sábado, 28 de junio de 2014

Presentación oficial de 
"Relatos del más acá"


Realizada en Diciembre de 2013 en San Miguel, ya se encuentra agotada la primera edición. Muy pronto saldrá la segunda edición publicada de este pequeño compendio de historias, relatos y cuentos del imaginario popular

jueves, 26 de junio de 2014

Detrás de la Cordillera
29




La ciudad estaba completamente militarizada. Era imposible llegar desde las barriadas obreras hasta el centro. Las patrullas del ejército cerraban todos los caminos y revisaban minuciosamente todos los vehículos. Patricio anduvo toda la mañana de un lado a otro evaluando las posibilidades para el traslado de las armas. Trató de contactarse con algún compañero de la organización, cosa que le resultó imposible ya que muchos de ellos estaban detenidos y a otros no pudo localizarlos.
Sin embargo, tanto caminar le resultó provechoso. Siguiendo el boca a boca se pudo enterar de que en las afueras de la ciudad, en la montaña, se estaba resistiendo. Que milicias populares se replegaron hasta los cerros y ahí se estaban haciendo fuerte. También decía la información que estas milicias estaban dirigidas por el  Partido Comunista. Otro dato valioso que encontró fue que todas las noches, con un aparato de onda corta, se podía sintonizar radio Moscú, que trasmitía en especial para Chile, tratando de coordinar toda la información en favor de la resistencia.
De regreso en su casa Patricio almorzó junto a Elena. Después de una breve sobremesa, pidió una bicicleta prestada, cargó una caña de pescar  y volvió a salir. Ahora se dirigía en dirección  inversa. Ya no trataba de llegar al centro de la ciudad sino todo lo contrario, viajaba hacía las afueras.
El trayecto era extenso  y tendría que pedalear sin pausa si quería llegar al lago y volver antes del toque de queda. Esto no lo amilanaba; por el contrario, pensó que el ejercicio le vendría muy bien ya que en los últimos tiempos había descuidado su físico. Recordó los consejos de un instructor en su viaje a Cuba: “El físico es la primer arma de un revolucionario. Mantenerlo en forma es tan necesario como el fusil engrasado del guerrillero”.
Al llegar al lago, después de dar un largo rodeo para evitar a las patrullas militares, se sintió reconfortado porque el largo trayecto lo había realizado en un buen tiempo  y esto significaba que su físico aún estaba en buena forma. Arrojó la caña al agua y con mucho disimulo se puso a recorrer los alrededores. Hacia el este, en las primeras estribaciones de la montaña, debían estar los núcleos de la resistencia. Debía tomar contacto con estos grupos, sin duda las armas serían muy bien recibidas.
Su primera evaluación era positiva. Las armas podía ser trasladadas hasta las orillas del lago y de ahí, aprovechando la noche, ser llevadas hasta los combatientes. Miró el reloj, se hacia tarde. Recogió la caña, acomodó los bártulos y inició el viaje de vuelta.
Regresó a la casa con las primeras sombras de la noche. La calle estaba prácticamente desierta. Elena tenía la comida casi lista así que cenaron muy temprano, luego Elena se fue a dormir. Patricio, en cambio, se quedó en la cocina a lavar los platos y una vez que acabó con la tarea encendió la radio.
El aparato era moderno pero aún así tuvo serias dificultades para poder sintonizar Radio Moscú. La transmisión llegaba con muchas interferencias. Para poder escuchar mejor, tuvo que poner la oreja casi encima del parlante y permaneció en esa posición durante  más de una hora.
Cuando finalizó el programa, se sentía reconfortado por el minucioso informe que le traía buenas noticias: en todo el país se resistía a la dictadura. Si bien las fuerzas populares habían tenido muchas bajas, el gobierno fascista estaba aislado internacionalmente.
Apagó el aparato, encendió un cigarrillo y se preparó un café. Una idea principal lo desvelaba: ¿cómo hacer que las armas llegaran a los combatientes? En eso estaban sus pensamientos cuando escuchó en la calle ruido de motores, frenos y gritos.
Sin perder el tiempo se acercó hasta la ventana para espiar hacia la calle. Lo que vio lo dejó atónito: una formación de camiones militares circulaba a paso de hombre frente de la casa. De varios de ellos ya se habían desprendido manojos de soldados que, con sus armas en las manos, tomaban posiciones apuntando hacía las casas del barrio.  
Las voces de los militares llegaban nítidas hasta la casa.  A Patricio se le heló la sangre, le temblaron las piernas, los oídos le zumbaban y el corazón le retumbaba en el pecho. Se sintió perdido.
Fue hasta la habitación donde, en la cama matrimonial, Elena dormía junto a Lautaro, se acercó en puntas de píe para no despertarlos, besó a su mujer en la frente y volvió a tapar con la manta a su hijo, que como todas las noches se había destapado. Antes de cerrar la puerta del cuarto, miró por última vez a su familia dormida y no pudo evitar que unas lágrimas le mojaran las mejillas.


sábado, 21 de junio de 2014



EL MUNDO RECIÉN PINTADO


Los ojos son grandes y están bien abiertos.

A pesar de lo difícil que le es fijar la vista, se toma los segundos necesarios y trata de no perder mirada a nada: ni a mí, que estoy como ausente, ni a los colores, ni a su papá.
Tampoco a los demás pasajeros o a la simple funda de goma del asiento.
Todo lo absorbe.

Por momentos me mira fijo, inspecciona mis facciones, vigila mis movimientos, observa mis gestos faciales. Yo que estaba, ya dicho, en otro lugar mental, tuve que volver.

Y al verlo volví a sonreír y recordé que no todo es tan complicado. Vi en él, que carga con un par de meses de estar con nosotros en esto que a los más viejos nos parece una jungla, el brillo de lo nuevo. La posibilidad de otro futuro mejor, la ansiedad de estar comenzando a conocer lo que lo rodea.

Y comprendí que el mundo está recién pintado para él. Fresco y nítido, alegremente ruidoso aún.

El viaje se hizo feliz a pesar de que su papá lo cargo entre sus brazos y se juntó con su mamá para irse los tres de ese colectivo de sábado.

Y noté su ausencia.

Ya no había un par de ojos tiernos que me miraran y nos siguieran a todos, como recordándonos que no tenemos ningún derecho a pintar de gris los brillantes colores que él ve y que, alguna vez nosotros, supimos apreciar fascinados.


Patricio López Camelo

miércoles, 18 de junio de 2014

Detrás de la Cordillera
28
Al regreso de Elena, todo estaba preparado para el traslado del próximo día. Patricio había acordado con una de sus hermanas para que pasara a buscar a Elena a primera hora de la mañana.
Muy temprano, a la hora del desayuno, llegó su hermana que compartió un té con la pareja. Luego junto a Elena partieron hacía la casa de la madre de Patricio.
Confiado, Patricio se dispuso a esperar. Con el correr del tiempo, su confianza se fue convirtiendo en desazón. Para el mediodía estaba desesperado. En un momento sintió los frenos de una camioneta  que se clavaban frente de su casa y corrió hacia una de las ventanas. En un primer momento, se ilusionó pues no reconoció al chofer del vehículo, pero al ver bajar por la otra puerta a su vecino se le desvanecieron las ilusiones. Para media tarde había acabado con tres atados de cigarrillos. La cabeza le dolía una enormidad y un intenso cansancio le cubría todo el cuerpo. Estaba aturdido y atontado. Necesitaba despejarse y aclarar las ideas.
 De a poco fue poniendo los pensamientos en orden. No tenía dudas de que la operación del traslado del armamento había fracasado. A partir de ahora, era el único responsable para  que las armas no cayeran en garras del fascismo y lleguen a manos amigas.
Lo primero que hizo  fue cambiar las armas de lugar. El cajón era por demás ostensible, llamaba demasiado la atención, por lo tanto buscó otro escondite. Las paredes del comedor y el pasillo que llevaban al baño estaban revestidas en listones de madera. Le pareció un buen lugar, de a poco fue desclavando listón por listón para ir llenando los huecos con las armas. Las granadas las colocó en los tapa rollos de las ventanas.
Patricio no se  engañaba, sabía que estos embutes no podían pasar un allanamiento, que si los milicos entraban a su casa las armas serían descubiertas con facilidad, pero era algo provisorio hasta darle mejor destino. De eso se encargaría en el futuro.
La noche pasó sin mayores sobresaltos. Poco a poco, el país entraba en la normalidad del fascismo. Como por arte de magia se terminó el desabastecimiento y en los estantes de las tiendas florecía la mercadería. Los artículos de primera necesidad  aumentaron muchísimo y se congelaron todos los salarios. Era el comienzo de la fiesta de la burguesía y sus socios gringos, quienes brindaban con champagne francés  arriba de una parva de cadáveres.


