miércoles, 29 de octubre de 2014

Detrás de la Cordillera
47

   Al despertar, en la enfermería, tenia todo el cuerpo marcado por las dentelladas de los perros. Las heridas habían sido desinfectadas y comenzaban a cerrarse.  Caminaba con  dificultad, sus pasos eran muy cortos y al hacerlo algunas heridas se volvieron a abrir.  A pesar de su estado, aun de convalecencia esto no fue  impedimento para ser trasladado.
En poco más de dos horas estuvo en su nuevo destino. El lugar era una isla, otrora base naval, hoy reciclada en penitenciaría de máxima seguridad. Luego de las fotos de rigor y de la somera visita del médico, que certificaba que aún estaba vivo, le fue entregado un uniforme, dos mantas y un equipo de rancho. También fue conducido a ver al peluquero quien lo peló al rape.
Al finalizar todos los trámites, un cabo lo acompañó hasta un  patio donde los detenidos estaban formando y, sin decir palabras, con un gesto, le señaló que se sumara a una de las columnas.
En el penal, eran alrededor de mil  y estaban divididos en cuatro secciones. Cada una de estas bautizadas con grandilocuentes nombres por los milicos: Libertad, Septiembre, Aurora y Victoria, a esta última fue incorporado Patricio.
Al escuchar una orden, la formación se puso en marcha hacia distintas barracas. Apenas ingresó, Patricio se quedó parado al borde de la puerta sin saber que hacer. El lugar era sórdido, un viejo galpón de madera y chapa con grandes ventanales donde faltaban la mayoría de los vidrios. Las camas estaban en doble fila dejando en el medio un gran pasillo, detrás de estas unos cofres individuales donde cada detenido guardaba sus pocas pertenencias.
-Venga compañero, por acá. Traiga sus cositas. Dijo alguien que extendiendo la mano.
-Ignacio Toro pa’ servirle a usted. Patricio estrechó la mano.
Al desandar por el largo pasillo otras voces y otras manos se acercaron para saludar. La marcha se detuvo al pie de un camastro, Patricio depositó las mantas encima del colchón y las cosas del rancho en el cofre. Toro se retiro y lo dejo solo para que descanse hasta la hora de la cena.
Patricio estiró el colchón  y colocó las mantas, la cama que le había tocado en suerte era la de arriba, así fue que al trepar con mucha dificultad, un quejido se le escapó de los labios. Esto fue advertido por el compañero de la cama de abajo que preguntó.
 ¿Qué pasa cumpa, algún problema? Patricio negó con énfasis, minutos después un pequeño hilo de sangre caía desde la cama de arriba.
Un silbido corto, rítmico y punzante cruzó por todo el pabellón, al instante Toro y un grupo detenidos estaban al pie de la cama.
-El compañero parece que esta herido. Habló el autor del silbido señalando la cama de arriba. Patricio le restó importancia a su herida y se negó a recibir ayuda.
-Te vas al tiro nomás, hasta Libertad y busca al doctor. Le dijo Ignacio Toro a uno de sus compañeros. Después le habló a Patricio.
-Mire compañero, aquí la cosa es bien sencilla, si usted está herido es nuestro deber ayudarlo. Me imagino que sabrá de sobra que el coraje individual no sirve de nada, sino no se esta al servicio de un colectivo y aunque no lo parezca, eso somos aquí adentro. Toro hizo una pausa, cambió el tono de dureza en su voz por otro mucho más suave y agregó:
-Así que basta de güeverío, que lo va revisar el doctor. En esos momentos regresaba el otro compañero.
-El doctor no se encontraba en el pabellón, pero su ayudante se ofreció a colaborar. Y señaló a un muchacho flaco y pálido, que se acercó al borde de la cama con timidez.
 El muchacho, revisó a Patricio concienzudamente. Pasados unos minutos sacó del bolsillo de su pantalón un trapo blanco y vendó la herida sangrante.
-Las heridas están cicatrizando bien, hay que tener cuidado con la que esta abierta, recomiendo que camine lo menos posible por un par de días y que duerma en una cama de abajo, para evitar el esfuerzo de trepar Hablo el muchacho que parecía haber recuperado su timidez habitual. Luego se despidió y prometió en volver mañana, trayendo en lo posible, una venda de mejor calidad.
-Toro, el compañero puede usar esta cama, yo me llevo mis petates para arriba. Habló el detenido de la cama de abajo que hasta ese momento se había mantenido callado.
-Es buena idea. Asintió Toro. Patricio  se negó pero ante la insistencia de los demás pasó sus cosas a la cama de abajo.
Este hecho no fue la única muestra de solidaridad que encontró en su primer día de cárcel. A la hora de la cena, sentado a la mesa común, ante un humeante plato de guiso, tuvo su segunda vivencia. Todos los compañeros de mesa, que eran más de veinte, aportaron de su ración una cucharada, que engrosó el plato de Patricio.
Esa noche, una vez que apagaron las luces del pabellón, envuelto en las mantas, Patricio Quesada lloró como nunca lo había hecho en su vida. Quebrado por la emoción se juramentó dar lo mejor de sí para  corresponder tanta dignidad.



domingo, 26 de octubre de 2014

CUANDO LLEGA OCTUBRE

En el barrio había tipos raros.  Raros pero no por extravagantes aunque en cierta forma lo eran, sino por soñadores. Esos tipos que hacen de este mundo un poco mejor.  Esos que cada mañana al levantarse, ven el vaso a medio llenar y ponen todo su esfuerzo para completarlo. Américo era uno de esos.
Orgullosamente troskista, obrero metalúrgico y desde siempre delegado de base. La triple A, esa banda que cazaba zurdos, desde el Ministerio de Bienestar Social del gobierno de Perón lo tuvo en la mira. Después del 24 de marzo del 76, las cosas se le pusieron aun más difíciles. Fue despedido, tuvo que pasar a  la clandestinidad y cuando el cerco se cerraba y su vida corría peligro se exilió.
Cuando lo conocí eran tiempos de democracia recién estrenada y grandes utopías. Américo reorganizó la sociedad de fomento y fue convocando a la gente del barrio, con unos amigos nos acercamos a colaborar. En poco tiempo la sociedad de fomento florecía llena de actividades.
Muchachos vamos a montar una radio para el barrio, nos dijo una tarde y a todos nos entusiasmo la idea, pero nos preguntamos cómo. El no contestó nada, solo sonrió, prendió un cigarrillo y dijo lo vamos hacer.
Al poco tiempo una radio se montó en la sociedad de fomento. La antena era por demás precaria y el equipo de trasmisión era prestado. Cada sábado después del mediodía, Américo se tomaba el tren y al anochecer volvía con el equipo, el que había que devolver religiosamente cada domingo por la tarde.  Pasaron varios domingos hasta que se pudo salir al aire. Con mi amigo Gustavo, nos alejábamos de la radio y con una spica portátil verificamos el alcance, que por supuesto lo llegaba a mas de unas veinte manzanas alrededor del improvisado estudio. Aun recuerdo nuestra alegría al escuchar que en una casa la estaban sintonizando. Nos abrazamos y volvimos corriendo a compartir con los demás la noticia.
En poco tiempo la radio fue creciendo. Américo y el barrio la bautizaron como la barrial y con la ayuda de todos se compró el primer equipo. Esto permitió trasmitir todos los días, de lunes a lunes, por las mañanas. Este crecimiento fue trayendo algunos problemas. La radio fue ganando espacio en el barrio y esto molestó a algún político y a la comisión directiva de la sociedad de fomento. Primero comenzar con un boicot, cortes de luz, ruidos molestos cerca de la sala desde donde se trasmitía. Cuando esto no les alcanzó pasaron a la acción directa.  Tiraron la antena abajo y todas las cosas de la radio, entre ellas el equipo de transmisión, fueron a parar a la plaza de enfrente.
Para todos nosotros, este era el final de la barrial, menos para Américo y su compañera Bety.  Ellos no se dieron por vencidos y montaron la radio en el comedor de su casa.

 Por eso cada vez que llega Octubre, cuando la primavera, es más primavera, mis recuerdos me llevan de nuevo hasta la Barrial y pienso en  ese tipo formidable que fue  Américo. Un constructor de utopías.

