"Detrás de la Cordillera"
11
11
La toma marchaba bien. La
organización de a poco se convertía en una máquina eficaz y podían plantearse
nuevos objetivos, mucho más complejos. La primera semana, en lo político,
transcurrió sin grandes novedades. La patronal no quería sentarse a la mesa de
discusión, pero el gobierno había dado señales favorables para el proyecto de
una rápida estatización. En la fábrica, el ánimo de los trabajadores era
inmejorable. La medida de dividir a todos en parejas, para que pudieran estar
con la familia, era un acierto y esto se podía palpar todos los días en la
planta. Las relaciones entre los obreros en los primeros siete días eran muy
buenas, solamente algunas discusiones menores que no habían empañado la
convivencia general.
Cuando se cumplían diez días las cosas se empezaron a
complicar…
Un grupo de guerrilleros argentinos después de fugarse
de un penal donde estaban detenidos, secuestraron un avión, cruzaron la
cordillera y le pidieron asilo al gobierno. Los grandes capitales locales e
internacionales desataron una campaña presionando al gobierno popular para que
cumpla los tratados de extradición y entregue a los guerrilleros a la dictadura
Argentina.
Los gringos dueños de la empresa aprovecharon la
situación para endurecer su posición, se negaban a abrir cualquier instancia de
negociación si la fábrica permanecía tomada. Una mañana los paredones externos
que daban a los fondos de la empresa aparecieron pintados: Fábrica tomada por guerrilleros: Yakarta esta cerca. A partir de
ese momento la seguridad, no sólo fue adentro de la empresa, si no también en
los alrededores. Para la tarea los trabajadores contaron con la ayuda de
militantes de distintas organizaciones revolucionarias.
Los trabajadores, no se quedaron quietos y redoblaron
los esfuerzos. Se trataba de no quedar aislados y mantener la iniciativa
política. Con apenas cuatro días por delante se lanzaron a hacer un gran
festival en la puerta principal de la fábrica. El trabajo a resolver era
gigantesco, pero la participación de cada obrero era conmovedora. Miles de
pares de brazos con un único objetivo, eran una fuerza imparable. Eran los
mismos que unos meses antes, en los vestuarios, consumían pornografía, se
jugaban a los naipes los salarios y hacían de cada cofre un pequeño mercado de
baratijas. La lucha en conjunto les había hecho brotar lo mejor de cada uno.
El gobierno
popular, en esos días, había reafirmado su soberanía y su solidaridad al
decretar que los compañeros argentinos no serian entregados a la dictadura.
Todos los guerrilleros dejaron el suelo chileno en un vuelo directo a La Habana.
El festival fue un gran éxito. Más de veinte mil
personas rodearon el escenario montado en la puerta principal y llenaron las
calles de solidaridad,
En lo político se logro romper el cerco del aislamiento
y con esa espectacular convocatoria acumular fuerza para próximas batallas. La
iniciativa política estaba del lado de los trabajadores
Un broche de oro tuvo ese festival inolvidable. Estaba bien entrada la noche,
cuando las luces del escenario se apagaron y a oscuras se comenzaron a escuchar
primeros acordes de Plegaria a un labrador. Al encender de nuevo las luces la
figura inconfundible de Víctor Jara desde el medio del escenario los invitaba a
cantar juntos.
Las manos de cada una se entrelazaron con las del
otro, para no volver a soltarse hasta el final del festival. Esa noche en las puertas de la fábrica la
alegría fue solo del pueblo.
Patricio me contó que
nunca podrá olvidar la sensación que sintió al ver desde arriba del escenario, el mar de
banderas ondeantes, ni tampoco la euforia que embargaba a cada uno de sus
compañeros. La alegría era una enfermedad contagiosa por ese entonces. No pudo
dejar de emocionarse al recordar, a pesar que ya habían transcurrido muchos de
estos hechos, y, aún en ese momento, se
le llenaban los ojos de lágrimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario