sábado, 10 de enero de 2015


Ay Pancha, Pancha


Cada vez que llego me saltas,
me ensucias la ropa, me ladras.
Cuando duermo haces más quilombo
y si te reto crees que quiero jugar.

La edad del pavo no terminas de pasar
y rogamos que la madurez te invada
para encontrar algo de tranquilidad.
Pero no, pasa el tiempo y seguís igual.

Orejas de radar, hermana de la Luz,
la paz encontras solo al dormitar.
Si algún ruido de la calle te despierta,
se acabó la hora de la siesta.

Quisiera enojarme y gritarte pero
te conozco desde enana y sé que
no es posible abandonar este hábito
cotidiano de soportarte.

Llegaste en tu cajita-cama de cartón,
después de meses de pulular por
calles tristes y noches de hambre
que anchas huellas dejaron en tu andar.

Y viniste a nosotros, de sobra cansada
de mirar que nadie te observara,
tan sólita, tan dejada…
Hace rato terminó ese tiempo de dolor.

Si algún día no te tengo y una
tranquila existencia viene a visitarme,
sabré como lo sé ahora: prefiero
padecer esta guerra a tu insostenible ausencia.

Pancha pesada, insoportable y fea,
ojala no cambies tus formas nunca.
Aunque si el tiempo ayuda y te llega el momento
de crecer y serenarte, prometemos no enojarnos
ante el acontecimiento feliz.



Patricio López Camelo


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