Carlos Varco

miércoles, 22 de octubre de 2014

 Detrás de la Cordillera
46

Pocos días después de la sesión de fotos, Patricio fue conducido por primera vez a la fiscalía militar. De pie y esposado de cara contra la pared permaneció en espera por largas horas. Era una fila infinita que se extendía por todos los pasillos del enorme edificio. Hombres y mujeres, salidos del infierno del calabozo y la tortura, esperaban su turno.
Una vez dentro de la oficina, la situación era grotesca, toda la pompa militar estaba montada a pleno. Un oficial de baja graduación leyó con solemnidad los cargos, se le notaba hinchado de orgullo de bajo de su reluciente uniforme. Al acabar con la lectura miró con desprecio a Patricio y este le devolvió la mirada. Un soldado se acercó con unos papeles para que Patricio firmara la notificación por los cargos, también le informó que tenia a su disposición un defensor militar. Cuando el soldado fue a guardar el papel con la notificación en una carpeta, esta se le escapó de las manos regando de papeles el piso de la oficina. Patricio reconoció con claridad una declaración suya, porque junto con su firma estaba una inmensa mancha de sangre, ahora seca.
Al salir de la fiscalía lo subieron junto con otros a un camión y marcharon hacia un nuevo destino. El viaje duró más de lo pensado, cuando los bajaron del vehículo se encontraron en medio de una pista de aterrizaje. Formados de seis en fondo recibieron un jarro de té con pan duro y esperaron la llegada de otro camión con otra carga de detenidos. Apenas apareció el nuevo contingente separaron los hombres de las mujeres. Los hombres fueron obligados a subir al avión.
-No entran más mi mayor, ¿qué hacemos?- Preguntó un soldado cuando todavía quedaban alrededor de diez prisioneros al píe del avión
-Me los caga bien a culatazos y me los apila uno arriba de otro. La patria no puede gastar más en estos subversivos.  Ordeno  el oficial a cargo del traslado.
Al aterrizar el avión ya era noche cerrada y sin ninguna estrella. Patricio bajó con paso inseguro. Una ráfaga de viento helado le cruzó la cara y lo hizo estremecer de pies a cabeza. La muerte debe andar cerca, se dijo para sí. Era un dicho campesino que lo había escuchado por primera vez siendo muy chico, por boca de  los peones del fundo donde se crió. Por desgracia el dicho estaba en lo cierto. Un solo golpe lo dejó acostado sobre la fría pista de aterrizaje. Sombras uniformadas aparecieron de la nada, golpeando a diestra y siniestra con unos bastones de madera. Los prisioneros trataban infructuosamente cubrirse de los golpes, en un momento, las sombras uniformadas desaparecieron dejando tras de sí, esparcidos sobre el asfalto, los cuerpos golpeados y ensangrentados de los detenidos. Todo se volvió silencio, rachas de viento dispersaban quejidos y llantos entrecortados.
Luego de pasado un tiempo unos poderosos reflectores rompieron la oscuridad de la noche,  Los detenidos fueron obligados a ponerse de pie y desde unos parlantes se escucharon los primeros acordes del himno nacional. Al llegar a la primera estrofa cada preso comenzó a cantar a toda voz.  Esta actitud enfureció a las militares, que tomaron una represalia perversa.
 Los prisioneros fueron rodeados por una docena de perros de policía, a los cuales de uno vez se le iba quitando el bozal y embestían sobre los presos indefensos. Al mismo tiempo las luces se prendían y apagaban.
 En los parlantes sonaba de nuevo  el himno nacional chileno.



