sábado, 19 de julio de 2014

Entre la Autonomía y la Dominación…

Hacia los ochenta y los noventa aparecieron no sólo en la Argentina, sino también en el resto de Latinoamérica los llamados Nuevos Movimientos Sociales. Algo que ya desde los 70 se venían dando en Europa y que aquí los podemos reconocer en los llamados movimientos “Piqueteros” en otras regiones en Movimientos indigenistas, los llamados “sin tierra” en incluso en las “Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”. Este heterogéneo grupo se caracteriza en líneas generales (y ojo con las caprichosas generalizaciones) en que de alguna manera fueron escapando de la lógica de lucha tradicional que tenían por ejemplo los gremios o sindicatos y los partidos. Hacia el 2001 el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos explicaba que esto se debía a la sencilla razón de que las nuevas contradicciones del sistema ya no podían ser salvadas desde los modelos tradicionales del liberalismo (en la llamada Democracia Representativa) o del Marxismo (la lucha obrera de clases). ¿Por qué? Sencillamente porque ¿cómo podría pedir aumento de salario un desocupado? ¿Qué clase de justicia podría esperar una mujer cuyo hijo desaparecido fue justamente desaparecido desde las instituciones estatales del poder? ¿A quién reclamar las tierras que se asumen como propias por una larga tradición, si quienes se las quedaron manejan además el poder político regional?
Los partidos políticos defienden intereses… pero no políticos, sino económicos. Los sindicatos también, o en todo caso bajo el sistema de representatividad permiten mantener en sus cumbres a las mismas personas por 20 o 30 años, y algo parecido en la política desde un plano funcional a las esferas de dominio. Estas contradicciones se dan desde el sistema liberal de ascenso y descenso en las relaciones de la sociedad y en el caso de las “relaciones de producción” al mejor decir marxista, en las desigualdades tras la ya muy conocida plusvalía en el trabajo… Entonces encontramos y en esto Sousa Santos es categórico, que las llamadas “relaciones de RE-PRODUCCIÓN SOCIAL” escaparían a los sistemas tradicionales de enfrentarse al poder del estado. En otras palabras, ¿cómo defenderse cuando se producen además desigualdades entre hombres y mujeres, negros y blancos, cuando hay diferencias religiosas, cuando no hay trabajo o cuando no existe la justicia para el pobre y desamparado?
Así pues, Sousa Santos explica que los Nuevos Movimientos Sociales, desde el piquete, la toma de una fábrica, la caminata alrededor de La Plaza de mayo, el cierre de calles e incluso el saqueo son expresiones de nuevas formas de enfrentarse o de reaccionar ante un sistema que no da ningún tipo de respuestas desde las formas tradicionales de lucha… aparece entonces la necesidad de cambiar las cosas, la forma de juego. Es pues urgente una Democracia Participativa, inclusiva, sin nombres en la “techumbre del poder”, pero claro, esto es o fue lo complicado, porque ante estas nuevas formas de lucha y reclamo, apareció una nueva forma de política para subordinar desde el Estado a las masas. El pensador y escritor uruguayo Raúl Zibechi explicaba ya hacia el 2008 cómo los movimientos sociales terminan en gran medida perdiendo su autonomía en favor de las nuevas formas de dominación cooptativa elaboradas por gobiernos de orden popular que fueron apareciendo en la primera década del siglo XXI en toda Latinoamérica.
Para Zibechi se produce una gran contradicción porque de alguna manera fue la resistencia de dichos movimientos sociales al modelo neoliberal los que hicieron posible por distintos caminos la llegada al gobierno de personas como Lula, los Kirchner, Bachelet, Tabaré Vázquez, Morales, Correa y Lugo. Se producirá entonces una subordinación (según Zibechi) de los movimientos a los gobiernos, o una desmovilización o fragmentación de sus iniciativas producto en gran parte porque serían seducidos a colaborar políticamente a cambio de subsidios y cargos. De esta manera en la relación del Estado y los movimientos, para este autor más que permitir una autonomía se produce una directa dominación.
Esta es la manera en que desde el gobierno, con su discurso de integración y emancipación, en realidad practica políticas estatales de control sobre la población. De alguna manera explica Zibechi, hay un desplazamiento de las políticas neoliberales de la derecha elitista de tinte privatizador y tradicional, a controlar directamente a los movimientos que luchan contra esa elite a través de redes clientelares desde la burocracia estatal. Otra característica, es utilizar directamente a las organizaciones sociales desde su conocimiento directo sobre los territorios de pobreza, es decir en los barrios, al cooptarlos de manera sutil con planes de desarrollo social de integración y ciudadanía.
Estas prácticas logran subsumir entonces a estos movimientos en donde se observa por un lado el desahogo aliviador de la pobreza, pero sin la modificación efectiva de la distribución de la riqueza. De esta manera Zibechi remarca que no se evita la concentración de ingresos en los sectores dominantes, no se transforman los aspectos centrales del modelo anterior, y además por otro lado se neutraliza la capacidad organizativa de los movimientos en cuanto a su reacción contestataria antisistémica. Se puede agregar a esto que también se obtura su crecimiento.
Estas políticas son “una clara ofensiva contra la autonomía”, dice el autor, puesto que los gobiernos adoptan por un lado el lenguaje de los movimientos, a quienes dice representar en sus intereses y sobre los cuales sostienen que fomentan una autonomía crítica pero finalmente refuerza la reproducción del modelo y el control social.
Para pensar, no?

Fernando Claudio Torres



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