Detrás de la Cordillera
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Al finalizar el verano las cosas
estaban totalmente claras, la derecha y sus aliados, conspiraban contra el
gobierno a cara descubierta. La CIA, desde sus oficinas montadas en pleno
centro de Santiago, coordinaba todas las acciones: sabotaje, intimidación,
asesinatos de personalidades, campaña psicológica de masas, paros de los grupos
patronales, en suma, en Chile los gringos usaron el manual completo del
terrorismo contra-revolucionario.
La fábrica no era ajena a esta situación. La patronal
aún no había olvidado su derrota en el conflicto anterior, en realidad las
clases dominantes jamás olvidan a quienes los enfrentan y menos a quienes les
hayan doblado el brazo y en este caso no era la excepción.
La táctica que
usaron era conforme con la situación del
país, era una mezcla exacta de siembra
de miedo y del sabotaje. Todas estas medidas, aplicadas en sutiles
dosis.
Ese verano fue récord en lo que se refiere a máquinas
rotas. En el mercado no se podían conseguir los repuestos y desde las casas matrices
tardaban meses en reponer las piezas. En muy poco tiempo habían logrado
disminuir la producción. De continuar esta situación. En poco tiempo más, la fábrica quedaría
totalmente paralizada.
En la comisión interna estaban preocupados. La
maniobra era clara, estaban vaciando la empresa para dejar un tendal de
personas sin trabajo. Los responsables serían los obreros, junto con el
gobierno popular.
En las
reuniones que habían mantenido con los gerentes, éstos negaron cualquier
relación con los hechos de sabotaje y dijeron ser los más perjudicados. Además
aducían, con razón, que los sucesos se
producían en las líneas y que esta zona era controlada por los trabajadores
desde el mismo momento en que se había firmado el convenio de control obrero
sobre la producción. Tirar la piedra y
ocultar la mano, esa era la táctica, era
indudable que el que tiraba la piedra era un trabajador y ellos llenaban esa
mano de dinero.
Con Patricio a la cabeza, un grupo de trabajadores se
hizo cargo de la tarea de investigar los hechos. Se tomaron una cantidad de
medidas, entre ellas se duplicó la seguridad en los distintos sectores, sobre
todo en el turno noche. Se prohibió el traslado de una sección a otra, sin
previa autorización y también se comenzó
un minucioso trabajo de inteligencia para investigar a un grupo de
trabajadores.
La labor de la comisión de
seguridad fue dando resultados y no hubo nuevos atentados, lo que
fue recreando la confianza entre los trabajadores. Esto tenía un doble
significado, por un lado ya no se miraban entre sí como sospechosos, cosa que
pasó en un momento, y por otro, el más importante, era que se volvía a creer en
que todos unidos, eran una fuerza invencible. Era cierto que entre ellos había
un o varios traidores, pero era más cierto que ellos eran varios miles y que
estaban dispuestos a luchar hasta
vencer… o morir.
Cuando se paró la serie de atentados, la comisión
interna recuperó la iniciativa política. Lo primero que hizo fue buscar
soluciones múltiples, para poner en funcionamiento las distintas secciones que
aún continuaban paradas.
La tarea fue difícil, pero no imposible de sacar
adelante. Con la ayuda de sindicatos amigos y la solidaridad internacional se
pudo resolver. Desde otras fábricas vinieron piezas nuevas para suplantar las
rotas y las que no se pudieron conseguir en Chile llegaron desde los países
socialistas o desde la propia Europa a través de sindicatos amigos de la causa chilena.
Los patrones gringos no se quedaron quietos y estaban
dispuestos a devolver golpe por golpe. Y
así lo hicieron. En una sola noche rompieron cuatro máquinas.
La comisión interna actúo de inmediato ante los nuevos
sabotajes y esa misma noche se reunió en la fábrica. Antes que ingrese el
turno de la mañana ya se habían tomado nuevas medidas
No se denunciaría los sabotajes porque había que
guardar el secreto. Hasta ese momento eran muy pocos los trabajadores que
conocían los hechos, los atentados perjudicaban a una única sección, por lo
tanto hacerlo era posible. Si se lograba mantener el secreto se le sacaba al
enemigo uno de los elementos más preciado que buscó con el atentado: el de la
propaganda.
No dar a conocer el sabotaje fue una medida acertada,
la mayoría de los trabajadores jamás se enteraron de los sucesos y esto
permitió desorientar totalmente a la
patronal.
Del trabajo de
inteligencia realizado en los días anteriores se desprendía una lista con
treinta nombres de posibles saboteadores, esa noche en la empresa habían estado
solamente siete de ellos, por lo tanto se dispuso redoblar la vigilancia sobre
los sospechosos.
-Tenemos que dejar la ratonera
preparada, lo van a volver a intentar, necesitan dar un gran golpe y esta es
nuestra oportunidad para atrapar a los traidores. Planteó Mena al resto de la
comisión interna. Todos coincidieron con el choclo.
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