LA INSEGURIDAD COMO PANTALLA
Existen una serie de temas que se han hecho carne en el debate
político de una parte de la sociedad. Estos se hallan presentes con asiduidad,
despertando pasiones que suelen reservarse para el fútbol.
Uno de dichos temas es la inseguridad. En muchas ocasiones
se puede escuchar -más allá de lo que dicen los medios de comunicación más
poderosos- grandes debates y preocupaciones entre la gente, basados en algunos
razonamientos centrales. Tomaremos el principal:
-”La inseguridad es producto inevitable y directo de la
delincuencia”-. Es decir, se asocia a alguien, casi siempre de bajos recursos
económicos, que desea vivir sin trabajar y sale a quedarse con lo que no le
corresponde. En algunos casos, esta persona puede necesitar estrictamente eso
que desea o debe robar -“robar para comer”- o no, simplemente lo hace porque no
desea trabajar o considera más fácil vivir de lo obtenido mediante el robo. Esta
última es la opción elegida con mayor frecuencia por gran parte de la sociedad.
A su vez, mediática y socialmente, de manera reciproca, se vincula la
inseguridad solo y directamente con el llamado “robo común”, que tal como
señala el doctor en ciencias políticas, Marcelo Moriconi Becerra (2013) incluye
desde asaltos violentos hasta entraderas bancarias y demás.
No se contempla en ese concepto de inseguridad, por ejemplo,
la acusación a un funcionario público de beneficiarse con negocios éticamente
reprobables y jurídicamente ilegales, considerados incluso mediáticamente como
“escándalo de corrupción” o similares. Socialmente, la inseguridad parece
apuntar a delitos violentos y directos perpetrados por los sectores más pobres.
Retomando nuestro razonamiento que establece el nexo
inseguridad-delincuencia, se desatan a partir de allí diversas conexiones: la
delincuencia y la pobreza son hermanas- aún cuando muchos no creen en que se
roba por falta de trabajo o necesidad de subsistencia-, por lo cual, los actos “vandálicos”
son propiedad de personas pobres que desean apropiarse de propiedades ajenas
(engorroso, ¿no?).
En esta lógica se descartan con facilidad causas
estructurales (pobreza crónica, marginación social y cultural, segregación de
todo tipo, etc.) que sí permitirían un abordaje diferente, aunque a su vez, más
complejo. La inseguridad es un tema complejo, no por eso, inabordable.
Las soluciones:
una eterna calesita
En base a esta lógica simplista del problema, las soluciones
que se piensan consisten en otorgar más poder a la principal institución
encargada de detener a quienes delinquen: la policía. De este modo se permiten
y alientan la proliferación de políticas -y el ascenso de políticos, el otro
eslabón que conforma la cadena de trabajo conjunto- peligrosas denominadas de “mano
dura” o “tolerancia cero”.
Otras de las soluciones proponen aislar a los sectores más
carenciados mediante diversos artilugios (muros alrededor de las villas,
erradicación de las mismas y su expulsión hacia los márgenes de las ciudades,
deportación de inmigrantes, y peores) y una diversidad de opciones como la
vigilancia permanente (pública y privada) de la vida de las personas, la
aceptación del abuso policial y el “gatillo fácil” (condenable solo cuando la
víctima era hijo de alguien importante o económicamente relevante), la baja de
edad de imputabilidad, la pena de muerte o incluso, la eliminación de la
presunción de inocencia. Todas medidas absolutamente dementes.
La inseguridad se ha convertido, desde hace varios años, en
un tema exagerado, excedido en su importancia otorgada dado el abordaje superficial
y claramente segregacionista que de ella se hace y ya mencionamos
anteriormente.
En este punto consideramos fundamental preguntarnos: ¿Qué es
la inseguridad? ¿solo los robos violentos sufridos en las calles, comercios,
casas, instituciones, etc.?
La inseguridad
también es aplicable como tal a la destrucción del sector publico (salud,
educación, justicia), la proliferación de mafias -policiales, políticas,
futbolísticas, de trafico de drogas, armas y personas, todas en su mayoría
interrelacionadas- los altísimos niveles de corrupción en todos los ámbitos de
la sociedad, la precariedad o ausencia de ofertas laborables, la privatización
de casi todos los aspectos de la vida, la utilización del estado en defensa de
los intereses de una elite y, en especial, la destrucción de los lazos sociales
que impedían ver en el “Otro” una amenaza latente al “nosotros”. Cabe preguntar
si todo lo planteado no genera inseguridad en el conjunto individual y social
de las personas.
La representación superficial de la inseguridad es utilizada
para dividir a sectores que el neoliberalismo lleva 4 décadas dividiendo, sin
importar el gobierno de turno, ni el actual, ni los anteriores. Y sobre todo,
es ideal para estigmatizar la pobreza como origen del problema, sin buscar los
problemas que dan origen a la pobreza y a la real inseguridad que viven las
diferentes clases de la sociedad.
Para finalizar, es importante plantear que el problema de la
inseguridad es político y como tal su solución radica en la política, es decir,
en una mínima participación de los ciudadanos en los problemas, que deberían
ser solucionados por los políticos, pero en los cuales ya no podemos dejar
depositada nuestra confianza. La vigilancia debería ser, ahora, desde la sociedad
hacia ellos. Sobre ellos.
Si logramos pensar y aplicar soluciones que vayan más allá
de las que se plantean tradicionalmente, -como otorgar concesiones a
instituciones responsables de la existencia de toda esa inseguridad “real” y
completa que mencionamos- estaremos dando un importante paso adelante,
sustancialmente mejor que permitirnos pensar mediante patrones culturales
pertenecientes a sectores de elite. Y que solo tendemos a repetir.
Si logramos pensar en vez de repetir lo que dejamos que nos
dicten, quizás podamos descubrir a los titiriteros de esta obra fantasmagórica.
Y comenzar el largo camino de ponerle fin.
Patricio López Camelo
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