lunes, 20 de octubre de 2014

EL DIARIO DE HOY

_-¿Qué te pasa negro?
-Nada, nada…estoy un poco cansado y distraído.
-Ah. ¿Viste los quilombos que hay? Mirá el diario!!!
-No, ahora no tengo ganas de leer nada.
-Es increíble. El ébola está cruzando fronteras, el alto el fuego en Palestina pende de un hilo, siguen los bombardeos sobre Siria, mataron a más de 40 estudiantes en México, siguen las perforaciones en el Ártico en busca de petróleo, India y Pakistán se están cagando a tiros en la frontera así como los ucranianos al borde de una guerra civil, la cumbre climática de este año parece que no va a funcionar, los medicamentos están en manos de cada vez menos corporaciones, los mismo con los alimentos….
-Bueno bueno, pará un poco che, todas malas las que decís…
-Y eso que no te dije Argentina. ¿No viste las imágenes de los afectados por el uso de glifosato? Encima aprobaron la ley de hidrocarburos que entrega todos los recursos energéticos a las empresas, van a devaluar en cualquier momento, se sigue con el uso de transgénicos para elaborar cada vez más alimentos. Y de los candidatos que aparecen para octubre del año que viene ninguno convence ni en lo más mínimo, porque si los ves uno por uno notás….
-Uh por dios, córtala, hoy no tengo ganas de hablar de política Gustavo. Además, me lees solo las pálidas, como si nada bueno pasara…
-Si hay algunas buenas noticias pero no son muchas y la verdad que leerlas no produce el ánimo que…
-Bueno entonces hablemos de otra cosa. O por lo menos, habla vos pero de otras cosas al menos!!!.
-Está bien, está bien, no te calentes. ¿Puedo preguntar qué te pasa hoy?
-Nada, estoy de mal humor nada más, ¿nunca tuviste un mal día?, yo sí, y es hoy.
-Está bien, cambio de tema si querés, pasa que como siempre te gusta hablar de política y actualidad pensé que…
-No, hoy no tengo ganas, así de simple.
-Listo, no hay drama. ¿Hablamos de fútbol....
-Mmm…no, mejor no. Tomá, agarra el mate, me voy a ir a tirar un rato.
- ¿Tampoco vas a hablar de fútbol ni tomar mate? ¿Qué te pasa negro?, jamás dejas el mate de la tarde. Esto ya es muy raro de tu parte, creo que no recuerdo un día donde la política o el fútbol no te hayan interesado como tema de conversación, y menos con un mate de por medio que es tu bebida preferida si me preguntan a mi…
-Me pasa que Verónica me dejó anoche!!!!. Eso me pasa!!!!....
Y me importa un carajo el mundo, el país y todo lo demás. Que se vaya todo a la puta madre que lo parió Gustavo.



Patricio López Camelo.     

miércoles, 15 de octubre de 2014

 Detrás de la Cordillera
45

En las primeras horas de la tarde, Patricio fue preparado para una sesión de fotos. Ante las vista de varios militares fue obligado a ponerse un uniforme verde oliva y luego trasladado hacía otra dependencia. Con sus manos esposadas por delante y con grilletes en sus pies, fue ubicado contra una pared. En una gran mesa estaba distribuido el armamento, cada arma estaba identificada con un ostentoso cartel, sobre todas aquellas que eran de origen de algún país socialista, por supuesto que había muchas más que las escondidas por Patricio.
Al otro día en la portada de varios diarios aparecieron las fotos. Estos periódicos eran los mismos que antes publicaban en letras de catástrofe la falta de alimentos, ahora sin careta de democráticos festejaban, sin ruborizarse, la masacre. Antes criticaban la falta de papel higiénico, ahora le sobraba papel para limpiar su conciencia.
En la soledad  de un calabozo Patricio trató de poner en orden sus ideas. En los primeros días estaba por demás deprimido, no tenía consuelo por haber entregado las armas, la culpa lo mortificaba, pero de a poco fue superando la situación. Recordó lo que había escuchado muchas veces…  la cárcel es una trinchera más en la lucha de un revolucionario. En esos momentos trajo a su memoria un libro que lo había impresionado al leerlo. Tomó como ejercicio memorizar hoja a hoja la historia narrada. El libro en cuestión era reportaje al pie de la horca.
Se impresionó al darse cuenta cómo recordaba hasta detalles mínimos, a pesar del tiempo que había transcurrido del momento de la lectura. Al descubrir esto su rostro se iluminó, ahora tenia un arma  más poderosa que el cajón perdido. Su memoria, y esto no se lo podrían arrancar.
Las fotos en los periódicos no sólo sirvieron de propaganda al régimen, también cumplieron con otro objetivo no querido por los represores. Cerca del mediodía una vecina se acercó con el diario doblado en la bolsa de las compras hasta la casa de  Flora.
-Comadre, su hijo está vivo  Dijo sin rodeos y extendió el diario.
Flora quedó paralizada al lado de la cocina, luego limpió sus manos en el delantal y se abalanzó sobre el diario. Al reconocer la foto, llamó a su nuera
-Elena, hija, vení pronto que hay novedades

Elena salió como un rayo de la habitación, con el corazón palpitante pensando en lo peor, pero al ver a su suegra sonriente sus pensamientos cambiaron al instante. Luego las tres mujeres tomadas de las manos lloraron, pero esta vez, después de largo tiempo, fue de  alegría.

domingo, 12 de octubre de 2014



LOS FUEGOS DE LA POBREZA: INCREÍBLE

Que te puedan pegar un tiro por decir lo que pensás, la corrupción escandalosa, la rutina de aceptar que es así y no se puede hacer nada y bueno, hay que seguir como se pueda, siempre un poco peor.
Tener miedo y no actuar.
Juntarse con otros, salir del cascaron, nomas sea de a poquito para frenar la embestida de quien maneja los hilos de ese miedo.
Saber que en tu barrio hay un tipo mandado desde arriba que reparte según se le plazca y no te hagas el canchero gil que si seguís jetoneando te cocino a tiros eh y no se entera nadie.
Que la vida se viva sobreviviendo, creyendo que me meto en lo mío y si hago bien las cosas zafo, y salgo yo y mi familia adelante y el resto bueno, verán cómo hacen.
Tantos lugares sin tiempo donde todo es como ayer y peor, con patrones, señores, mafias, funcionarios funcionales, punteros, seudo-intelectuales convencedores, gente llevada por necesidad.
Personas mirando para a otro lado, tibios reproductores de lo mismo, caritativos con algo de culpa y  rutinarios absorbidos por juntar para un nuevo e imperioso auto O km.
Creer que portándose bien y lo que sea que eso signifique, no me voy a meter en quilombos y no me va a pasar como a esos pibes del otro barrio que mataron por lo de la falopa o la piba esa de Capital que andaba meta joda y ahí tenés, la agarraron los de la trata y anda a saber donde está ahora.
Que un tipo decida el destino de millones y los millones crean que las cosas son así o a lo sumo culpa del tipo, lo sacamos y listo, ponemos a otro y todo bien, la teoría de la manzana que arruina el cajón.
No escuchar ciertas cosas, no mirar algunos programas, no hablar con cierta gente que te dice que está todo mal cuando no está todo mal, algunas cosas nomas que, en su mayoría son culpa de la gente vaga que no quiere laburar 8 o 10 horas por día con 2 de viaje, 5 veces por semana o a veces 6. Esa gente que no quiere pasarse la mitad de su vida que es una sola yendo a laburar y laburando. Culpa de ellos, manga de vagos.
Pensar que si el tipo tiene mil millones está bien, si se los gano laburando, ponele que inventó un aparato electrónico y lo usa mucha gente, está bien que tenga esa guita, mientras no la haya afanado.
Saber que sí, hay hambre en el mundo y necesidades pero bueno, estamos un poco mejor que en otras épocas y además lo del hambre, ¿Qué querés? La mayoría de los hambrientos está en África y… -¿Qué querés?- Si pobrecitos están así desde hace siglos, que vamos a hacer desde acá. Por lo menos acá no pasa eso o no es tan así. Tan así.
Considerar que con votar mejor o con no votar a aquel que, -¿te acordas lo que hizo?- Se va a encaminar todo, ya vas a ver. Eso sí, fíjate frente a la urna porque sino después hay que esperar que se le termine el mandato y es un bajón.
Pensar que solo unas líneas escritas van a solucionar algo.
Creer que solo unas líneas leídas van a cambiar algo.
Saber qué es lo que pasa y no escribir, leer, hablar con otro o hacer algo cotidiano por pensar que no va a servir de nada y desistir solo de fiaca, que…- ¿para qué?- Si no podemos hacer nada.

Mirar como muchas cosas se nos caen sobre la cabeza. Y solo atinar a mirar. 



