sábado, 31 de mayo de 2014

EL CANDIDATO DEL ORDEN

Un hombre es una representación de diversas cosas: su pasado, sus ideas, el presente, lo vivido en carne propia…
Los intereses ajenos. Los propios.
En nombre del poder su imagen en televisión se repite y repite. Impecable traje. Inmaculada fotografía (camisa, corbata, pantalón).
Sus discursos se repiten: orden progreso seguridad vigilancia.
Se repiten los slogans y cuando alguien, atrevido, le pregunta sobre temas como pobreza estructural miseria indigencia educación salud calidad de vida reelección indefinida…
La sonrisa surge, aparece: premeditada, practicada ante el espejo como paso previo a una respuesta que será circular, hasta volver a su propio discurso: orden mercado progreso seguridad ganancias vigilancia libertad…
El hombre, nuestro hombre, es como tantos. Representa a otros que detrás de la marca corporativa, en cualquier parte del mundo, envían emisarios a repetir sus discursos, sus sonrisas, sus impecables inmaculados trajes (pantalón, camisa, corbata).
El hombre lee discursos armados por sus asistentes (de imagen, de marketing, de encuestas, de discursos) en los cuales remarca nuevamente los puntos centrales de su futuro gobierno: orden mercado libertad vigilancia modelo seguridad inversiones capital ganancias perdidas.
Nuestro hombre, contempla el crecimiento de su poder. Se excita al pensar en urnas y votos, en aportes para campaña. Traga saliva al recibir a los consejeros privados de la corporación que le comentan sus necesidades, lo orientan, le “sugieren”. Le recuerdan la apuesta que tienen, que hicieron, en él.
Nuestro hombre sale de la reunión para ir al acto. Alguna vez mandaré yo- piensa. Desde la palestra saluda, señala gente desconocida como si fueran íntimos, sonríe.
Habla con vehemencia y empuña, detrás de la impecable imagen, su inmaculado mensaje de seguridad empresa libertad mercado inversión vigilancia progreso aportes. Orden.
Nuestro hombre es la voz de una corporación que busca concentrar en su nombre la voz de otras corporaciones.

Y ahogar las del resto. 