lunes, 16 de junio de 2014



UNA MAÑANA EN EL MONTE
El vapor suave saliendo del mate era como el paraíso.
Amanecía en el monte y el asma de la noche se disipaba, sobreviviéndole solo un leve chiflido de pecho.
_Toma Ernesto. Esto está amargo.
_Si che, el mate es así.
_Ya.
Se río. No era fácil acostumbrarse al mate amargo.
Puso un poco más la pava rustica en el fuego y miró el reloj: quedaba un rato todavía para salir.
El quilombo que se iba a armar hoy, en batalla, se preanunciaba jodido. No importa. Encararlo sin asma ya era un buen presagio.
Por un rato no había mayor placer que amanecer respirando de manera casi limpia en el monte.
_Tomá otro vaquerito. Este está más suave.
Mientras el sol comenzaba a levantarse, pensó: si esta noche logro estar de nuevo mateando aca, con la mayoría de los compañeros,voy a dormir como un bebe como siempre después de cada combate. Aunque solo sean un par de horas.
_Toma Ernesto. Gracias.
_¿No?¿no hay caso?
_No coño. No hay caso.
_Ya. Vamos a preparar todo. Ya salimos.
_Vamos.
De a poco, el campamento se iba llenando de ruido y el monte de incertidumbre.
Esto de vivir un amanecer tan hermoso con la muerte tan cerca es de locos, pensó. Y río de nuevo. La vida era, en muchas cosas, de locos.
Pero casi sin asma, cada día se encara mejor. Definitivamente.



