"Detrás de la Cordillera"
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La lluvia
golpeteaba contra el cubre techo de la carpa. Durante todo ese viernes no había
dejado de llover. A nuestro frente el río marrón parecía dormido. El comedor
del camping, en cambio, rebozaba de actividad. En las distintas mesas se jugaba
a los naipes, a los dados, o simplemente se charlaba animadamente.
Sobre la costa, unos pescadores que el mal
tiempo no había hecho claudicar, se aprestaban a pasar la noche junto al río.
Cada tanto, con un aplauso cerrado, se festejaba la buena pericia de algunos de
ellos que había conseguido una buena pieza. Por todo el predio estaban
esparcidas las carpas y también alguna casa rodante. Bajo el único quincho
alguien trataba de hacer fuego para un
asado. A nuestras espaldas se dibujaban
los esqueletos de los puestos de la feria de artesanías, la calle estaba
desierta y el atardecer ya se había ido.
-Compadre,
venga que tengo el agua lista para el mate- La invitación llegó desde la carpa
de al lado.
Nos
acomodamos en la carpa de Patricio, un chileno a quien a había conocido el día anterior en la inauguración de la
feria. La coincidencia nos había dejado de vecinos, con el puesto colocado
uno al lado del otro y enseguida nos comenzamos a tratar como viejos amigos.
Patricio era un tipo llano y solidario. Cuando le pregunté como había conocido
a un amigo en común: Vladimir Hurtado, jamás imaginé lo que obtendría como
respuesta.
-Así que querés saber cómo conocí a Vladimir- Contestó Patricio,
que haciendo una pausa para terminar el
mate agregó:
-Te voy a contar todo. Desde el
principio, total tiempo es lo que sobra- Y empezó hablar
Nuestro proceso político, el
chileno, lo podemos comparar con un boxeador. Esos pibes pobres, que vislumbran
una posibilidad, aunque remota, de ser campeón mundial y se agarran a ella para
salir de la miseria. Así nos paso a nosotros.
Años haciendo bolsa, sombra, guanteo, practicando para la gran pelea…
…Lo primero
que aprendimos fue a defendernos, a que no nos peguen tanto. La sociedad
chilena siempre fue tajante, una elite, hija de la antigua nobleza colonial y
prima hermana de la aristocracia rural. Ellos por un lado y por el otro,
nosotros, el pueblo: obreros, campesinos, indios, pequeños comerciantes. “Los
rotos” como siempre nos llamaron los dueños de Chile. De a poco fuimos aprendimos
a cómo pararnos en el ring. Lo más importante que hay que tener en claro, es
saber quién es uno, tener identidad de clase. Desde ahí saber elegir tus
aliados, ayudarse mutuamente y respetarse. Fue un trabajo de hormiga, año tras
año acumulando experiencia, los combates te van trayendo conocimientos, avanzar
dos, retroceder uno y de a poco fuimos ganando nuestras primeras peleas, con
algunos nockout resonantes. Los triunfos hacen crecer la confianza en tus
propias fuerzas, aumenta tu optimismo, te sentís cada día más fuerte. Las derrotas no te hacen mella si hay capacidad
para la autocrítica y así podes seguir avanzando. Pero ojo, nunca hay que dejar
el gimnasio, todos los días hay que estar al pie del cañón y jamás dudar en
lograr la victoria
Hicimos las cosas bien y el enemigo comenzó a preocuparse. Los grandes
periódicos comenzaron atacarnos. Todos los días con grandes títulos escribían
sus mentiras y llenaban de miedo todo Chile. Pero a pesar de todos ellos, llegó
el gran día de pelear por título… Los embocamos y ganamos por nocaut.
Allende presidente,¡¡¡Que alegría!!! Era tomar el cielo por asalto. Una fuerza invencible de miles de voluntades
cantó y bailó esa noche por todas las calles. Patricio hizo una pausa, con la cara iluminada
de alegría, envolvió el mate en una de sus manos y me lo extendió
-Fuimos felices entonces, muy
felices- Dijo mirando el río que seguía dormido y por un momento se quedo muy callado.
Luego su cara se lleno de tristeza y continúo
relatando - Pero no sólo hay que ganar
el título, lo más difícil es mantenerlo y nosotros no pudimos… Yo soy un hijo
más de ese proceso heroico y bello que realizó el pueblo chileno.
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