Patricio López Camelo

sábado, 11 de octubre de 2014


Nueva presentación de "Relatos del más acá"
Sábado 18 de octubre en Derqui
Centro Cultura La Fusa
Entrada libre y gratuita
Imperdible!!!!

miércoles, 8 de octubre de 2014

Detrás de la Cordillera
 44

La jarana se sosegó al toparse con un retén militar que estaba parando el transito. El mayor recobró la compostura y después de identificarse continuaron la marcha.
-Ustedes ni se imaginan lo buena que está la mujer de este güevón- Comentó el mayor a sus camaradas, que pusieron cara de interesarse por el tema. Patricio le descargó todo el odio del que era capaz en una sola mirada. La mano de otro milico se posó con fuerza sobre su cabeza obligándolo a bajarla
-No te pongas así cabrito, que estamos entre amigos- Y preguntó: - ¿Se la trincó mi mayor? cuente nomás a sus subordinados, que somos todo oído.
-Yo soy un caballero y un caballero nunca cuenta esas cosas, mucho menos los detalles íntimos de la cuestión. Respondió el mayor dándose importancia
-No tenemos ninguna duda que usted es un caballero mi mayor, pero no estamos hablando de una dama, sino de una perra roja. Acotó otro.
El soldado que manejaba la camioneta, que hasta esos momentos se había mantenido en silencio, animado por la ginebra se atrevió a preguntar
-¿Es cierto que las comunistas son bravas en la cama? Era apenas un muchacho y por el acento se delataba que era un campesino
-Más que bravas, las zurdas son herejes para la tripa ¡les gusta más que comer! Contestó el mayor. Las carcajadas se redoblaron.
-Me parece mi mayor que este anda queriendo probar, tiene cara de no haberle visto todavía la cara a dios.  Intervino alguien señalando al soldado, que enrojeció.
-Si estos chilotes brutos en el campo se las arreglan con las cabras no más, mi mayor
-No se preocupe m’hijito. Su mayor será un padre para usted, así que le prometo que no pasa de esta semana sin debutar.  Todos aplaudieron
- ¡Que sea con la mujer de este güevón!- Se escuchó a alguien gritar por entre los aplausos.
-No es mala la  idea, por el contrario, la apoyo. Sentenció el mayor, mientras terminaba de un trago con lo que quedaba en la botella.
-Basta, qué quieren, ya tienen las armas, al menos dejen la memoria de mi mujer en paz. Con la voz entrecortada de bronca, Patricio los increpó. Los milicos lo miraron desconcertados. El mayor, pasados unos instantes, comenzó a reírse. Sus subordinados no entendían lo que pasaba, paro también rieron. Al momento la cabina de la camioneta se llenó de carcajadas.
-Mirá Quesada que sos entupido, ¿así que te creíste lo de la muerte de tu mujer?. Todo fue una trampa para que vos cantaras todo como un canario.  Tu mujer esta en la casa de sus padres y nunca fue detenida. Explicó el mayor ahogado por la risa.
- ¿Y la mujer en el patio de armas, y los tiros?  Con ansiedad preguntó Patricio
-Al final me defraudás Quesada, sos un bruto. La mujer es una fiel colaboradora, que antes estaba en tus filas y ahora trabaja para nosotros, todo fue papel pintado. Hizo una pausa y terminó con una reflexión: -Ustedes los zurdos son todos iguales, muchas ideas pero poca inteligencia, por eso nosotros ganamos esta guerra, nos sobra astucia.
Patricio no preguntó nada más, por un lado se sentía aliviado. Que su compañera no estuviera muerta, era un peso enorme que se sacaba de encima, una cruz de culpa que lo agobiaba. Pero también estaba descorazonado, había entregado las armas y esto no se lo podía perdonar. Se sintió vencido.