Patricio López Camelo

miércoles, 28 de mayo de 2014

Detrás de la Cordillera
25

Cuando llegó a la casa de Germán ya era tarde. Los milicos ya habían pasado por ahí destrozando todo. Con mucha cautela se puso a averiguar entre los vecinos.
-Recién se fueron, hace unos quince minutos. Entraron rompiendo la puerta, cargaron unas cajas en el camión, pero no se llevaron a nadie. Al muchacho no lo vi en todo el día, a la chica sí. Salió después de media mañana, me dijo que se iba para la casa de la madre. Patricio agradeció la información a la vecina con una sonrisa.
Era media tarde  cuando llegó a lo del doctor Rodríguez pero no encontró a nadie. Un vecino, le indicó que unas diez cuadras abajo, vivía una de las hijas del médico y que era probable encontrarlo allí. Patricio, sin perder tiempo, fue en su  búsqueda.
Al llamar en la casa estaba por demás agitado, había hecho el último trayecto corriendo.
-¿Si que desea?
Patricio quedó sorprendido, no por la pregunta si no por la belleza de la muchacha.
-Necesito ver al doctor Rodríguez -
-El no se encuentra, tendría que ir por su casa…-
-Perdón, pero de allá vengo La interrumpió Patricio
-¿Quién es? - La que ahora preguntaba era una señora algo mayor y de cabello blanco
-Lo buscan a papá
-Está bien, andá para adentro que yo me ocupo La muchacha obedeció y al retirarse dejó una  fragancia a jazmín en todo el ambiente.
-Pase, tome asiento - Invitó la señora haciéndolo pasar.
-Gracias, pero estoy muy apurado, necesito ver al doctor-
-No se encuentra, salió muy temprano por la mañana y aún no ha vuelto -
-Por favor señora, es una urgencia, debo encontrarlo. Casi suplicando habló Patricio
-Puede hablar con confianza,  ¿Cuál es el problema?
El primer impulso de Patricio fue retirarse, pero no tenía opciones. Además, su intuición le hacía confiar en la señora y como siempre sucedía, le hizo caso a ésta.
-En  casa tengo un amigo que está herido por un balazo
-¿En donde recibió el tiro?  Con firmeza preguntó la mujer
- No sé. A casa llegó herido  Se apresuró a contestar Patricio
- No me refiero a dónde fue la balacera, si no en qué parte del cuerpo tiene el tiro
- Disculpe- Se excusó Patricio, quien se sentía tonto por la manera tan torpe de responder
- No es nada, entiendo la situación, pero cuente de una vez-
-El balazo lo recibió en una de sus piernas, para ser más exacto a la altura de la pantorrilla, por lo que parece perdió bastante sangre y  la pierna ha comenzado a hincharse
 -Mi marido está en el hospital central. No creo que esta noche vuelva, porque aún continúan los combates y siguen llegando heridos, pero espere unos minutos que preparo el botiquín y lo acompaño. Por años he ayudado a mi marido y tengo alguna experiencia con los heridos de bala- Y sonriendo agregó:
 -Vamos hombre, cambie esa cara y  tenga confianza que todo va salir bien
A pesar de su edad la señora caminaba rápido. A su  paso, cada  vecino la saludaba y ella les respondía nombrando a cada uno con su nombre de pila.
-Buenas tardes doña  María, tengo la niñita con un poco de fiebre, voy a pasar luego por su casa para que la vea el doctor
-Hoy es imposible, el doctor está en el hospital. Que pase la noche con paños en la frente y si la fiebre se mantiene, baños de inmersión
-Doña María, ¿necesita que la alcance hasta algún sitio? Mire que si usted quiere saco el autito y la llevo-  Un vecino solícito ofreció su ayuda.
-Se le agradezco Méndez, pero no se moleste, voy hasta acá cerca…No se olvide que la  semana que viene tiene que hacerse los estudios de control
-Lo tengo presente, gracias. Saludos al doctor - Respondió Méndez
Así, fueron desandando el camino hasta la casa de Patricio. Repartiendo consejos para atenuar enfermedades, haciendo recordar próximos turnos de atención y aceptando invitaciones para cumpleaños y bautismos. Doña María respondía a todos con una palabra de aliento pero sin detener el paso.
Cuando ingresaron en la casa, lo único que se escuchaba era el llanto de Lautaro, Elena le cambiaba los pañales con lágrimas en los ojos. Al ver a Patricio no se pudo contener y estalló:
-No pude retenerlo, se fue para su casa - Contó entre llanto Elena



lunes, 26 de mayo de 2014


PARÉNTESIS MARCANDO LA ZETA


En el lugar que hoy ocupa el Hospital Mercante existió, una vez, una cancha de fútbol. Por supuesto, como el resto de esos estadios en los que pasaron tantas cosas trascendentales de nuestra vida, no era mas que un potrero. Pero ese potrero en particular fue fruto del trabajo arduo de un montón de chicos alumnos de la 31, que se esforzaron para tratar de enderezar las tozudas lomas, rezagos de antiguas plantaciones. Cuando ya la escuela hacía tiempo que había dejado de utilizar ese “campo deportivo”, algún avivado lo convirtió en la cancha en que se jugaban feroces campeonatos por plata. La cosa era simple: todos los equipos pagaban inscripción. El que ganaba se llevaba el 50% del total de lo recaudado, el segundo el 25% y lo restante (otro 25) quedaba para los organizadores, que además se alzaban con lo que dejaba el bufet. Negocio redondo, que le llaman. En esos campeonatos se destacaba la figura de un personaje muy especial al que llamaban “el Zorro”. Todos los domingos oficiaba de incansable referee. Cual Castrilli del 9 de Julio (por la época, un Dellacasa), el zorro impartía, partido tras partido, justicia futbolística a equipos que mas bien parecían primitivas hordas. A él no lo amedrentaban así nomás: si tenía que cobrar un penal o expulsar a un jugador no le importaba lo caliente que estuviera la situación. Lo hacía y punto. Y se bancaba la que viniera. Debo reconocer que era buen árbitro. Lamentablemente los dirigidos por él no pensaban siempre lo mismo. Cada tanto intentaban reventarlo a trompadas. No sin esfuerzos, a veces lo lograban. Es mas, se comentaba que los dientes ausentes de su boca (la mitad, mas o menos), los había perdido uno por uno en sendas peleas a puño limpio con futbolistas que no le reconocían razón en sus fallos. Pero no importa lo desfigurado que quedara, al siguiente domingo lo tenías allí, pitando a diestra y siniestra, administrando justicia donde no la había, imponiendo su saber y su personalidad en medio de la barbarie. Una tarde me encontraba, como tantas veces, al costado de la cancha mirando el campeonato (no tenía edad para lidiar en esas justas deportivas), cuando ocurrió algo extraordinario; Le reclamaron al zorro un fallo. Por supuesto eso era normal, lo extraordinario era que ambos equipos reclamaban con igual virulencia. Todos querían la cabeza del inflexible árbitro, que pronto se vio rodeado no solo por los jugadores de los dos equipos, si no también por parte del público. Eran tantos los que se abalanzaron sobre él que ya no lo veía. Imaginé lo peor. De pronto sonaron nítidos, poderosos, tres tiros. Me tiré de panza al piso sin dejar de mirar hacia el tumulto: Ya se había disuelto. Los que no estaban en tierra, huían a toda velocidad en distintas direcciones. Solo quedaba el zorro, parado, con el brazo derecho en alto y un revolver 38 apuntando al cielo. Lo único que dijo fue: -¿Qué carajo reclaman?. Nadie le contestó. Cuando los jugadores se repusieron, volvieron a la cancha. Sin decir nada y con la cabeza gacha aceptaron que el zorro expulsara a los dos capitanes por protestar. Después reiniciaron el partido.
No se volvió a escuchar una queja en el resto de la tarde.
Alberto López Camelo

