Detrás de la Cordillera
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La fábrica se inundo de uniformes,
que corrían de un lado a otro, dando órdenes a los gritos y haciendo
ostentación de sus armas. Todos los trabajadores permanecían sentados en el
suelo del estacionamiento, vigilados por grupos de soldados que los apuntaban
con sus fusiles automáticos.
A una orden del capitán, todos los trabajadores se
pusieron de pie y ante los obreros apareció la figura de un coronel con la cara
pintada, portando en su mano derecha una ametralladora.
La tarjeta de presentación del coronel fue poco
auspiciosa para los trabajadores, antes de mediar palabras rasgó el aire con
una andanada de tiros. El ambiente se impregnó de olor a pólvora. Los obreros intercambiaron miradas de
desconcierto, muchos de ellos estaban pálidos y hasta el sol, avergonzado, se
escondió detrás de una inmensa nube.
-¡ESTA ES LA NUEVA LEY EN CHILE!-
Gritó el coronel confirmando sus palabras con otra ráfaga de balazos.
-Este 11 de septiembre no se lo van
olvidar nunca, se los puedo asegurar. A partir de hoy se acabó la joda. Hizo una pausa de forma deliberada mientras
caminaba lentamente observando la fila de trabajadores que lo escuchaban en
silencio
- ¡La patria socialista, querían
hacer los güevones! No se dieron cuenta que es sólo una linda consigna. Letras
y papeles, sólo palabras, pura mierda, lo único que sirve es esto... - Y volvió
a apretar la cola del disparador.
-¿Escucharon como habla? Es hermoso
el idioma de las armas. Claro, preciso, sin ninguna duda. Se empuña, se apunta
y se mata. El coronel se explayaba de forma didáctica, y a su momento dejó el
papel de maestro y volvió a hacer lo que mejor sabia: mandar, y gritando
preguntó de forma que sonaba más a una orden que a una pregunta
-¿DONDE MIERDA ESTÁN LOS
IZQUIERDISTAS?, ¡QUE LEVANTEN LA MANO!
Tímidamente se alzaron unas pocas.
-¡¡¡MARICONES, COBARDES!!! ¡¡¡ASÍ
SON TODOS LOS ZURDOS!!! Cuando llega el momento se cagan en las patas. A ver
carajo o se quedaron sordos, quiero saber donde están los zurdos Y reafirmó su
orden con una nueva catarata de balazos.
Los obreros se sintieron desafiados
y contestaron levantando sus manos al cielo. Sólo un puñado de trabajadores
dejó sus brazos sin alzar. El coronel continuó con su arenga:
-Ustedes son la confirmación de la
tarea que hizo el terrorismo foráneo. Ustedes que son trabajadores chilenos
piensan como extranjeros. Tienen la cabeza podrida. No respetan ni la bandera y
se cagan en todos los símbolos patrios. Pero a partir de hoy se acabó esta
vaina, se lo puedo jurar en nombre de estas insignias que me ha dado el heroico
ejército chileno…
El coronel
hizo una pequeña pausa en su discurso, pues un asistente se le acercó para
entregarle un papel. El militar luego de leerlo concienzudamente les ordenó a
los obreros.
-Los que vaya nombrando salen de la
fila y se forman allí. Y señaló una pared lateral- Mena, Torres, Larraín,
Lotito, Valdés, Jaramillo, Riquelme, Quesada…
Cuando Patricio escuchó su apellido, atinó a dar un
paso adelante para marchar con los otros compañeros, pero una voz a su lado lo
paralizó:
-No se presente compañero Quesada,
huelo sangre en el aire- Dijo Tomás Moncada, por lo bajo. Patricio no se movió
de su lugar y bajó la mirada un poco avergonzado.
Dando la espalda al paredón, de pie, se alzaban las
figuras de trece obreros, que a una orden de los militares, fueron diciendo su
nombre y apellido. El coronel iba tachando nombres de su listado, luego dobló
el papel cuidadosamente y lo guardó en uno de sus bolsillos.
Un pelotón de soldados se formó con sus armas en
posición de tiro, apuntando a los trece obreros, ninguno de ellos bajó la
cabeza. El silencio lo invadía todo, el coronel se acercó hasta el pelotón y
secamente ordenó:
- ¡¡¡ Soldados de Chile!!! En
nombre de la patria y la libertad, ¡¡¡APUNTEN!!!
El choclo Mena dio un paso adelante y enfrentando las
bocas de los fusiles gritó:
-
¡¡¡VIVA ALLENDE!!! ¡¡¡ VIVA EL
SOCIALISMO!!!-
-¡¡¡ FUEGO!!!- Escupió la orden,
con desprecio el coronel
El ruido de los infames disparos no pudo tapar el
grito de miles de obreros que acompañaron el asesinato de sus compañeros dando
vivas por Chile y el socialismo.
Patricio permaneció junto con los otros trabajadores
de pie, en sus lugares, paralizado ante la traición y el asesinato. Cuando
fueron desalojados de la fábrica a punta de bayoneta y culatazos, parecían un
ejército sin alma, desteñido por la derrota.
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