Detrás de la Cordillera
19
Patricio estaba totalmente desorientado cuando llegó
Larraín. En pocas palabras le comunicó lo que estaba sucediendo, e
intercambiaron opiniones para encontrar una posible solución, luego
reingresaron a la oficina para continuar con las preguntas.
Núñez continuaba con su monólogo, se lo veía
triunfante. Al verlos entrar preguntó:
-¿Cuándo vienen los carabineros a buscarme?-
-En un rato, antes queremos que nos
contestes algunas preguntas-
-Con todo gusto, será un placer- De
forma irónica contestó Núñez y Larraín
se mordió los labios para no insultarlo.
Patricio, en cambio, hizo como si nada hubiera pasado y preguntó
-Queremos saber quién te paga y los
nombres de todos tus cómplices-
El saboteador se tomó su tiempo para responder,
deliberadamente todos sus movimientos eran hechos con extremada lentitud,
encendió un cigarrillo llenó sus pulmones de humo y recién después habló.
-¿Quieren saber quién me paga? No
hay problema: la empresa, y gano en un mes lo que todos ustedes ganan en un año. -
-¿Quiénes en la fábrica están
implicados en los atentados? Queremos los nombres de todos ¡YA!- Gritó Larraín
fuera de sí
-No me subestimen, no soy un
traidor, no voy a dar ningún nombre- Con una sonrisa a flor de labios contestó
Núñez, quien parecía disfrutar con la situación. Larraín descontrolado gritaba:
-¡Te puedo moler a palos y sacarte todos los
nombres que quiera!-
-No te atrevés mierda. Ustedes los
zurdos son todos iguales, cuando llega el momento se cagan en las patas y no
hacen nada- Núñez provocaba descaradamente a Larraín. Se quería hacer golpear
para aparecer ante el juez y el
periodismo como victima.
- Basta, vamos a sacarlo de aquí- intervino
Patricio
- Ves este es un chilote sensato.
Usa la cabeza, y no es como vos que sos
todo fuerza y nada de seso. Reía Núñez, que continuaba provocando a Larraín, quien tras una seña de Patricio
cerró la boca.
Por una puerta lateral salieron
hacía los playones, que a esa hora de la madrugada estaban desiertos, y en
total silencio se acercaron a los fondos de la fábrica. Núñez comenzó a
inquietarse y, ahora, era él el que hacía las preguntas, pero nadie le
respondía.
Cuando salieron del perímetro fabril, por una pequeña
puerta que iba hacía un basural a orillas de un riacho nauseabundo, se
desmoronó.
-No hagan locuras muchachos, que
después se van arrepentir- Su cara se había trasformado, ya no existía la
sonrisa irónica y su voz iba perdiendo
seguridad.
Cuando llegaron a la orilla del arroyo, con el fango
hasta los tobillos, estaba totalmente quebrado. Al ver las armas desenfundadas
que lo apuntaban, sus piernas no resistieron el pánico y cayó de rodillas para
comenzar a gimotear pidiendo clemencia.
-¡Por favor no me maten! ¡Tengo
hijos, no lo hagan! Les puedo dar los nombres de los demás, les juro que yo sé
todo, cuánto cobran, dónde se reúnen, a que organización pertenecen… ¡Les digo
todo, no me maten!-
Era patético verlo llorar desesperado, desencajado,
con la cara enrojecida y llena de mocos, tratando de canjear su vida por los
nombres de sus socios, era la imagen viva del traidor.
Los disparos resonaron secos en la madrugada, desde un pequeño caserío a lo lejos
ladraron perros, una neblina tenue se
comenzaba a levantar. Una de las cuatro sombras que rodeaban el cuerpo, se
acercó, movió el cadáver con la punta del píe y sin apuntar a quemarropa
descerrajó los dos últimos balazos. Después, el silencio y la neblina lo cubrió
todo.
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