miércoles, 21 de mayo de 2014

Detrás de la Cordillera
24


Una vez fuera de la empresa, los trabajadores se fueron dispersando en pequeños grupos. El camino se hacía en silencio, sobraban las palabras.  La ciudad estaba totalmente militarizada. A lo lejos, mirando hacía el centro de la ciudad, se alzaban columnas de humo y también se escuchaban  los  disparos.
Patricio al llegar a su casa se abrazó a Elena y los dos lloraron en silencio. Después le contó los sucesos de la fábrica, mientras escuchaban por la radio como se desarrollaban los acontecimientos. La emisora, una de las pocas que permanecía aún en manos del gobierno democrático, llamaba a la población a resistir el golpe.
 Patricio en la cocina, no paraba de fumar. Se encontraba en una encrucijada, las armas permanecían en su casa y en las barricadas se necesitaban. Debía encontrar el modo de llevar el cajón a los combatientes. Apenas tomaba esta decisión, recordaba las directivas que le había dado su jefe de célula: “Pase lo que pase, las armas las vendremos a buscar,  no actúes por tu cuenta”.
 Tres pequeños golpes en la puerta de calle lo sobresaltaron. Antes de espiar por la mirilla, empuñó una pistola y cautelosamente se acercó hasta la puerta. Con el primer golpe de vista no lo pudo reconocer pero era Germán, su compañero de fábrica y de célula.
Destrabó la puerta y lo hizo pasar. Germán estaba desesperado, traía la ropa hecha jirones, los ojos llenos de pánico y una fea herida en una de sus piernas. Hablaba entre sollozos y costaba mucho comprender lo que decía. Patricio se esforzó en poder manejar su propia desesperación al ver al compañero herido y de a poco lo fue calmando. Una vez repuesto, Germán contó como había vivido las últimas horas:
-Hoy a la mañana, muy temprano, encendí la radio y leyeron una adivinanza. En verdad era una clave, era el  aviso que el golpe fascista estaba en marcha. Salí de casa, pasé a buscar a Larraín y, en moto, nos fuimos hasta el centro, pero antes les avisamos a otros compañeros
-¿Por qué no pasaron por casa para avisar? Los hubiera acompañado. Preguntó Patricio
-Yo le pregunté a Larraín y él me respondió que tu puesto era en la fábrica
-¿Y luego qué pasó? En el centro digo... - Ahora la que preguntaba ansiosa era Elena, que después de hacer dormir a Lautaro, también participaba de la conversación.
-Fue un infierno. La voz de Germán comenzaba a quebrarse.
-Hasta casi el medio día, las cosas estuvieron controladas, ellos atacaron, pero nosotros nos defendimos bien y tuvieron que recular. Cuando llegaron los tanques se termino todo. Las paredes se partían como si fueran de cartón, los helicópteros hacían llover plomo desde el cielo, estábamos rodeados de muertos. Los compañeros caían de a cientos, los heridos fueron  masacrados por las tropas cuando entraron a lo que quedaba de los edificios…- Las lágrimas y sus nervios destrozados no le permitieron seguir hablando
-¿Y el compañero Larraín? - Con timidez hizo la pregunta Patricio, que intuía la respuesta.
-Cayó muy mal herido, tenía un tiro en el pecho y los infantes lo remataron a culatazo
Germán había perdido mucha sangre. Patricio miró a Elena a los ojos, la mujer, en silencio asintió con la cabeza,  necesitaban con urgencia un médico.
La tarea no era sencilla, trasladarlo a un hospital era imposible, sería arrestado de inmediato. La única manera era conseguir un médico de absoluta confianza.
-El doctor Rodríguez, no vive tan lejos de aquí  y es de confiar- Se le ocurrió a Elena
-Es cierto, voy a buscarlo- Afirmó Patricio
-No se preocupen por conseguir un médico, yo tengo que llegar hasta mi casa, sea como sea Dijo Germán tratando de ponerse de pie. Cuando lo consiguió, un gemido de dolor escapó de sus labios. El sudor le poblaba la frente y en su mirada había huellas de una fiebre que iba en aumento.
- Tranquilo, todo va salir bien, vamos a conseguir un doctor
-  Patricio, no entendés que tengo que salir de aquí, en el centro me reconocieron, los pacos van a allanar mi casa. Necesito avisarle a mi compañera para que escape- Dijo Germán, desesperado.
-Eso no cambia nada, vos te quedás acá. Yo me encargo de todo. Voy hasta tu casa, le aviso a tu compañera y regreso con ella y con el doctor- Con firmeza habló Patricio
-El médico no importa, trae a mi compañera, la necesito. Quiero verla antes de morir-
-¡¡¡ AQUÍ NO SE VA A MORIR NADIE CARAJO!!!- Gritó Patricio mientras se ponía el abrigo.  Luego, desde la puerta que daba a la calle, agregó:

- En una hora estoy de regreso y esta noche cenamos los cuatro juntos-

sábado, 17 de mayo de 2014



NUEVAS ORGANIZACIONES, NUEVOS MUNDOS

El objetivo de este artículo no se caracteriza por su grado de innovación sobre un tema, sino por intentar un compendio de observaciones extraídas de la práctica (la de la lectura y la experiencia en sí misma).
Si buscamos en la historia reciente de nuestro país podemos encontrar, hacia la década de 1960 y comienzos de la de 1970, fuertes cuestionamientos al orden general impuesto por el capitalismo acompañados por prácticas sociales y políticas en diversos ámbitos, como los laborales, sociales e institucionales (sindicatos, partidos políticos, universidades, fabricas, barrios, etc.) que constituían una grave amenaza para el sistema y sus referentes al intentar una nueva forma de organización de la sociedad no basadas exclusivamente en la propiedad privada, el capital y las leyes del mercado.
Historiográficamente la difusión de la historia de las organizaciones armadas (en especial, fuera del mundo académico) eclipsó en muchos casos estas experiencias al constituirse, dentro del imaginario de una parte de la sociedad, en la representación más grande de oposición al capitalismo. Es menester reconocer que posiblemente este proceso fuera acompañado por el atractivo que poseen los “fierros” para un sector de la población interesada en el tema.
Asimismo, vale aclarar que no es responsabilidad de quienes formaron parte de esas organizaciones este derrotero sufrido por el relato de sus vivencias.
Sin embargo, las prácticas por fuera de la violencia armada fueron aplastadas en primer lugar, por la dictadura militar instalada en 1976 y, en segundo lugar, por la democracia surgida a partir de la derrota de esos proyectos alternativos de sociedad.
El terrorismo de estado llevó a cabo una eliminación sistemática de quienes participaron de esos proyectos o, en su defecto, su persecución. La diseminación social del miedo cumplió con buena parte de los objetivos del “proceso de reorganización nacional”.
Posteriormente, la “primavera democrática” vivida durante el gobierno encabezado por Raúl Alfonsín conllevaba implícitamente el mensaje, respaldado por la oficial teoría de los 2 demonios, que todo cambio debía expresarse “por dentro” del sistema y sus reglas, como mejor forma de evitar excesos hacia uno u otro lado.
El triunfo de las políticas neoliberales acentúo la destrucción de los lazos sociales y recién a comienzos de la década de 1990 volvieron a resurgir, de manera lenta, movimientos parecidos en algunos aspectos y muy diferentes en otros, a los existentes más 20 años atrás: horizontales, descentralizados, con fuerte presencia territorial y social, reivindicativos de aspectos puntuales (tierra, ambiente, vivienda, producción, alimentación, etc.), un enorme descreimiento en la política “profesional” y el sistema de partidos y, fundamentalmente, orientados a lograr ya no en primer lugar una sociedad diferente a la propuesta por el sistema, sino el “ingreso” al mismo de quienes habían quedado en sus márgenes.
A diferencia de los movimientos aparecidos dos décadas antes, carecían (y en muchos casos carecen hoy) de una política e ideología definidas, así como de un sentido “clasista” de su ubicación social.
Cristalizaron con fuerza en el año 2001 y una parte de ellos fueron inteligentemente integrados al sistema político por el kirchnerismo, quien pulió sus aristas más filosas y les otorgó un lugar “oficial” en el escenario político, facilitando al mismo tiempo serias divisiones en aquellos que decidían mantener su independencia del poder oficial.

EL DESAFÍO A FUTURO

Para todas estas organizaciones posiblemente el dilema a mediano y largo plazo, pase por definir si sus formas de organización podrán materializarse políticamente y plantear nuevos caminos concretos de vida más allá de la consigna “que se vayan todos” y de sus acciones, en muchos casos, de defensa ante las políticas neoliberales.
Tal vez, si buscan por “dentro” del sistema se encuentren con lo conocido: elecciones manipuladas, cambios en las reglas de juego (ley de partidos políticos), privatización de la política (candidatos respaldados por enormes cantidades de dinero y estructuras al estilo norteamericano), utilización del aparato estatal con fines partidarios y muchas otras características contemporáneas.
Si buscan “por fuera” del capitalismo (invirtiendo la idea de la toma del poder por la de su construcción) seguramente se encuentren con un muro cada vez más custodiado por las fuerzas represivas (ideológicas y físicas) de los sectores hegemónicos, así como por el inevitable desafío de paciencia que implica la autogestión y su lento pero fuertemente politizado andar.
¿La diferencia? Este último camino es el que más asustó, reiteradas veces en el pasado a los sectores dominantes, y sus posibles reacciones violentas solo podrán ser atemperadas mediante el uso de la mayor potencialidad con la que cuentan los grupos subalternos (el pueblo): su cantidad y capacidad de imaginar, aunque sea a codazos, un escenario político, social, cultural y económico diferente al que viven y muchas veces sufren en carne propia día a día.

Se precisará una mayor participación política (no necesariamente partidaria).
Se precisará de una ciudadanía activa.



LÓPEZ CAMELO PATRICIO

miércoles, 14 de mayo de 2014

Detrás de la Cordillera
23

La fábrica se inundo de uniformes, que corrían de un lado a otro, dando órdenes a los gritos y haciendo ostentación de sus armas. Todos los trabajadores permanecían sentados en el suelo del estacionamiento, vigilados por grupos de soldados que los apuntaban con sus fusiles automáticos.
A una orden del capitán, todos los trabajadores se pusieron de pie y ante los obreros apareció la figura de un coronel con la cara pintada, portando en su mano derecha una ametralladora.
La tarjeta de presentación del coronel fue poco auspiciosa para los trabajadores, antes de mediar palabras rasgó el aire con una andanada de tiros. El ambiente se impregnó de olor a pólvora. Los obreros intercambiaron miradas de desconcierto, muchos de ellos estaban pálidos y hasta el sol, avergonzado, se escondió detrás de una inmensa nube.
-¡ESTA ES LA NUEVA LEY EN CHILE!- Gritó el coronel confirmando sus palabras con otra ráfaga de balazos.
-Este 11 de septiembre no se lo van olvidar nunca, se los puedo asegurar. A partir de hoy se acabó la joda.  Hizo una pausa de forma deliberada mientras caminaba lentamente observando la fila de trabajadores que lo escuchaban en silencio
- ¡La patria socialista, querían hacer los güevones! No se dieron cuenta que es sólo una linda consigna. Letras y papeles, sólo palabras, pura mierda, lo único que sirve es esto... - Y volvió a apretar la cola del disparador.
-¿Escucharon como habla? Es hermoso el idioma de las armas. Claro, preciso, sin ninguna duda. Se empuña, se apunta y se mata. El coronel se explayaba de forma didáctica, y a su momento dejó el papel de maestro y volvió a hacer lo que mejor sabia: mandar, y gritando preguntó de forma que sonaba más a una orden que a una pregunta
-¿DONDE MIERDA ESTÁN LOS IZQUIERDISTAS?, ¡QUE LEVANTEN LA MANO!
Tímidamente se alzaron unas pocas.
-¡¡¡MARICONES, COBARDES!!! ¡¡¡ASÍ SON TODOS LOS ZURDOS!!! Cuando llega el momento se cagan en las patas. A ver carajo o se quedaron sordos, quiero saber donde están los zurdos Y reafirmó su orden con una nueva catarata de balazos.
Los obreros se sintieron desafiados y contestaron levantando sus manos al cielo. Sólo un puñado de trabajadores dejó sus brazos sin alzar. El coronel continuó con su arenga:
-Ustedes son la confirmación de la tarea que hizo el terrorismo foráneo. Ustedes que son trabajadores chilenos piensan como extranjeros. Tienen la cabeza podrida. No respetan ni la bandera y se cagan en todos los símbolos patrios. Pero a partir de hoy se acabó esta vaina, se lo puedo jurar en nombre de estas insignias que me ha dado el heroico ejército chileno…
  El coronel hizo una pequeña pausa en su discurso, pues un asistente se le acercó para entregarle un papel. El militar luego de leerlo concienzudamente les ordenó a los obreros.
-Los que vaya nombrando salen de la fila y se forman allí. Y señaló una pared lateral- Mena, Torres, Larraín, Lotito, Valdés, Jaramillo, Riquelme, Quesada…
Cuando Patricio escuchó su apellido, atinó a dar un paso adelante para marchar con los otros compañeros, pero una voz a su lado lo paralizó:
-No se presente compañero Quesada, huelo sangre en el aire- Dijo Tomás Moncada, por lo bajo. Patricio no se movió de su lugar y bajó la mirada un poco avergonzado.
Dando la espalda al paredón, de pie, se alzaban las figuras de trece obreros, que a una orden de los militares, fueron diciendo su nombre y apellido. El coronel iba tachando nombres de su listado, luego dobló el papel cuidadosamente y lo guardó en uno de sus bolsillos.
Un pelotón de soldados se formó con sus armas en posición de tiro, apuntando a los trece obreros, ninguno de ellos bajó la cabeza. El silencio lo invadía todo, el coronel se acercó hasta el pelotón y secamente ordenó:
- ¡¡¡ Soldados de Chile!!! En nombre de la patria y la libertad, ¡¡¡APUNTEN!!!
El choclo Mena dio un paso adelante y enfrentando las bocas de los fusiles gritó:
-  ¡¡¡VIVA ALLENDE!!!  ¡¡¡ VIVA EL SOCIALISMO!!!-
-¡¡¡ FUEGO!!!- Escupió la orden, con desprecio el coronel
El ruido de los infames disparos no pudo tapar el grito de miles de obreros que acompañaron el asesinato de sus compañeros dando vivas por Chile y el socialismo.
Patricio permaneció junto con los otros trabajadores de pie, en sus lugares, paralizado ante la traición y el asesinato. Cuando fueron desalojados de la fábrica a punta de bayoneta y culatazos, parecían un ejército sin alma, desteñido por la derrota.



sábado, 10 de mayo de 2014

El árbol del ahorcado.

Ana Elizabeth Cena presenta su nuevo libro de la editorial Dunken en la Feria del Libro. Para nosotros es una enorme alegría que compartimos con una amiga y escritora. Su primer libro: "Cuentos para un tren perdido" también es expuesto en dicho acontecimiento.
Esperamos pues la asistencia y obvio la compra de dicha obra. Desde aquí le mandamos un enorme abrazo.
Elizabeth Cena posa con sus dos libros, y detrás su esposo y gran amigo y músico Oscar Caro.