lunes, 6 de octubre de 2014


FEA



“Narigasnadaquenarigúnproblemaenarizona” era el apodo que le habíamos puesto, copiándonos de los más grandes. Ella no era del barrio, pero tenía amigas en alguno de los departamentos, así que siempre andaba por ahí. Vivía en la Muñoz, donde desembocaba la calle “del paraguayo”, calle nunca transitada por nosotros dado que para ir al parque o la panadería íbamos por la paralela a la ruta, y para ir a la 31 o la Carnicería Chalita, cruzábamos el campo por la calle del pozo. La cuestión es que esta chica tenía una nariz enorme y ganchuda. Era flaquita y menuda, lo que destacaba más aun su enorme defecto físico. Defecto que contrastaba con lo proporcionado de nuestros cuerpos (pensar en el tamaño de mi cabeza o de los labios de Gustavo). Por supuesto aportábamos, de manera ostensible, a hacerle la infancia intransitable. Verla a ella era suficiente para disparar todo tipo de burlas (galpón de moco, por ejemplo). Y ninguno de nosotros, galanes, iba a tocarla ni con un palo. Tal vez porque darle bola era “un quemo”, nadie le prestó atención. Así que, para nosotros, esta chica creció de un día para otro. Ahora su nariz se asentaba sobre un cuerpo espectacular, que tenía todo lo que debía tener y más. Ahora su nariz era un toque de exotismo, no un horripilante apéndice. En realidad ya lo que menos mirábamos era su nariz. Había llegado el momento de la revancha: por mucho que nos esforzáramos en caerle simpáticos (y las hormonas nos empujaban a niveles de esfuerzo ridículos), no nos daba bolilla. Y la cosa se puso peor cuando se operó y redujo su órgano olfativo a tamaño normal. Ya no solo no nos daba bola, pasaba contoneando todo aquello que conformaba nuestro objeto de deseo y nos miraba con gesto absolutamente despreciativo. Solo nos quedaba el consuelo solitario realizado en su honor. Aprendimos dos cosas de aquella experiencia: que la naturaleza produce cambios impresionantes y que la cirugía los mejora. Y una tercera: no hay mujeres feas…

Alberto López Camelo

miércoles, 1 de octubre de 2014

Detrás de la Cordillera
43

Amanecía cuando lo bajaron del camión, había dejado de llover y  ráfagas de viento helado lo sacudían todo. Al ver de nuevo su casa se conmovió, le parecía todo tan lejano como si hubieran pasado años, para él era inconcebible que en apenas tan poco tiempo todo hubiese sido destruido. Se negó a entrar, no soportaba ver esos lugares tan comunes, como la cocina, el pequeño comedor y mucho menos el dormitorio, todo  estaba impregnado del recuerdo de su compañera. Sin una palabra, señaló la cámara del baño, que estaba en el pequeño jardín, en el frente de la casa. Nada se veía, únicamente, al  ras del piso un caño de unos diez centímetros que hacia de respiradero, al borde de este una soga disimulada entre el pasto bajaba hacía el pozo. Dos soldados provistos de palas, con rapidez, abrieron un boquete. Luego tirando de la cuerda alzaron los distintos bultos donde estaban guardadas las armas. Patricio esposado e impávido desde un rincón siguió toda  la escena.
Una a una, las armas fueron saliendo de sus envoltorios herméticos de trapo y plástico donde estaban protegidas de las inmundicias del pozo. El olor a mierda era intenso, pero esto no impidió que los milicos labraran burocráticas actas por triplicado y luego trajeran a un vecino por la fuerza para que las firme en calidad de testigo. Una vez terminado el trámite, las armas fueron cargadas en el camión. Patricio, en cambio, fue trasladado en una camioneta donde a su lado viajó el mayor.
Apenas se habían encendido los motores de los vehículos, cuando el mayor extrajo de un bolsillo de su guerrera una petaca con ginebra, tomó un sorbo y luego de chasquear los labios, pasó la bebida a sus tres compañeros, todos empinaron el codo. Una vez que la botella volvió a sus manos el mayor le ofreció un trago a Patricio, que meneando la cabeza no aceptó.
-Pues ya que no quieres compartir una ginebra con nosotros, al menos acepte un cigarrillo, si al final estamos entre amigos- Todos los militares rieron festejando la ocurrencia del mayor, mientras la petaca seguía pasando de mano en mano.
Patricio fumaba con la cabeza mirando el piso, no queriendo ver por la ventanilla las imágenes de su barrio,  lo lastimaban aún más. Una vez que se terminó el contenido de la petaca, desde la guantera de la camioneta apareció otra botella. Esto animó un poco más a los militares, que comenzaron a cantar una marcha que mezclaba lo épico, de guerras que jamás habían hecho, con nombres de pupilas de burdeles, que sí habían visitado.