Detrás de la Cordillera
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Unos días más tarde, un avión de línea lo depositó en el aeropuerto
de Caracas,. Cuando estaba haciendo los trámites en la aduana, se le acercó una
persona y después de darse a conocer lo llevó del aeropuerto hasta a un hotel.
El viaje en automóvil duró más de cuarenta minutos y el acompañante no se
mostraba demasiado locuaz, apenas si contestó las preguntas que le realizó
Patricio con monosílabos. El enigmático acompañante lo depositó en una amplia y
soleada habitación, al retirarse le comunicó que tenía el resto del día el libre, que si lo deseaba
podía ir a conocer la ciudad, que cualquier cosa que necesitara no dudara en
solicitarla en la conserjería, y por último agregó que en la mañana siguiente
vendrían por él.
Al otro día Patricio comenzó a inquietarse, ya había
almorzado, estaba entrada la tarde, y nadie venía a buscarlo. Cuando
escuchó golpes en su puerta respiró
aliviado.
Al abordar el automóvil, en el asiento de atrás,
estaban sentadas dos personas. Al saludar, estos respondieron y por el acento
comprendió que se trataban de compatriotas. El viaje hasta el aeropuerto fue
distendido y ameno.
Ingresaron al aeródromo por la zona de carga. No
realizaron ningún tipo de trámite y fueron desde el automóvil directamente al
avión. A los pocos minutos ya estaban en vuelo.
Al aterrizar en La Habana, todos los pasajeros
aplaudieron emocionados, para todos ellos era la primera visita a Cuba. Al
bajar del avión fueron trasladados a otro sector del aeropuerto desde donde
continuaron el viaje hacía el interior de la isla.
Al llegar al destino final, Patricio tuvo una grata
sorpresa: entre los compatriotas que se encontraban para tomar parte en el
curso estaba el mono García, que también era activista del MIR en la fábrica.
No había dudas de que el secreto del viaje, por lo menos en la empresa, había funcionado a la perfección.
En el curso participaban alrededor de cuarenta
personas, todas de nacionalidad chilena. En su mayoría eran integrantes del
Partido Comunista, pero a decir verdad estaba representada toda la izquierda
sin exclusiones, hasta los militantes de fuerzas. que no eran parte del
gobierno de la unidad popular, como era caso del MIR.
En los dos meses en que se extendió el curso, el
tiempo fue aprovechado al máximo. Prácticamente no había descanso. Los domingos
por la tarde era el único momento dedicado al esparcimiento, además no había
muchos lugares donde ir. Una de las salidas posibles era visitar una pequeña
población rural, que se encontraba a unos pocos kilómetros de distancia y ver como los cubanos se divertían con el
béisbol, juego sin demasiada gracia para los chilenos, que preferían sin dudas,
el fútbol.
-Cuando comenzó el fatídico año
setenta y tres, todos los habíamos estado en Cuba, ya estábamos de regreso en
el país y más convencidos que nunca en el triunfo de la revolución.- Me contó Patricio esa noche a orillas del río
Paraná, mientras yo le cambiaba la yerba al mate y abría grandes los oídos para
no perderme nada de la historia que estaba escuchando.
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