miércoles, 23 de julio de 2014

Detrás de la Cordillera
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El ingreso a la fábrica fue dificultoso, la totalidad de la empresa estaba ocupada por los militares. Cada trabajador  fue obligado a pasar de a uno por una puerta, donde era identificado y se lo revisaba de pies a cabeza. Lo que más le molestó a Patricio, fue el hecho de que casi todos sus compañeros, agachaban la cabeza antes las órdenes que daban los carabineros. Pero también, entre muchos de ellos, hubo guiños cómplices, que indicaban que aún no estaban vencidos. Todo este trámite duró cerca de dos horas, cuando al fin, se les permitió pasar a los vestuarios las cosas no estuvieron mucho mejor. Los obreros se tuvieron que cambiar, bajo la mirada vigilante de carabineros, que ostentando sus armas, caminaban con paso marcial de una punta a otra del recinto. Por los parlantes se ordenó a los trabajadores que antes de iniciar las tareas, debían formarse en el playón principal del establecimiento.
Ante  los obreros formados, apareció todo un plantel de nuevos gerentes, entre ellos Jesús Modar, que fue presentado como el nuevo jefe de personal. El último en aparecer fue el gringo  presidente del directorio, con el pelo rubio despeinado por el viento y una sonrisa colgada en su boca, miraba con desprecio a los trabajadores.
-Señores, a partir de hoy se abre una nueva etapa en la historia de esta empresa. Esperamos estar a la altura de los acontecimientos y de lo que la patria nos reclama. Queremos ser dignos, a la noble página que han empezado a escribir las fuerzas armadas  y la parte sana y patriota de esta sociedad. Este país ha estado al borde de la disolución nacional, tarea llevada a cabo por la subversión internacional, pero las reservas morales de la patria dijeron basta. ¡Somos chilenos y moriremos chilenos!. Sabemos que muchos de ustedes estuvieron influenciados por esas ideas foráneas, pero en esta empresa no habrá persecución ideológica, pero tampoco permitiremos a los activistas profesionales que siembran el caos. Señores, nosotros nos comprometemos a luchar por la reconciliación, la paz y el amor entre todos los chilenos. Muchas gracias.- Así  hablo el gerente de recursos humanos. El gringo rubio lo felicitó efusivamente y los demás gerentes lo imitaron. Todos estaban eufóricos. Sobre el paredón del lado este, la sangre de los trabajadores asesinados aún estaba fresca.
Apenas pasado el mediodía, una columna conformada de varios camiones militares, ingresó a la planta. Patricio la vio llegar desde una torre a más de tres metros de altura, donde se encontraba soldando.  Jesús Modar, salió de su oficina con suma rapidez, para atender al oficial que estaba a cargo del operativo. Cuando Modar señaló hacia donde se encontraba Patricio, a este se le aflojaron las piernas.
El militar no perdió tiempo, megáfono en mano ordenó
-¡Quesada, tiene un minuto para bajar!
El resto de los soldados, ante un gesto del oficial, se dispersó cercando la torre y tomando posiciones con las armas listas para disparar. Patricio se sintió acorralado, los cuatro trabajadores que se encontraban con él en la torre, decidieron bajar para acompañarlo.
-Les agradezco  compañeros, pero no es necesario que se expongan por mí. Cuestionó Patricio
-Mira Quesada no digas güevonadas, acá estamos todos en el mismo baile y vamos a bailar pues. El más locuaz de los trabajadores habló por todos, los demás asintieron con la cabeza. Al llegar al píe de la torre, un grupo de soldados los rodeó.
- ¡Quién es Quesada! - Gritó el oficial
-Todos somos Patricio Quesada - Al unísono respondieron los obreros.
El oficial, desconcertado, quedó en silencio. El turco Modar, que observaba desde la puerta de su nueva oficina, quemó en un solo instante, lo poco que quedaba de su historia de sindicalista combativo y se convirtió en un traidor, cuando gritó.
-¡¡¡El segundo de la derecha es Patricio Quesada!!! -
Los milicos se abalanzaron sobre Patricio, sus compañeros lo cubrían  con sus cuerpos, pero los soldados se abrieron camino a culatazos y en un segundo quedó decidida esta lucha desigual. Cuatro obreros tendidos y ensangrentados sobre el pavimento y Patricio  arrastrado de los pelos fue cargado en un camión ese fue el saldo de la contienda. Desde los distintos ventanales de la fábrica, cientos pares de ojos  miraban la escena.
Esos mismos ojos, que venciendo el miedo, fueron los que de inmediato, decretaron un paro por tiempo indeterminado. La reivindicación, una sola. La aparición con vida del compañero Patricio Quesada.
Los trabajadores pagaron caro su solidaridad, ciento ochenta telegramas de despido y doce nuevas detenciones, fue el aporte de la patronal, a la reconciliación nacional de todos los chilenos.



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