López Camelo Patricio


viernes, 13 de junio de 2014

Detrás de la Cordillera
27

Esa noche Patricio no pudo conciliar el sueño. Ya de madrugada tomó una decisión. Por la mañana rompería el cerco militar, haría contacto con la resistencia y repartiría el armamento.
En el desayuno  Patricio convenció a Elena para que vaya a visitar a su madre. Necesitaba estar solo para poder desarrollar su plan. Ella le cambió los pañales a Lautaro, juntó algunas cosas en un bolso y se despidió prometiendo que antes del toque de queda estaría de vuelta.
-¿Por qué no te quedás esta noche en lo de tu mamá?  Va a ser lo mejor, ella se va tranquilizar de tenerte en su casa
   - Mirá Patricio, no empecemos. Vos sos mi compañero y este mi lugar. Si algo nos va a pasar, que nos pase juntos. Elena respondió con firmeza. Patricio comprendió que era inútil insistir y la acompañó hasta la calle.
Unos minutos después un llamado en la puerta de entrada sobresalto a Patricio. Nervioso observó por la mirilla y preguntó:
-¿Quién es?- En su mano derecha tenía una pistola automática lista para usar. La persona del otro lado de la puerta le era totalmente desconocida.
-La noche es cerrada, pero pronto llegará el amanecer – Respondieron del otro lado de la puerta.
Patricio titubeó, era la contraseña de su célula para casos de emergencia, pero no podía reconocer a quien hablaba. Dudaba, podía ser una trampa. Luego de unos instantes, muy despacio, fue descorriendo el pasador  y con la punta del pie abrió la puerta
-Pase. Ordenó secamente
-Tranquilo compadre, que los resortes de esas pistolas están limados y son más celosas que novias primerizas Dijo el desconocido al entrar, tratando de crear confianza, pero manteniendo las manos alejadas de su cuerpo. 
Patricio inmediatamente bajó el arma, había reconocido la voz: era el cubano. El disfraz era soberbio, no quedaban ni rastros de su fisonomía anterior.
Pasaron hacía la cocina y mientras Patricio preparaba un café, el cubano relató sintéticamente los últimos sucesos de la situación política.
-Esa es la vaina compadre, el golpe pasa, no se a podido parar, los generales leales están detenidos o ya no tienen mando de tropa. En muy pocos lugares se sigue resistiendo y no creo que por mucho más tiempo. Las cárceles están a reventar y en cada unidad militar se tortura y se fusila.- Hizo una pausa tomó un sorbo de café y continuó:
  -Todo se fue al carajo. El socialismo a la chilena es pura mierda. Usted no se ofenda compadre, pero revolución sin ejército revolucionario dura lo que un pedo en un canasto
  -Nunca dudé de eso y esa era nuestra principal crítica al gobierno popular Intervino Patricio
  -Caro es el preció que pagará el pueblo por este error, la derecha va a tomar revancha. Tiempos difíciles  nos esperan - Habló el cubano como escupiendo las palabras
-¿Y por dónde se sigue la cosa compañero? Muy serio pregunto Patricio
-Las directivas del momento son claras, replegarse con las masas, tratar de que pase el grueso del temporal y tratar de tener las menos bajas posibles. En tu caso, es volver a la fábrica, el enemigo no te tiene identificado como parte del aparato militar. Es  posible que seas despedido y si esto fuera así tendrás que trabajar en la comisión de cesantes - El cubano acabó con lo último que quedaba en su taza  y siguió con las extensas directivas:
-Es una etapa defensiva donde a todas las actividades hay que darle la mayor pluralidad posible, ampliar por todos los medios nuestra base de alianzas, trabajar con la iglesia, con los sectores medios, Si  lo logramos, podremos superar el cerco represivo que tenderá  la derecha para exterminarnos
-Perdón compañero, pero los sectores medios están apoyando descaradamente al fascismo, no los veo como futuros aliados Objeto Patricio
-Mira compañero, tienes que analizarlo desde la dialéctica. La dictadura representa lo más concentrado del capital financiero internacional y su política no sólo va a perjudicar al pueblo, sino también a sectores de la burguesía no comprometida con los gringos - Con voz pausada y tratando de convencerlo monologaba el cubano.
-La dictadura no podrá estabilizarse en el tiempo. Si nosotros nos replegamos en la masa de forma ordenada, en poco tiempo volveremos a la ofensiva. Debemos cambiar el fusil por la molotov, pero los fierros no los regalamos, tienen que estar en función de la futura ofensiva.  Miró el reloj y se puso de pie, para dar las últimas directivas
 – Mañana a primera hora dos compañeros vendrán por el cajón. Ahora tengo que marcharme. A partir de este momento, eres un cuadro autónomo, cuando la organización pueda te contactará, la línea a aplicar es lo que conversamos
-¿Vuelves a tu patria? - Tímidamente preguntó Patricio
-Así es, tenemos todos los perros encima. Si nos echan el guante tendríamos un serio problema, pero no te preocupes nunca nos agarraran… vivos
-Ha sido un gusto poder trabajar contigo, suerte camarada
-Una última cosa, si la operación de mañana llegara a fallar por algún motivo, tu sabrás como ubicar el paquete sin que caiga en manos del enemigo ¡¡¡ Patria o muerte compañero!!!.
- ¡¡¡Venceremos!!! – Respondió Patricio emocionado.
Los muebles de la pequeña cocina quedaron como únicos testigos, cuando los dos militantes se fundieron en un  abrazo de despedida.



viernes, 6 de junio de 2014




EL PERRO DE LOS VIERNES

Antes, no hace mucho, tomaba el colectivo y estaba ahí, medio agonizante con los ojos tristes pero vivos y fuertes, como recordando épocas mejores donde abundaba la comida y había un dueño y su pequeño hijo para jugar.

Ahora solo hay pasos desconocidos, alguna tierna mano que acerca algo de pan, una caricia. Siempre está la jauría descontrolada que busca atacar en el momento imprevisto y es una amenaza latente como el hambre.

Los días de junio son crueles y si llueve ni los aullidos alcanzan para deshacerse un poco del dolor del frío. El ruido de coches se apacigua solo en la noche, dejando el asfalto tibio y un olor asfixiante.

A veces, durante el día, se recuesta y apoya su cabeza en las patas delanteras para dormir y mirar al mismo tiempo y con ojos grandes como pasan quienes pasan, en un eterno blanco-negro distorsionado.

Y así se va su tiempo, un triste presente de pulgas y flaqueza. A veces siento muy hondo su mirada de súplica.
Los últimos viernes de antes no lo encontré. Recuerdo que el último día lo buscaba intensamente con la mirada hasta que mi colectivo dobló la esquina. Subí, pague y me fui. Debía hacerlo. Y mientras el cansado motor rugía en su arranque, sentí que ya no lo vería jamás.

