. Los rumores de lo hecho por
El vecino de la esquina anoche supera
La oferta de la televisión de los famosos.

El reloj de la rutina anual muere de abandono.
Los pies descalzos se reencuentran con su esencia
Y el costo de vida se abarata para los pobres,
Magro consuelo-consuelo en fin.

Aquella promesa de vacaciones en el mar
Comienza a tornarse inviable.
El amor perdido para siempre en julio se
Asoma tras nuevo rostro en enero.

Los bondis se liberan, los micros se atestan
Y muchos trenes se marchan a sus talleres.
La ciudad huele un poco a aire
Y el fuego de la siesta eterna invita al sueño.

Las noches parecen menos solas y casi podemos
Sentir por un momento, en esos atardeceres gloriosos,
Que el futuro llegará y lo hará cargado de mieles,
Promesas y sonrisas.

La fiesta de abrir las casas se extiende a la madrugada,
Entre bailes y besos que le arrebatan un guiño al
Destino escrito y digitado desde las sombras
Por quienes no dudan en amargarlo.

Cuando el naciente sol se asome a incendiarlo todo Nuevamente, será el momento de retirarse a descansar hasta la próxima tarde, cuando recobremos esa esperanza que un día el otoño nos arrebatará.



Patricio López Camelo

viernes, 3 de enero de 2014

San José de la Dormida





Al norte de la provincia de Córdoba se encuentra el pueblo San José de la Dormida (sobre la Ruta Nacional 9). En esa región se ubicaron, hace miles de años, los sanavirones - tal como lo evidencian los morteros de más de 1.000 años de antigüedad que aún hoy se pueden observar frente a la casa de mi abuelo- 
En tiempos del Virreinato del Río de la Plata, la zona que los pueblos originarios llamaban Chipitín (hombre del río) se convirtió en un lugar de “dormida” o “dormidero”, de descanso y aprovisionamiento de los viajeros que transitaban el antiguo Camino Real. 
En el año 1857 La Dormida obtuvo el título de Villa y se le agregó el nombre de San José en honor al santo patrono de la comunidad, tuvo su período de mayor esplendor en las primeras épocas del siglo XX, cuando se construyó su centro cultural y social y comenzaron a funcionar las casas de comercio.


Marian Juarez

miércoles, 1 de enero de 2014

"Detrás de la Cordillera"
4



La comisión interna convoco a una asamblea general para tratar, un reglamento interno sobre conducta y moral obrera revolucionaria. La idea era declarar la guerra total a vicios como el ausentismo, el robo de material fabril, el alcoholismo, el juego por dinero y otras formas menores de corrupción. El debate fue amplio y profundo, con posiciones encontradas, como debe ser en la democracia obrera.
-Reglamento de moral obrera…  un hermoso nombre
 Comenzó diciendo el delegado de la sección matricería  a quien todos le llamaban cariñosamente “el choclo”.
-Moral obrera ¿dónde buscarla? ¿cómo conseguirla? ¿antes o después de la revolución?, Muchos interrogantes y pocas respuestas… Mi punto de vista es que los compañeros que presentaron ésta moción, pecan de voluntarismo y de vanguardismo ¡¡¡ El ausentismo y las llegadas tardes son formas larvadas de resistencia de compañeros a quienes su estado de conciencia de clase no les alcanza para organizarse de forma superior. El mentado reglamento nos alejara de estos sectores, que a pesar de sus limitaciones ideológicas siguen siendo nuestros compañeros.  Es nuestra obligación estar cerca de ellos para discutir y convencer, ‘nunca para imponer! ¡Jamás la vanguardia se debe desprender de la masa que dice representar!  Cuando esto sucede se convierte en una patrulla ciega… y sabemos bien lo que pasa cuando esto se produce.  Divisionismo es igual a derrota. Un aplauso cerró la intervención del “Choclo” Mena.
La asamblea levantaba temperatura. Los oradores, todos ellos respetuosos del tiempo acordado para su intervención, marcaban con énfasis sus posturas. El resto de los trabajadores escuchaban con atento silencio y cada tanto un aplauso, notaba la identificación de un sector con lo expresado. Todo hacía parecer que la posición crítica al reglamento de Mena, sería al fin la más apoyada, pero antes de ir a la votación hizo uso de la palabra el compañero José  Larraín, de la sección mantenimiento.
-Compañeros,  todos los presentes hemos oído al menos alguna vez hablar del hombre nuevo, que encarnara como nadie el Comandante Guevara. Cerrados aplausos de todos, luego continuó
  -El hombre nuevo no es una creación literal, ni tampoco un nuevo semidiós de una sociedad atea e igualitaria. Es una construcción, imperfecta y por lo tanto humana, basada en los valores de la solidaridad y del altruismo.  Poner todo en función del bien común, esa es la consigna. No hay que confundirse compañeros. ¡El hombre nuevo se comienza a construir aquí y ahora!... Siempre debemos dar lo mejor de nosotros, cada día doblar el esfuerzo,  sumando a los rezagados, pero esto no se logrará esto si justificamos las dificultades de los compañeros. Debemos decir claramente que el alcohol, el juego, el ausentismo, son los vicios con que la clase dominante se vale para socavar la integridad moral de los trabajadores. Nosotros no crucificaremos a ningún compañero, pero seremos implacables para desterrar los hábitos de la burguesía de nuestra fábrica!!! …Nosotros debemos ser parte de ese hombre nuevo que en cientos de lugares del mundo se está construyendo!!!. Aplausos y ovación  
Después de las palabras de Larraín, se pasó a votar. El reglamento fue aprobado por mayoría y también se eligió una comisión para controlar las nuevas normas. Cuando nombraron a Patricio Quesada como uno de los integrantes, todos los compañeros del sector soldaduras  se apresuraron a saludarlo. Patricio agradeció emocionado.
La primera medida de la flamante comisión, fue una reunión donde se discutió cómo abordar los problemas. Se dispuso una división en grupos y cada uno de estos se hizo cargo de un turno. Patricio, y otros cuatro compañeros controlarían el turno noche.  Ese mismo día comenzaron la tarea.
A los trabajadores con problemas de alcoholismo, se los trató de forma individual. Se conversó con ellos para que concurrieran a grupos de autoayuda y en algunos casos también se charló con la familia. Con los que faltaban y llegaban tarde, se realizó una reunión sobre la importancia de la disciplina. La discusión fue muy rica y hubo  compañeros que se ofrecieron como voluntarios para ir a buscar por sus casas, a los que se ausentaban, como una forma de ayuda concreta.
 Los sectores más difíciles de abordar eran los relacionados con el juego y los robos. Se realizaron charlas, sin ningún resultado positivo.  El tema del juego dado su masividad era el más preocupante. Era común ver en el vestuario, como trabajadores se jugaban a los naipes salarios enteros. En ocasiones se hacían colectas, para algunos de ellos que había perdido todos sus jornales en una mesa de barajas y no tenía dinero para poder mantener a su familia.
El otro sector, éste si minoritario, era el de los obreros que robaban piezas y herramientas. Estaban totalmente identificados y conformaban una pequeña elite organizada para el robo. Aún así se conversó con ellos de forma individual. Todos negaron las acusaciones. Esto no le importó demasiado a la comisión, lo que se buscaba era aislarlos y que les quedara claro que estaban siendo vigilados.