Las albahacas
Quienes esperan encontrar en el origen del nombre de este pueblo a un
general héroe, un estanciero filántropo,
o un doctor destacado pueden ir haciendo un clic y buscar en otra página. La historia que vamos a contar no se ajusta a
estos estereotipos. El que avisa no traiciona.
A unos 75 kilómetros de Río Cuarto, importante ciudad de la provincia
de Córdoba, a orillas del afluente del mismo nombre, antiguamente llamado río
Choncacharava, se encuentra un poblado llamado “Las Albahacas”. El pueblo tiene
apenas trescientos habitantes de forma permanente y en verano unos mil
doscientos.
Un pequeño curso serrano cruza
todo el pueblo y se puede ir de orilla a
orilla pisando por las piedras y disfrutar de sus aguas cristalinas. Claro está
que esto es, si lo miramos con ojos de turista, para los residentes permanentes
la cosa es un poco más difícil, más allá del maravilloso paisaje. El trabajo es
escaso y los inviernos son extremadamente largos, sobre todo, si en el verano los
turistas no los visitan. Las Albahacas está a ocho kilómetros por tierra de la
ruta que une Río Cuarto con Alpa Corral. En invierno con las lluvias se vuelve
intransitable dejando sus habitantes aislados por muchos días. Vivir en el paraíso también tiene sus
dificultades.
El origen de su nombre aún no está definido y
persisten dos versiones. Una, la
oficial, nos habla que en este paraje desde siempre, crecieron albahacas
silvestres en la orilla del río y ello dio nombre al lugar. La segunda, nos
habla de una historia más interesante.
Cuentan que las albahacas no eran originarias
de este lugar y que fueron traídas por una curandera muy famosa, que escapó de
la provincia de San Luis perseguida por la iglesia y la justicia. La señora con el tiempo fue muy estimaba por
los vecinos, sobre todo porque era visitada por mucha gente y esto llevó a un
florecimiento económico del pequeño poblado.
Según se dice, la afamada mujer basaba sus
curas en las propiedades sanadoras de las albahacas y éstas eran plantadas por
su propia prole. Además la señora regaló
a cada familia del pueblo una planta, para que todos tuvieran buena salud. La
fama de la mujer crecía y con ella los
visitantes, como también la bonanza del pueblo.
Como
dice el dicho popular lo bueno dura poco y así fue…
La popularidad de la curandera llegó a oídos
de las autoridades eclesiásticas de Río Cuarto, que movieron sus influencias.
Una partida policial llegó hasta el pueblo a buscarla, pero la señora que había
sido avisada por alguna voz amiga, huyó por los sinuosos caminos de la sierra y
no pudo ser detenida.
La gente del pueblo un poco por miedo y otro
por agradecimiento sembró las albahacas de la señora hasta en las propias
orillas del río y ahí crecieron y se multiplicaron hasta el día de hoy.
Carlos Varco
Carlos Varco
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