jueves, 8 de mayo de 2014

Detrás de la Cordillera
22


Era apenas pasado el mediodía  cuando un trabajador que venia desde el portón principal, llegó corriendo con la noticia de que la fábrica estaba rodeada por los militares. Mena, demostrando sus buenas cualidades de jefe, no perdió la serenidad y dio varias órdenes, para poder tener un panorama  más claro de la situación.
-Patricio buscá dos voluntarios y trepá a los tanques de agua, desde ahí arriba podes ver los  alrededores. En diez minutos quiero un informe lo más completo posible
- Entendido choclo- Respondió Patricio, que salió apresurado a cumplir la orden
-Vos pelado, agarrá todos los autos que encuentres en el estacionamiento y bloquea todas las entradas, pero dejá cinco o seis coche sin poner en la barricada
-Está claro jefe - Contestó Torres
-Quiero que te comuniques urgente con el sindicato para que informes de nuestra situación- Ordenó Mena al obrero que manejaba el equipo de radio, después de esto se retiró con el resto del la comisión interna, hacía el portón principal de la empresa.
Cuando Patricio terminó de trepar, el panorama que vio era desolador. Estaban completamente rodeados, tanques, carros de asalto y un enjambre de militares que montaban ametralladoras apuntando hacía distintos puntos de la fábrica. La tropa que había rodeado la empresa estaba compuesta de no menos de trescientos hombres. Pensar en resistir seria suicida y así se lo hizo saber a Mena cuando bajó con el informe.
La situación era por demás delicada. La moral de los trabajadores que permanecían en la planta era buena, En esos momentos, por intermedio de la radio, les llegó la comunicación del sindicato, donde se les ordenaba entregar la empresa y vincularse inmediatamente con las células barriales para resistir el alzamiento militar.
El choclo Mena convocó a todos los obreros a una asamblea relámpago, para que sea la mayoría de los trabajadores quienes tomaran la decisión de los pasos a seguir.
El debate fue por demás breve donde primó el sentido común, había que desalojar la fábrica, pero también se decidió que la entrega se haría con total normalidad, siempre y cuando los milicos se comprometieran a no hacer detenciones.
Apenas terminada la asamblea, los obreros fueron convocados al portón principal, desde ahí pudieron escuchar a un capitán del ejercito que, megáfono en mano, los intimaba a entregar de inmediato la empresa.
-En nombre de las fuerzas armadas se les ordena desalojar de inmediato la fábrica. Tienen cinco minutos para desbloquear las puertas y en el caso de no cumplir con lo ordenado nos veremos en la obligación de entrar por la fuerza para rescatar los rehenes y cuidar la propiedad privada- Los obreros escucharon impávidos la voz metálica del militar
Mena se acercó con paso decidido hacia la reja que los separaba de los militares, estaba acompañado por otros dos trabajadores y también a su lado caminaban dos de los rehenes. Uno de ellos, el jefe de personal, fue  quien le entregó en mano al capitán, el papel con las condiciones de los trabajadores para desalojar el establecimiento.
El capitán apenas si miró el papel. Lo estrujó en sus manos haciendo de él un bollo y displicentemente lo arrojó al suelo  para destrozarlo en cientos de pedazos con el taco de su bota.
-No entienden nada los güevones, ¡RENDICIÓN INCONDICIONAL!- Gritaba desaforado el capitán con el megáfono en las manos.
El choclo Mena continuó avanzando en dirección del militar, las altas rejas separaban a los dos hombres. El capitán al verlo había dejado de vociferar y estaba algo desconcertado. En la academia no le habían enseñado a dudar y ante esta nueva sensación actuó en consecuencia. Con un gesto ampuloso ordenó a su tropa que carguen los fusiles.
Los obreros permanecieron inmóviles en sus lugares, a Mena no se lo veía asustado, aunque eran visibles las bocas de los fusiles que apuntaban hacía él. Cuando comenzó a hablar con voz serena, se levantó algo de viento y sus palabras fueron esparcidas por todos los rincones de la fábrica.
Mientras el choclo hablaba, una persona vestida de civil se acerco al capitán y le hablo al oído. Quedaba claro que era un militar de mayor rango, pues al terminar la conversación, el capitán  se cuadró ante el civil.
Los militares aceptaron las condiciones de los trabajadores. El pacto era muy sencillo, los obreros entregaron a los rehenes y las instalaciones fabriles en óptimas condiciones y a cambio los militares se comprometían a no usar la violencia   y a no detener ningún trabajador.


sábado, 3 de mayo de 2014

Detrás de la Cordillera
21



La última fase de la conspiración estaba en marcha. De a poco habían conseguido crear un clima de inestabilidad social donde el sabotaje era moneda corriente. El paro de los patrones daba resultados, dejando a las grandes ciudades desabastecidas. La fracción fascista de las fuerzas armadas ganaba espacio ante los sectores democráticos, que no se sentían respaldado por el gobierno, que dudaba en reprimir para terminar con los conspiradores.
El ruido de sables en los cuarteles se comenzaba a oír y, en poco tiempo más, aturdirían todo Chile; el golpe de estado era una cuestión de tiempo, semanas o horas. Era un secreto que conocían todos los chilenos y muchos de ellos se preparaban para resistirlo con las armas en las manos, y entre estos estaba Patricio.
Una tarde, en la primera semana de septiembre, Patricio aprovechó que Elena estaba pasando unos días en la casa de sus padres, para realizar una reunión de célula en su casa. La dirección nacional del MIR tenía la información de que el golpe se daría en los primeros días de octubre, por lo tanto, se debía actuar, con rapidez y audacia.
Al atardecer, una camioneta llegó hasta la casa de Patricio y dejó un cajón de madera enorme repleto de armas. Los cuatro miembros de la célula, pasaron el resto de la noche dividiendo el cargamento en pequeños bultos, que llegado el momento, se distribuirían en distintos puntos de la ciudad. Era la primera vez, que los cuatro integrantes de la célula, compartían una tarea por tantas horas y esto ayudaba, al menos, para conocerse mejor.
El jefe, era un petiso morrudo con bigote negro que le cruzaba toda la cara, y por más que trataba de disimular, el acento lo delataba: era cubano y su nombre de guerra era camarada Alfredo. Otro de los integrantes era Germán, que también trabajaba en la fábrica, pero eran muy pocos los que conocían de su militancia política y en la empresa, era la mano derecha de un alto directivo. Era un muchacho joven, muy reservado y de mirada triste. Lo que más le llamó la atención a Patricio esa noche fue que, en el transcurso del tiempo que compartieron, nunca sonrió, a pesar  de que en un momento, mientras limpiaban armas, el cubano se puso a contar anécdotas  y cuando los tres reían a carcajadas, Germán apenas, si movía la cabeza y trataba de esbozar una sonrisa. Y por último Larraín, que, además de compañero de trabajo, era un amigo. Ya de madrugada, de uno en vez y cada quince minutos fueron saliendo de la casa, el último en hacerlo fue el cubano Alfredo, que antes de retirarse le dio directivas precisas a Patricio acerca de las armas.
Al regresar Elena de la casa de sus padres, se encontró con la desagradable sorpresa del enorme cajón de madera instalado en la habitación del pequeño Lautaro. Cuando preguntó de qué se trataba, Patricio contestó secamente que eran herramientas de un compañero de fábrica que le había pedido que se las guardara por par de días, hasta que él pudiera terminar el galpón en su casa. Elena no le creyó ni una sola palabra, se sintió molesta por la mentira y la falta de confianza de su marido,  pero tampoco hizo más preguntas. La pareja entraba en una pendiente peligrosa.
El fatídico 11 de septiembre encontró a Patricio en la fábrica.  Recién en las primeras horas de la mañana tuvo noticias del golpe. Su primera reacción, fue dejar la empresa y tratar de vincularse con los restantes integrantes de su célula. Larraín trabajaba en el turno de la tarde y de Germán supo, después de hacer con mucho sigilo algunas averiguaciones, que ese día no se había presentado a trabajar.
Su corazón estaba en las calles, con los que combatían resistiendo el golpe, pero su mente y las directivas de la organización le ordenaban que su lugar era en la fábrica. Por las armas que se encontraban en su casa no se preocupaba demasiado, las directivas de Alfredo habían sido por demás claras, en caso de urgencia él en persona iría a buscarlas, quizás en esos mismos momentos, se estarían repartiendo en las distintas barricadas que a lo largo del país se levantaban.

Los integrantes de la comisión interna que se encontraban en la empresa actuaron con celeridad, convocaron a una asamblea y esta resolvió la toma inmediata de la empresa. En menos de una hora la fábrica estaba en su totalidad en manos de los trabajadores, con todas sus puertas de ingreso clausuradas. El personal jerárquico fue retenido y alojado bajo custodia en una de las oficinas de los gerentes. En menos que cante un gallo una radio fue montada en la sección mantenimiento, de esta manera podían comunicarse con el exterior y la vez recibir información.