Vera: Campeón de la Libertadores
Cada vez que llega un mundial los muchachos del barrio se alborotan. No
sólo por la pasión futbolera que la tienen sino porque el mundial es un
acontecimiento para sumar unos fideos más a la olla: vender banderas,
camisetas, posters o lo que cuadre se vuelve una oportunidad única. Estoy
seguro que esto no pasa solamente en mi barrio y que es un fenómeno que lo
trasciende. No podría ser de otra manera en un país que en los últimos 40 años
quintuplicó la cantidad de pobres. En el año 1974 la pobreza era de un 5% , hoy
se llegó al 25 %. Hay muchos responsables de ello, dictaduras, gobiernos
democráticos, radicales, peronistas, aliancistas, peronistas…peronistas…En
estos años hemos pasado por devaluaciones, congelamiento de salarios,
inflación, hiperinflación, desocupación, miseria, saqueos… En este contexto, es
entendible que nos hayamos acostumbrado a vivir de cualquier forma: llegada del
Papa, mundiales, copa América, mega recitales, día de la virgen, del amigo ó
del arquero! Son la oportunidad para hacernos una moneda.
Lo que les quiero contar es una historia que pasó cuándo este país
empezaba a irse al carajo. Corría el año 76 y Martínez de hoz, ministro de la
dictadura, presentó su plan económico: un feroz aumento de precios y el
congelamiento de los salarios. Por entonces, cualquier medida de protesta era
como mínimo causal de despido cuando no de desaparición. Para el año 77 la
fisonomía de mi barrio ya había cambiado: la desocupación era un flagelo y el
miedo estaba presente en todos.
El flaco Vera era obrero metalúrgico, tenía alrededor de 30 años, una
casa a medio construir y tres chicos para criar. Un día al llegar a la fábrica
su tarjeta no estaba en el fichero junto a las de otros ochenta compañeros más.
Al volver a su casa encontró el telegrama y una “invitación” a cobrar una flaca
indemnización.
Una tarde mientras tomaban mate con su señora, la Pepa Suárez, ella le
dijo:
- Flaco que te parece si con plata de la
indemnización adelantamos con la casa.
Vera no contestó y en silencio le devolvió el mate.
La Pepa continuó con sus planes. – La plata nos alcanza para terminar
el baño por completo y también podemos hacer otra pieza para los varones. El
flaco la miraba sin decir palabra.
- No sé si te diste cuenta pero los
chicos están grandes y no es bueno que duerman todos juntos. La nena necesita un lugar propio.
Vera asentía con la cabeza, en silencio, con la mirada hacia ningún
lugar preciso. La Pepa lo abrazó y lo besó suavemente en los labios. El flaco
le devolvió el beso, la tomó por la cintura y después habló.
-Tenemos que hacer algo con esa plata.
- Por eso te decía, lo mejor
es invertirla en terminar la casa.
Insistió la mujer.
- No Pepa, si gastamos en la casa después ¿qué
hacemos?
- Algo
vas a conseguir… yo puedo agarrar algunas horas más para limpiar.
- Pero Pepa no te das cuenta lo difícil que es
conseguir laburo, mirá en el barrio, cuántos están sin trabajo, si gastamos la
indemnización después nos van comer los piojos.
- Bueno, no te enojes, yo sólo daba
una opinión.
- No me enojo, lo que debemos hacer
es invertir esa plata.
- Pero en qué en flaco… ¿en qué?
- No sé, no se me ocurre nada y ese es el
problema.
El flaco Vera era fanático de Boca, al igual que millones de
argentinos, quizás fue por eso que la noche en que Boca empató con el deportivo
Cali y con ese resultado llegaba a la final de copa libertadores de América se
dispuso a jugarse a todo a nada.
Al otro día salió muy temprano
de su casa, para recién regresar entrada la tarde, casi de noche, con diez mil
banderas y vinchas flamantes que decían Boca campeón de América.
Cuando llenó el pequeño comedor de su casa con cajas, su mujer no entendía
nada de lo que pasaba.
- Flaco te volviste loco.
Preguntó la Pepa
- Vos
tranquila que con esto pasamos al frente. Respondió Vera sonriente.
El primer partido de la final se jugó en la bombonera y Boca ganó 1 a 0. El flaco fue a la cancha y
volvió eufórico:
- A la Argentina, a la Argentina, vamos a traer la copa que perdieron las
gallinas. -cantaba el flaco y la mitad más uno país con él.
-
Pepa, tendrías que haber visto eso!! la Boca era un carnaval y cuando el
toti Veglio se las mando a guardar… la cancha se venía abajo!!!, Pepa, se venia
abajo….
La revancha se jugó unos días después en Belo Horizonte y allá las
cosas se comenzaron a complicar. Cruzeiro se impuso 1 a 0. Ahora todo se decidía en un partido desempate
a las 48 horas en cancha neutral. Uruguay fue la sede y el mítico estadio Centenario
el escenario. Las cosas no pintaban bien
para los boquenses en general y para Vera en particular. Boca tenía un equipo
de veteranos y el poco descanso entre un partido y otro pesaba en las piernas
de los jugadores argentinos.
Vera no durmió la noche anterior
y pasó todo el tiempo a mate y cigarrillos, mientras miraba las cajas apiladas
en el comedor. Además como dice el refrán no faltan encontronazos cuando un
pobre se divierte. Su suegra se había instalado por unos días en su casa y lo
primero que dijo al ver las cajas fue que eso era una locura. Pero eso no era nada, de a poco fue taladrando
con opiniones la cabeza de su hija que a la hora del partido lo miraba al flaco
llena de reproches.
Si en el Centenario el clima era de nerviosismo en la casa de los Vera
era infernal.
La suegra opinaba libremente y ante cada ataque del Cruzeiro anunciaba
un próximo gol. Vera resistía en silencio.
Todo el partido fue un suplicio. Boca
atacaba y perdía goles hechos y sufría los tiros libres de Nelinho que le
pegaba a la pelota como los dioses. Al
final todo terminó empatado en cero y hubo que definir con tiros desde el punto
penal.
El flaco de rodillas frente al televisor rezaba esperando los penales.
Su suegra no paraba de hablar despotricando contra la mala cabeza de Vera y por
supuesto, hasta la Pepa coincidía con su madre.
El primer penal lo pateó Mouzo para
Boca y la pelota pegó en el poste y salió.
- Le
dije que todo esto era locura. Gritó la
suegra llena de resentimiento añejo, señalando al flaco.
Vera estalló, se paró pegando un salto y le ordenó a su mujer :
– Llevate a tu madre porque
la mato, te juro que la mato!!. La Pepa jamás había visto a su marido tan fuera
si, así que le hizo caso y se llevó a su madre hasta la pieza.
Cuando Vera miró de nuevo el televisor entendió que el árbitro dispuso
que el penal se vuelva a ejecutar porque el arquero se había adelantado. Mouzo
no volvió a errar, como tampoco ningún jugador de Boca.
El quinto y último penal del Cruzeiro lo pateó un jugador de color como
decían los relatores de la época, Vanderley, y el gran Hugo Orlando Gatti se
tiró hacia su izquierda y contuvo el penal.
El flaco se abrazo al televisor y se puso a llorar.
Vera terminó el baño, construyó
una nueva pieza para sus hijos y hasta se compró un pequeño automóvil. El flaco
Vera ese día también fue campeón.
Carlos Varco
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