"Detrás de la Cordillera"
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Patricio y los demás compañeros de la comisión se
encontraron con un problema de difícil solución. Cómo cuidar los depósitos de
herramientas y de piezas terminadas. Por el momento, se había resuelto cerrar
con candados y dejar un compañero en la puerta, pero todos tenían en claro que
de esa forma no se garantizaba, que al final de la toma, no se encontrarían con
faltantes. Nadie quería pagar un costo semejante ante la patronal. Eran obreros
no ladrones
La comisión
buscó distintas variantes para afrontar el problema pero la solución no
aparecía. El robo en la fábrica era moneda corriente y todos los trabajadores
conocían a los integrantes de la pequeña red delictiva. A Patricio se le
ocurrió una idea que al resto de los compañeros de seguridad, les pareció muy
audaz, pero acordaron en llevarla a la práctica.
Los altavoces de la planta convocaron a
cuatro compañeros, todos ellos estaban comprometidos en el robo de piezas. En
breves minutos tres trabajadores se presentaron ante Patricio que los recibió
en una oficina.
-¿Migueles no esta en la fábrica?
Pregunto Patricio
-No, él es mi pareja y ahora esta
con la familia. Se apuró a responder Ruiz.
-Podemos ir a buscarlo, si es
necesario- Intervino el gallego Pérez, que mostraba fingida cortesía.
No había duda, los tres trabajadores convocados se
sentían temerosos ante el requerimiento. Ellos tenían en claro que la comisión
interna conocía de sus actividades y que por esto eran despreciados. Ellos por
su parte odiaban a los “monjes rojos”, nombre con el cual se conocía a los
integrantes de la interna y por extensión, a
todos los activistas de la fábrica.
-No es necesario. Cuando vuelva,
ustedes le comentan lo charlado. Cualquier duda que tenga Migueles, puede verme
en cualquier momento. Yo no voy a salir de la fábrica mientras dure la toma. Habló
Patricio marcando enfáticamente el último párrafo.
Los tres bajaron la cabeza. Patricio encendió un
cigarrillo, deliberadamente hizo silencio y se quedó unos instantes jugando con
los anillos de humo que iba formando. Se sabía mirado por tres pares de ojos,
pero ninguno se animó a decir palabra.
- En primer lugar, quiero
agradecerles que estén aquí para colaborar... Abrió el diálogo Patricio en un
tono que no tenía nada de parecido con el usado con anterioridad y con el mismo continuó:
-No quiero extenderme en los
motivos de la toma, que ustedes conocen en profundidad por haber participado en
la asamblea. Los tres asintieron con la
cabeza.
-Pero para llevarla de forma
exitosa es necesaria la participación de todos y por eso la comisión de
seguridad a pensado en ustedes para que colaboren y se hagan cargo de un sector
de la fábrica.
Ruiz antes de hablar miró a sus compañeros, que
denotaban asombro en la mirada.
-Mirá Quesada, esto nos toma de
sorpresa, no lo tomes como que uno le saca el culo a la jeringa, pero estar en
la comisión de seguridad, es mucha responsabilidad.
-Sí, es cierto. Uno no tiene
experiencia y es una tarea difícil, donde no se puede improvisar. Acotó Pérez
Patricio asentía con la cabeza y mostraba sumo interés
en las opiniones. Esto animaba a sus interlocutores que continuaban dando
excusas. En un momento Patricio corto en seco la charla y dijo.
- La comisión ha evaluado después
de una larga discusión, que ustedes son los compañeros indicados para cuidar
los depósitos A y B. En ese momento ingresó a la oficina el pollo Requena, que
también era miembro de la comisión de seguridad.
-¿Alguna pregunta? Ninguno dijo
nada. Estaban enmudecidos. Patricio continuó:
-Como pueden darse cuenta, no es
una tarea complicada. Conocer a fondo las piezas y el movimiento del almacén es
primordial y ustedes cuatros tienen sobrada experiencia en eso. Además cuentan
con todo el aval de la comisión. Comienzan ahora.
Ruiz estaba pálido, Pérez sonreía
nerviosamente. Pelliza que hasta ese momento había permanecido callado, estaba
rojo de furia, no se aguantó más y gritó.
-¿Qué carajo te crees que
sos?,venís a mandar? Para el depósito no cuenten conmigo, ahora mismo me mando
a mudar y se van todos a la puta madre
que los parió.
Requena se le fue encima y Pelliza
le tiro una trompada, Ruiz y Pérez se interpusieron y los separaron. Patricio
ni se levantó de la silla y
tranquilamente continuó hablando:
-Las puertas de esta fábrica están
abiertas para los desertores, no retenemos a nadie contra su voluntad
¿entendiste Pelliza?
Pelliza se había sentado, el sudor le corría por la
frente. Pérez hablo queriendo conciliar:
-Es una mierda que lleguemos a
esto, de pelearnos entre compañeros. Vos gordo -por Pelliza- no podes putear a
todos y amenazar con irte. Pero yo comparto con vos lo que dijiste.
Ustedes no pueden obligarnos a hacer la
vigilancia del depósito. Uno quiere colaborar, pero esto es un abuso.
-A ver si nos entendemos de una
buena vez, Aclaró Patricio - A ustedes los tenemos totalmente identificados,
son los responsables de la mayoría de los robos de piezas de esta fábrica, en
complicidad, claro, con el personal jerárquico. Creo que no es necesario que
les diga donde se venden las piezas robadas, ni tampoco el estándar de vida
alcanzado por casi todos ustedes: autos, amantes y hasta alguna pequeña casa de
fin de semana.
-No es verdad, son todas mentiras-
Alcanzó a decir Ruiz casi con hilo de voz. Patricio siguió como si nada hubiera
escuchado:
-A pesar de conocer todo esto, el
comité de la fábrica ha decidido darles a ustedes una oportunidad. Confiamos en
que sabrán estar a las alturas de las circunstancias y al final de la toma no
habrá ni una sola arandela faltante.
-¿Entonces podemos negarnos a hacer
la tarea?- Preguntó Pérez
-Sí, pueden negarse. Acá no se
obliga a nadie. Respondió Patricio. Los tres suspiraron con alivio. Requena en
cambio miró desconcertado a Patricio, que después de una pausa agregó:
-Es cierto pueden negarse, pero yo
los llamaría a la reflexión, porque si ustedes se niegan a cuidar los
depósitos, otros compañeros desarrollarán la tarea, pero en el caso en que haya
faltantes, los responsables serán ustedes. Por más que demuestren haber estado
a kilómetros de la empresa, ¿queda claro? De ustedes es la decisión.
-Son unos hijos de puta, pero nos
tienen agarrados de los huevos- Vociferó Pelliza, que era un corrupto pero no un
tonto, y había visto desde el principio lo maquiavélico del plan. A su lado
Ruiz estaba desolado, Pérez en cambio seguía tratando de conciliar.
-Yo no tengo problemas, quiero
colaborar con la toma, pero no me puedo hacer responsable por todos. Te puedo
jurar por mis hijos que no me pienso llevar ni un tornillo, ¿pero que pasaría
si llega a haber algún faltante, quién será el responsable?. Patricio lo miró
fijamente a los ojos, buscó en uno de los bolsillos de su mameluco y puso
arriba de la mesa una bala calibre treinta y dos.
-A partir de este momento son
responsables de los depósitos. El compañero Requena es el enlace entre ustedes y
la comisión encargada de la seguridad. Y sin agregar otras palabras Patricio se
retiró de la oficina.
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