Detrás de la Cordillera
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Solo, en la habitación, lo primero que hizo fue
encender un cigarrillo, luego tomó la lapicera con dificultad y comenzó a escribir una breve declaración.
En ésta, no cambiaba ni un ápice de lo declarado con anterioridad, no negaba su
militancia en el MIR, ni en la fábrica pero negaba pertenecer al frente
militar.
Una vez que el mayor regresó, Patricio ya había
terminado con el escrito.
El oficial se sentó a su frente y leyó detenidamente
la declaración. Una vez que terminó, dobló el papel y comenzó a jugar con él
entre sus dedos, al tiempo que fijaba la vista sobre Patricio. Al fin, sin
levantar la voz preguntó
-¿Que mierda es esto?
-Mi declaración - Contesto Patricio
con firmeza
El mayor respiró profundamente, tomándose un tiempo
antes de decir palabra, luego con vos pausada, comenzar una extraña explicación
para los oídos de Patricio
-Usted, en el tiempo que lleva
detenido, ha sido torturado con ferocidad, su carne asada en los elásticos de
la parrilla, la picana aplicada por todo el cuerpo, sus testículos fueron
inflados como bochas y luego quedaron
del tamaño de una pasa de uva…
A Patricio se le estremecía todo el cuerpo al escuchar
en la voz del oficial la descripción minuciosa de todos sus padecimientos. El
militar tomó en cuenta que su relato había tocado la sensibilidad del detenido,
así que cambió de tema para sorpresa de Patricio.
-No quiero extenderme más en estos
penosos temas, lo que quiero es explicarle una situación. Una parte importante
de las fuerzas armadas no compartimos estos métodos salvajes. Esta opinión
llega hasta una parte de los altos mandos que repudian esta situación, nuestras
fuertes convicciones religiosas nos impiden usar este vil recurso…
-¿No era que la tortura estaba
siendo aplicada por los suboficiales que son gente menos racional? Interrumpió
Patricio, que con la pregunta desafiaba al mayor. Este no se molestó y en el
mismo tono de voz continuó hablando
-Veo Quesada que usted es una
persona inteligente y eso nos enaltece. Un enemigo inteligente hará que nuestra
victoria sea más significativa. Perdón, no quiero irme del tema. Es cierto, yo
dije eso pero es parte de una misma verdad, la barbarie de los suboficiales es
incentivada por un sector de los altos mandos. Halcones y palomas, ¿me
entiende?
En silencio se quedó Patricio, que trataba de
descubrir el juego del mayor y ver adonde quería llegar con toda esa larga
explicación.
-Sabemos que usted pertenece al MIR
y que es miembro de su ala militar, es más, estamos al tanto de su estadía en
Cuba, tenemos los datos precisos de todos
y cada uno de los movimientos que allí realizó. También conocemos los
nombres de sus compañeros de célula, todos ellos están identificados y
detenidos. El mayor hizo una pausa de forma deliberada, extendió su mano hacia
Patricio para invitarlo con un cigarrillo, luego encendió uno para sí y
preguntó:
-¿Dónde están las armas?
-Nunca hubo armas, eso es un
invento de mi cuñado, para que no lo siguieran golpeando...
-Por favor Quesada- Interrumpió el
mayor -No insulte mi inteligencia, las armas existen, estuvieron en su casa no
lo niegue. Quién las retiró y adónde están ahora es lo que tiene que responder
-Jamás hubo armas en mi casa,
apenas una pistola que usaba como defensa personal, todo lo demás son fantasías
de ustedes
El mayor aplastó la colilla del cigarrillo en el piso,
sin poder disimular su rabia
-A ver Quesada si nos entendemos de
una vez por todas. Si colabora, sería importante para nosotros, para poder
frenar esta barbarie de los sectores duros, ellos y sus métodos fracasaron con usted, si nos
dice dónde están las armas sin que le hayamos tocado ni un pelo, probaría que
nuestra teoría es la mejor. Piense por un momento en sus compañeros que están
presos y siendo torturados, en usted está la posibilidad para que esto acabe,
seguirán detenidos pero de forma civilizada
¿lo entiende Quesada?
Patricio suspiró aliviado, el mayor había mostrado las
cartas. En la perversa relación con el torturado, el mayor desarrollaba el papel del humanista, el de la
persona que no podía traicionar sus principios morales al cumplir con las
órdenes. Ahora la situación estaba clara y esto fortalecía Patricio, que por un
momento había dudado de los motivos del mayor
Los dos quedaron en silencio, mirándose a los ojos,
como dos viejos amigos que ya no tienen nada que contarse.
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