jueves, 22 de enero de 2015

Detrás de la Cordillera
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Los días siguientes fueron un largo calvario para los detenidos. El asesinato de Fernando fue un duro golpe para todos. La muerte del compañero sacó del interior de cada uno, eso que estaba latente. La posibilidad de salir con vida del presidio era una utopía. Muchos detenidos no se levantaban de sus camas y enfermaban, nadie conversaba con nadie, todo era tristeza y silencio. Ni la noticia de que los militares habían autorizado una visita extraordinaria, donde no sólo podrían ingresar familiares directos, cambió el estado de ánimo de los presos. Pero una vez más aparecieron los imprescindibles, esas personas que sacando temple de donde casi nada queda, se ponen al frente de las situaciones y arrastran a los demás. Poco a poco todo se fue superando, y cuando se recibieron a las visitas el estado de ánimo estaba otra vez en alto para seguir dando pelea.
Por boca de los familiares se pudieron enterar que la muerte de Fernando había puesto en serios apuros a la dictadura. La noticia de la muerte rompió el corral de la censura y apareció en algunos medios. Corresponsales extranjeros contaron al mundo pormenores del hecho y pusieron al desnudo y al conocimiento de todos, en qué condiciones eran tratados los presos políticos en Chile.
Sin ninguna duda la presión internacional dio algunos frutos. Los jerarcas del penal, no atenuaron la rígida disciplina, pero sí, en cambio autorizaron una serie de eventos. Así nació la cancha de fútbol y el primer campeonato interno, los talleres de manualidades y de teatro. También salieron de la clandestinidad las funciones de cine relatado, teniendo su horario oficial los martes y jueves después de cenar. Los militares autorizaron el ingreso de algunas guitarras, siempre que los detenidos prometieran no cantar canciones de protesta. Las guitarras pasaban de en mano en mano y cada detenido tenía derecho absoluto sobre ella unos quince minutos cada tres días. Patricio fue uno de los primeros de anotarse en la larga lista y esperaba su turno con ansiedad.
La guitarra, para Patricio, siempre había sido un imán poderoso y no podía negarse ir hacia ella. Cuando al fin le tocó su turno, buscó un rincón apartado y muy lentamente fue acariciando ese cuerpo de madera encantada. Con la primera melodía su cuerpo se llenó de éxtasis y no pudo dejar de recordar su primer encuentro con una guitarra.



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