miércoles, 3 de septiembre de 2014

Detrás de la Cordillera
39


De un instante a otro la música comenzó a sonar mucho más fuerte y todo se convirtió en un infierno. Los gritos de los torturados, al igual que la risa de los torturadores llegaban con claridad hasta el calabozo. Su compañero de celda entró en pánico, arrodillado rezaba un padre nuestro a viva voz. Por momentos paraba con la letanía y gritaba. ¡¡¡no quiero morir, no quiero morir !!! Después continuaba rezando.
El tiempo no transcurría jamás, Patricio nunca pudo saber si esto había durado apenas diez minutos o varias horas. Lo único que trató de hacer fue de no perder la calma, para que no se apoderara de él el terror. Cuando sentía que el miedo comenzaba a nublar sus sentidos, buscaba en su mente imágenes cotidianas y gratas. Se veía el mismo jugando con su hijo y sus sobrinos, en el patio de la casa de su madre un domingo cualquiera, mientras aspiraba profundamente para luego ir largando el aire muy despacio hasta recobrar la serenidad. En eso estaba cuando ingresó un guardia, que habló desde la puerta
-Tenés que prepararte, enseguida vengo por vos - Refiriéndose al detenido que no dejaba de rezar.
No hubo más rezos en el calabozo, ahora el detenido lloraba en silencio, de repente sus ojos se iluminaron y se encaminó hacia la puerta
-¡¡¡Esta abierta!!! Se olvido de cerrarla, tengo que escapar, tengo que escapar. Repetía. Patricio de un salto se interpuso entre él y la puerta
Era cierto la puerta estaba sin los pasadores, con suma cautela Patricio la entreabrió. El largo pasillo estaba desierto no se veía ningún guardia, todo era oscuridad y silencio. Ya no se escuchaban los alaridos de los torturados, ni la música que trataba de taparlos.
-Yo me largo, ni un minuto más me quedo acá
- Puede ser una trampa, no sabemos adónde nos lleva ese pasillo. Razonó Patricio
Su compañero no entendía razones, con los nervios destrozados, se aferraba a un utópico escape.
-¿Y vos con quién estas? ¿Acaso sos milico?-  Al preguntar esto la mirada se le lleno de pánico         
 -  Claro, sos un soplón por eso no te llevaron a interrogarte. Pero no me importa nada, no podrás detenerme. ¡¡¡Voy escapar!!! - Y con los ojos ahora repletos de odio,  se lanzó desesperado hacía la puerta.
Ante la embestida  Patricio no vaciló. Con un solo golpe paró la huída de su compañero. Este quedó paralizado y no volvió a intentarlo, así que sollozando se dejó caer, al tiempo que por lo bajo murmuraba.
-Sos un traidor… sos un traidor… -
La extensa ráfaga de ametralladora quebró en varios pedazos el silencio de la noche. El olor a pólvora llegó hasta el último rincón de los calabozos, como también las risas de los carceleros. La trampa había dado resultados, todos festejaban alborozados. Dos soldados cargaron los cuerpos de los presos ejecutados  en una camioneta y los cadáveres se perdieron para siempre.
Cuando el guardia vino hasta el calabozo a cerrar la puerta, dijo a modo de sentencia
-A ver si esto les sirvió de ejemplo. Ustedes nos pertenecen, siempre los estaremos vigilando, hasta el fin de sus días
De a poco los ruidos de afuera se fueron apagando, parecía que la larga noche llegaba a su fin. Los torturadores se tomaban un descanso, pero no había que confiarse, Patricio sabía sobradamente que en cualquier momento reanudaban la tarea. Esto era parte del método, el detenido debía estar tanto física como mentalmente a merced del interrogador las veinticuatro horas. Un preso podía ser torturado cuatro veces al día, como estar sin ser tocado por varias semanas, la cuestión era quebrarlo, volverlo al estado más primitivo posible, para poder dominarlo. Pero esa noche  la función había concluido.


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