Detrás de la Cordillera
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El ingreso a la fábrica fue dificultoso, la totalidad
de la empresa estaba ocupada por los militares. Cada trabajador fue obligado a pasar de a uno por una puerta,
donde era identificado y se lo revisaba de pies a cabeza. Lo que más le molestó
a Patricio, fue el hecho de que casi todos sus compañeros, agachaban la cabeza
antes las órdenes que daban los carabineros. Pero también, entre muchos de
ellos, hubo guiños cómplices, que indicaban que aún no estaban vencidos. Todo
este trámite duró cerca de dos horas, cuando al fin, se les permitió pasar a
los vestuarios las cosas no estuvieron mucho mejor. Los obreros se tuvieron que
cambiar, bajo la mirada vigilante de carabineros, que ostentando sus armas,
caminaban con paso marcial de una punta a otra del recinto. Por los parlantes
se ordenó a los trabajadores que antes de iniciar las tareas, debían formarse
en el playón principal del establecimiento.
Ante los
obreros formados, apareció todo un plantel de nuevos gerentes, entre ellos
Jesús Modar, que fue presentado como el nuevo jefe de personal. El último en
aparecer fue el gringo presidente del
directorio, con el pelo rubio despeinado por el viento y una sonrisa colgada en
su boca, miraba con desprecio a los trabajadores.
-Señores, a partir de hoy se abre
una nueva etapa en la historia de esta empresa. Esperamos estar a la altura de
los acontecimientos y de lo que la patria nos reclama. Queremos ser dignos, a
la noble página que han empezado a escribir las fuerzas armadas y la parte sana y patriota de esta sociedad.
Este país ha estado al borde de la disolución nacional, tarea llevada a cabo
por la subversión internacional, pero las reservas morales de la patria dijeron
basta. ¡Somos chilenos y moriremos chilenos!. Sabemos que muchos de ustedes estuvieron
influenciados por esas ideas foráneas, pero en esta empresa no habrá
persecución ideológica, pero tampoco permitiremos a los activistas
profesionales que siembran el caos. Señores, nosotros nos comprometemos a
luchar por la reconciliación, la paz y el amor entre todos los chilenos. Muchas
gracias.- Así hablo el gerente de
recursos humanos. El gringo rubio lo felicitó efusivamente y los demás gerentes
lo imitaron. Todos estaban eufóricos. Sobre el paredón del lado este, la sangre
de los trabajadores asesinados aún estaba fresca.
Apenas pasado el mediodía, una columna conformada de
varios camiones militares, ingresó a la planta. Patricio la vio llegar desde
una torre a más de tres metros de altura, donde se encontraba soldando. Jesús Modar, salió de su oficina con suma
rapidez, para atender al oficial que estaba a cargo del operativo. Cuando Modar
señaló hacia donde se encontraba Patricio, a este se le aflojaron las piernas.
El militar no perdió tiempo, megáfono en mano ordenó
-¡Quesada, tiene un minuto para
bajar!
El resto de los soldados, ante un gesto del oficial,
se dispersó cercando la torre y tomando posiciones con las armas listas para
disparar. Patricio se sintió acorralado, los cuatro trabajadores que se
encontraban con él en la torre, decidieron bajar para acompañarlo.
-Les agradezco compañeros, pero no es necesario que se
expongan por mí. Cuestionó Patricio
-Mira Quesada no digas güevonadas,
acá estamos todos en el mismo baile y vamos a bailar pues. El más locuaz de los
trabajadores habló por todos, los demás asintieron con la cabeza. Al llegar al
píe de la torre, un grupo de soldados los rodeó.
- ¡Quién es Quesada! - Gritó el
oficial
-Todos somos Patricio Quesada - Al
unísono respondieron los obreros.
El oficial, desconcertado, quedó en silencio. El turco
Modar, que observaba desde la puerta de su nueva oficina, quemó en un solo
instante, lo poco que quedaba de su historia de sindicalista combativo y se
convirtió en un traidor, cuando gritó.
-¡¡¡El segundo de la derecha es Patricio Quesada!!! -
Los milicos se
abalanzaron sobre Patricio, sus compañeros lo cubrían con sus cuerpos, pero los soldados se
abrieron camino a culatazos y en un segundo quedó decidida esta lucha desigual.
Cuatro obreros tendidos y ensangrentados sobre el pavimento y Patricio arrastrado de los pelos fue cargado en un
camión ese fue el saldo de la contienda. Desde los distintos ventanales de la
fábrica, cientos pares de ojos miraban
la escena.
Esos mismos ojos, que venciendo el miedo, fueron los
que de inmediato, decretaron un paro por tiempo indeterminado. La
reivindicación, una sola. La aparición con vida del compañero Patricio Quesada.
Los trabajadores pagaron caro su solidaridad, ciento
ochenta telegramas de despido y doce nuevas detenciones, fue el aporte de la
patronal, a la reconciliación nacional de todos los chilenos.
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