"Detrás de la Cordillera"
8
Las clases dominantes chilenas se
fueron despojando gradualmente, de la careta democrática y comenzaron a conspirar abiertamente contra el gobierno
popular. El golpe estaba en marcha…
La situación en la empresa no escapaba de la que vivía
el país, los gringos estaban comprometidos en el plan general del golpe. La
fábrica comenzó a quedarse sin insumos y
esto era fundamental para el
gobierno. Al ser una industria madre, si ésta cerraba, cientos de pequeños
talleres también lo harían. Dejar a miles de trabajadores en la calle, eso era
parte del plan. Crear descontento social, demostrar de esa forma la incapacidad
de la Unidad Popular para gobernar. Los dueños del privilegio no aceptaban que
el pueblo pudiera cambiar la historia.
Los acontecimientos en la empresa se aceleraban. Los
dueños gringos y sus gerentes locales prepararon una jugada estratégica.
Hicieron llover miles de telegramas de suspensión para los trabajadores. El texto era por demás
significativo: Por dificultades
económicas y falta de insumos, se suspende la actividad por término de veinte
días. La empresa se compromete a pagar la totalidad de los jornales, más plus y
viáticos correspondientes.
La maniobra no por burda dejaba de ser
audaz, a todas luces se trataba de comprar la conciencia de los trabajadores,
abonando el cien por cien de los sueldos y premios, para que estos acompañaran la
maniobra desestabilizadora. La empresa además tenía entre los trabajadores su
quinta columna. Un grupo minúsculo pero
muy activo, encabezado por turco Modad, operaba en la fábrica tratando de
convencer para aceptar la suspensión.
La respuesta dada por los obreros fue contundente...
En la asamblea, participó una multitud de más de tres
mil trabajadores. En el playón principal de la fábrica se apiñaban para poder
hacer uso de la palabra, el orador se trepaba a una pequeña tarima donde estaba
el micrófono.
Tomás Moncada,
pidió la palabra, era un hombre mayor,
muy respetado y con mucha antiguedad en
la empresa.
-Compañeros, los que me conocen saben que
no soy de hablar en las asambleas, porque entiendo que hay compañeros que se
expresan mucho mejor y que nos representan dignamente, pero hoy es distinto.
Desde el mismo momento que recibí este telegrama. Sacó del bolsillo de la camisa de trabajo el arrugado
papel y lo expuso para que todos lo vieran.
-Pensé, que hoy tenía que hablarles,
sobre todo a los más jóvenes. Lo primero que quiero decirles, es que no estamos
solos, puedo oler en el aire que miles y miles de compatriotas nos están
acompañando. Ustedes pueden reírse de las creencias de un viejo campesino, pero
les quiero contar que una mañana del año treinta cuatro, olí sangre en el aire
y por desgracia no me equivoqué. Allá, en Ranquil, quedaron mi padre y mis
hermanos acribillados de cara al sol. Yo fui unos de los pocos sobrevivientes.
A veces pienso me dejaron escapar para que les cuente a los demás que luchar es
peligroso, que es mejor vivir de rodillas.
Pero yo, no cumplí con el encargo… Toda la vida me la pasé denunciando
la masacre, poniéndole nombre y apellido a los rifles que por siempre querían
quedar anónimos. La muerte tiene nombres compañeros!!! Son los dueños de
Chile!!!- Ovación. Moncada hizo una larga pausa, llenó los pulmones de aire y
continuó:
-Hoy, estos señorones quieren que
los trabajadores cambien olvido por dinero, quieren que seamos cómplices de sus
jugarretas, ofrecen quincenas enteras
para que traicionemos, para que nos pasemos de bando. Es poco lo que
tienen para ofrecer. Solamente dinero. Dinero que para ellos lo es todo, es
único. Por él, explotan, mienten, corrompen
y nunca debemos olvidar que por él, son capaces de matar. Para finalizar
compañeros, en la memoria de todos los caídos que hoy nos están acompañando y
en la sangre de mis propios muertos propongo a esta asamblea: dar una respuesta
contundente a los gringos y sus lacayos, prender fuego este telegrama infame,
como muestra que los trabajadores de la empresa Siderúrgica Chile Sur no
traicionan. Terminó de hablar y prendió fuego el telegrama, miles de trabajadores
lo imitaron.
-¡¡¡El pueblo unido jamás será
vencido!!!- retumbaba por toda la planta.
La intervención de Moncada había
dejado descolocado a Modad y sus seguidores. Estos proponían aceptar la
suspensión, aduciendo que si no los capitales se irían de Chile dejando una
ristra infernal de desocupados. José Modad, el principal referente de la
democracia cristiana, era conciliador pero no estúpido, así que, cuando vio que
la situación no le era propicia, se calló la boca. El turco era todo un
personaje en la fábrica. De joven, dicen quienes lo conocieron, fue un
destacado delegado combativo y solidario, pero una vez que entró en la
dirección del gremio la buena vida, que incluyó algún viaje a Europa, a los
cursos de los sindicatos libres, lo
fueron aburguesando. Ahora de combativo lo único que le quedaba era la
historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario