Detrás de la Cordillera
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Cuando se cumplía el día veinte de
la toma, los dueños gringos, fueron por todo y
le cantaron órdago, como en el mus, a los trabajadores y también al
gobierno.
En una conferencia de prensa el propio
director general informó que dada la situación que era de dominio público y
teniendo en cuenta la incapacidad del gobierno para poder resolver el
conflicto, el directorio había dispuesto cerrar la planta en forma definitiva.
El plan era trasladar toda la producción
a Brasil, donde si se respetaba al capital, como creador de fuentes de empleo,
dijeron. Por último se emplazaba a los trabajadores a devolver la empresa en un
plazo máximo de diez días.
La amenaza no surtió efecto en los obreros, al contrario, ante el peligro inminente del
cierre definitivo de la planta, los trabajadores se aprestaron a dar respuesta
con más lucha. Las asambleas se multiplicaron y la comisión política de la toma
trabajaba a destajo .Los integrantes de la comisión interna se reunieron con
distintos niveles del gobierno, Ellos mismos eran a la vez miembros de las
organizaciones políticas que conformaban la unidad popular y la crisis del
gobierno también se filtraba hacía dentro de la empresa. El panorama no era
alentador, desde el gobierno se instaba a levantar la toma. Esto era
inconcebible para los trabajadores, levantar la medida de fuerza era firmar la
capitulación y dejar a cientos de obreros en la calle, pero a la vez no
encontraban como destrabar el conflicto. Estaban solos.
La comisión interna convocó a una asamblea general, la
participación fue masiva y extraordinaria. Durante diez horas se debatió a
fondo. Cada trabajador hacía uso de la palabra durante cinco minutos y nadie
tenía el privilegio de extenderse.
La mayoría de los participantes estaban
extenuados, con escasas horas de
sueño, a esto sumada la presión, que en
los últimos días se había hecho insoportable. Pero en la reunión se podía
percibir lo mágico de la unidad de los débiles. En la intervención de cada uno
de ellos se notaba la confianza en el triunfo, a pesar de la difícil situación
en que se encontraban.
Esta vez la
solución no vino en las palabras del choclo Mena, ni de Larraín, ni de ningún
otro miembro de la comisión interna. Todos ellos hicieron uso de la palabra,
pero fue mínimo lo que pudieron aportar para destrabar el conflicto. En esta
oportunidad triunfó el colectivo, ninguno en particular y todos en general. Fue
como un gran rompecabezas que tres mil obreros fueron descifrando palabra por
palabra, y al final, todos quedaron sorprendidos porque la solución era mucha
más sencilla de lo que parecía en un comienzo. Esta fue quizás, en toda la
historia de la fábrica, la única vez que una moción de esa importancia fue
votada de forma unánime. Los
trabajadores de la empresa Siderúrgica Chile Sur decidieron poner en
funcionamiento la fábrica, para demostrarles a los patrones y a todo el país,
que de lo que lo único que necesitan los obreros, es de los obreros.
La medida tomada por los trabajadores causó un gran
revuelo. El sindicato y el gobierno intuyeron que la situación se les escapaba
de las manos y presionaron con todos los medios a su alcance. A lo primero que
echaron mano fue a las organizaciones políticas que tenían representación en la
fábrica. Los militantes del partido comunista y socialista fueron hostigados
por sus dirigentes para que levantaran o boicotearan la resolución tomada en la
asamblea. Los trabajadores resistieron las presiones de sus organizaciones, más
allá que fueran acusados con toda clase de infamias: desviaciones pequeñas burguesas,
infantilismo izquierdista, foquismo fabril. Los aparatos partidarios usaron
todo el arsenal ideológico para amenazar a los trabajadores, pero no hicieron
mella en la voluntad de los obreros y la medida, a pesar de todo, se sostuvo. La
empresa Siderurgia Chile Sur, comenzó a
producir en manos de los trabajadores.
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