La vida siguió como un trámite inevitable, como esos días de rutina que transitamos automática e inevitablemente hasta terminarlos. Hasta perder un poco más el sentido de nuestras vidas en los estúpidos caminos en los que nos separamos de aquello que daba algo de luz y brillo a nuestros ojos.
Como la mirada de un perro abandonado en la calle. 


Patricio López Camelo

miércoles, 4 de junio de 2014

Detrás de la Cordillera
26


Desde la cuna y a medio cambiar Lautaro lloraba con más fuerza, doña María que permanecía de pie junto a la puerta, no se dejó estar y con decisión se hizo cargo del niño y enseguida lo calmó.
-Como vos tardabas, él se puso muy nervioso, la fiebre no dejaba de subirle y por momentos deliraba, se la pasaba llamando a su compañera
-¿No te dijo para dónde iba?
-Para su casa, quería sacar a su compañera antes que lleguen los milicos
-¿Cómo estaba la herida?
-Muy fea, toda la pierna hinchada, todo el pie hecho una morcilla, le presté unos botines de seguridad de esos tuyos, de la empresa, por que no se podía calzar sus botas
-¿Hace mucho tiempo que salió?
-No más de veinte minutos. Apenas puede caminar y además la pierna le había vuelto a sangrar, así que no debe estar muy lejos
- Me voy a buscarlo, en esas condiciones en la calle es carne para los carabineros
 Habló Patricio alzando un abrigo. Doña María puso en brazos de Elena al pequeño Lautaro, alzó su botiquín y con vos firme dijo:
-Vamos, tenemos que encontrarlo antes del toque de queda
-Señora no es necesario que me acompañe, puedo ir solo. La calle está muy peligrosa, está anocheciendo y los pacos andan como locos Argumento Patricio
-Mira muchacho, no tenemos tiempo para perder en discusiones estériles, en la calle hay un compañero herido al que debemos encontrar, y una vez que lo hagamos la única que lo puede curar soy yo
-En eso tiene razón, pero puede esperarme aquí en la casa - Insistió Patricio
-¿Qué te pensás? ¿Porque soy vieja y tengo la cabeza llena de canas no sirvo para nada?. Aún me sobran ovarios para pelear- Replico furiosa doña María
Patricio sonrojado le pidió disculpas. La mujer las aceptó refunfuñando contra la soberbia de los jóvenes,  Elena con Lautaro en brazos sonrío por la  situación.
Salieron apurando el paso. Hicieron un par de cuadras cuando se toparon con un retén militar que los detuvo para pedirles los documentos de identidad. Doña María se manejó con mucha frialdad, mostró su botiquín y su vieja credencial de enfermera. Los militares le permitieron que continuaran la marcha pero antes aconsejaron que se metieran en su casa rápidamente porque los subversivos estaban poniendo bombas en las calles. Doña María agradeció con una sonrisa. Cuando se estaban alejando del retén, Patricio pudo ver con total nitidez como a Germán  lo cargaban, junto con otras personas en un camión militar. Un frío le corrió por la espalda y un nudo le cerró la garganta.
-¿Y ahora para dónde vamos? Preguntó doña María, quien ante la falta de repuesta insistió  -¿Qué pasa muchacho, te quedaste sordo?
-Todo terminó, el compañero fue detenido. vi. cuando lo cargaban al camión
-¿Estás seguro muchacho, no te habrás confundido?
-Sin ninguna duda era el compañero Germán. Respondió Patricio con la voz cortada por el llanto. Doña María sacó un pañuelo del bolsillo de su abrigo y con mucha ternura le secó las lágrimas. Patricio agradeció el gesto y luego de unos instantes dijo:
-Se hace tarde, vamos que la acompaño hasta su casa
-No te molestes muchacho, andá para tu casa que tu compañera debe estar preocupada. No soy tan vieja, todavía me las puedo arreglar sola
-Por favor doña María. A la soberbia de un joven, no responda con la soberbia de un viejo. Una es tan mala como la otra, deje que la acompañe
-Es cierto muchacho. Las dos son malas. Pero la soberbia de un viejo es peor, porque es la demostración  que  hemos aprendido poco de la vida
Doña María aceptó el brazo firme que Patricio le ofrecía y en silencio caminaron eludiendo los retenes. Cuando la hija de doña María abrió le puerta  no trajo con ella ese hermoso olor a jazmines, que ratos antes había conmovido a Patricio. Por esas horas, un solo y único olor impregnaba todo Chile y era de miedo