Detrás de la Cordillera
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Una mañana se abrió la puerta del calabozo y dos
soldados lo llevaron de nuevo hasta la oficina. El mismo oficial de la golpiza
anterior lo recibió con una sonrisa.
-De nuevo nos vemos las caras
güevón, para hoy te preparamos otra sorpresa-
Patricio bajó la mirada y sintió que el miedo le anudaba las tripas.
-¡Cabo que traigan al prisionero! -
Ordenó el oficial
Cuando lo ingresaron a la rastra, Patricio lo
reconoció de inmediato, a pesar que era un despojo humano. Era el contacto del
partido comunista que había estado en su casa.
-A ver vos, reconocés a este
rotoso. Habló el oficial señalando a Patricio
El detenido con un movimiento resuelto se soltó de los
brazos de que lo retenían y parándose firme sobre sus piernas, dijo con voz
enérgica
-Tiene que dirigirse a mí con
respeto teniente, aun sigo siendo un capitán del ejército chileno y un superior
suyo ¡Firme, carajo!- Ordeno
El teniente dudó por un instante y se cuadró ante el
detenido. La situación era absurda y así
lo entendió el oficial, que recuperando su postura contestó
Usted ya no es un capitán del ejército chileno, sino
un traidor a la patria, que cambió nuestra bandera por un sucio trapo rojo
- Los únicos traidores son ustedes,
que violaron el mandato de la constitución y están llenando las calles de
sangre. Es una pena teniente, usted es muy joven, algún día se va arrepentir de
esto. Mas temprano que tarde el pueblo les va pedir cuenta.
El teniente lo escuchaba y su cara se iba
enrojeciendo, en un momento no se pudo contener y con un golpe sacudió la cara
del capitán, pero éste, continuó hablando…
-Me puede golpear teniente, puede
matarme una o diez veces, no importa, ustedes están derrotados por la historia,
podrán demorar este proceso pero jamás detenerlo
Furioso el teniente lanzaba golpes para hacerlo
callar, cuando lo consiguió le preguntó:
-¿Lo conoces o no a este cabrón?
El capitán se tomó su tiempo para contestar, miró a
Patricio de arriba a abajo y luego dijo
-Teniente, por favor acérquese.
Desorientado, el teniente miró a sus asistentes y con cautela se acercó.
-Más cerca teniente, es muy
importante lo que le tengo que decir-
Cuando los dos hombres estuvieron enfrentados a pocos
centímetros, el capitán escupió con todas sus fuerzas en la cara del teniente
-No lo conozco, nunca lo vi. en mi vida
¡Pendejo cobarde!. Con desprecio, y bien
fuerte para que todos escuchen respondió el capitán
El teniente enloqueció, volvió sobre sus pasos y sacó
de un cajón del escritorio una pistola que descargó hasta el último tiro sobre
el capitán. Al sacar a Patricio de
la oficina, uno de sus carceleros patinó en el inmenso charco de sangre y
terminó en el piso.
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