miércoles, 12 de febrero de 2014

"Detrás de la Cordillera"
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Patricio y los demás compañeros de la comisión se encontraron con un problema de difícil solución. Cómo cuidar los depósitos de herramientas y de piezas terminadas. Por el momento, se había resuelto cerrar con candados y dejar un compañero en la puerta, pero todos tenían en claro que de esa forma no se garantizaba, que al final de la toma, no se encontrarían con faltantes. Nadie quería pagar un costo semejante ante la patronal. Eran obreros no ladrones
La comisión buscó distintas variantes para afrontar el problema pero la solución no aparecía. El robo en la fábrica era moneda corriente y todos los trabajadores conocían a los integrantes de la pequeña red delictiva. A Patricio se le ocurrió una idea que al resto de los compañeros de seguridad, les pareció muy audaz, pero acordaron en llevarla a la práctica.
Los altavoces de la planta convocaron a cuatro compañeros, todos ellos estaban comprometidos en el robo de piezas. En breves minutos tres trabajadores se presentaron ante Patricio que los recibió en una oficina.
-¿Migueles no esta en la fábrica? Pregunto Patricio
-No, él es mi pareja y ahora esta con la familia. Se apuró a responder Ruiz.
-Podemos ir a buscarlo, si es necesario- Intervino el gallego Pérez, que mostraba  fingida cortesía.
No había duda, los tres trabajadores convocados se sentían temerosos ante el requerimiento. Ellos tenían en claro que la comisión interna conocía de sus actividades y que por esto eran despreciados. Ellos por su parte odiaban a los “monjes rojos”, nombre con el cual se conocía a los integrantes de la interna y por extensión, a  todos los activistas de la fábrica.
-No es necesario. Cuando vuelva, ustedes le comentan lo charlado. Cualquier duda que tenga Migueles, puede verme en cualquier momento. Yo no voy a salir de la fábrica mientras dure la toma. Habló Patricio marcando enfáticamente el último párrafo.
Los tres bajaron la cabeza. Patricio encendió un cigarrillo, deliberadamente hizo silencio y se quedó unos instantes jugando con los anillos de humo que iba formando. Se sabía mirado por tres pares de ojos, pero ninguno  se animó a decir palabra.
- En primer lugar, quiero agradecerles que estén aquí para colaborar... Abrió el diálogo Patricio en un tono que no tenía nada de parecido con el usado con anterioridad y  con el mismo continuó:
-No quiero extenderme en los motivos de la toma, que ustedes conocen en profundidad por haber participado en la asamblea.  Los tres asintieron con la cabeza.
-Pero para llevarla de forma exitosa es necesaria la participación de todos y por eso la comisión de seguridad a pensado en ustedes para que colaboren y se hagan cargo de un sector de la fábrica.
Ruiz antes de hablar miró a sus compañeros, que denotaban asombro en la mirada.
-Mirá Quesada, esto nos toma de sorpresa, no lo tomes como que uno le saca el culo a la jeringa, pero estar en la comisión de seguridad, es mucha responsabilidad.
-Sí, es cierto. Uno no tiene experiencia y es una tarea difícil, donde no se puede improvisar. Acotó Pérez
Patricio asentía con la cabeza y mostraba sumo interés en las opiniones. Esto animaba a sus interlocutores que continuaban dando excusas.  En un momento  Patricio corto en seco la charla y dijo.
- La comisión ha evaluado después de una larga discusión, que ustedes son los compañeros indicados para cuidar los depósitos A y B. En ese momento ingresó a la oficina el pollo Requena, que también era miembro de la comisión de seguridad.
-¿Alguna pregunta? Ninguno dijo nada. Estaban enmudecidos. Patricio continuó:
-Como pueden darse cuenta, no es una tarea complicada. Conocer a fondo las piezas y el movimiento del almacén es primordial y ustedes cuatros tienen sobrada experiencia en eso. Además cuentan con todo el aval de la comisión. Comienzan ahora.
Ruiz estaba pálido, Pérez sonreía nerviosamente. Pelliza que hasta ese momento había permanecido callado, estaba rojo de furia, no se aguantó más y gritó.
-¿Qué carajo te crees que sos?,venís a mandar? Para el depósito no cuenten conmigo, ahora mismo me mando a mudar  y se van todos a la puta madre que los parió.
Requena se le fue encima y Pelliza le tiro una trompada, Ruiz y Pérez se interpusieron y los separaron. Patricio ni se levantó  de la silla y tranquilamente continuó hablando:
-Las puertas de esta fábrica están abiertas para los desertores, no retenemos a nadie contra su voluntad ¿entendiste Pelliza?
Pelliza se había sentado, el sudor le corría por la frente. Pérez hablo queriendo conciliar:
-Es una mierda que lleguemos a esto, de pelearnos entre compañeros. Vos gordo -por Pelliza- no podes putear a todos y amenazar con irte. Pero yo comparto con vos lo que dijiste. Ustedes  no pueden obligarnos a hacer la vigilancia del depósito. Uno quiere colaborar, pero esto es un abuso.
-A ver si nos entendemos de una buena vez, Aclaró Patricio - A ustedes los tenemos totalmente identificados, son los responsables de la mayoría de los robos de piezas de esta fábrica, en complicidad, claro, con el personal jerárquico. Creo que no es necesario que les diga donde se venden las piezas robadas, ni tampoco el estándar de vida alcanzado por casi todos ustedes: autos, amantes y hasta alguna pequeña casa de fin de semana.
-No es verdad, son todas mentiras- Alcanzó a decir Ruiz casi con hilo de voz. Patricio siguió como si nada hubiera escuchado:
-A pesar de conocer todo esto, el comité de la fábrica ha decidido darles a ustedes una oportunidad. Confiamos en que sabrán estar a las alturas de las circunstancias y al final de la toma no habrá ni una sola arandela faltante.
-¿Entonces podemos negarnos a hacer la tarea?- Preguntó Pérez
-Sí, pueden negarse. Acá no se obliga a nadie. Respondió Patricio. Los tres suspiraron con alivio. Requena en cambio miró desconcertado a Patricio, que después de una pausa agregó:
-Es cierto pueden negarse, pero yo los llamaría a la reflexión, porque si ustedes se niegan a cuidar los depósitos, otros compañeros desarrollarán la tarea, pero en el caso en que haya faltantes, los responsables serán ustedes. Por más que demuestren haber estado a kilómetros de la empresa, ¿queda claro? De ustedes es la decisión.
-Son unos hijos de puta, pero nos tienen agarrados de los huevos- Vociferó Pelliza, que era un corrupto pero no un tonto, y había visto desde el principio lo maquiavélico del plan. A su lado Ruiz estaba desolado, Pérez en cambio seguía tratando de conciliar.
-Yo no tengo problemas, quiero colaborar con la toma, pero no me puedo hacer responsable por todos. Te puedo jurar por mis hijos que no me pienso llevar ni un tornillo, ¿pero que pasaría si llega a haber algún faltante, quién será el responsable?. Patricio lo miró fijamente a los ojos, buscó en uno de los bolsillos de su mameluco y puso arriba de la mesa una bala calibre treinta y dos.
-A partir de este momento son responsables de los depósitos. El compañero Requena es el enlace entre ustedes y la comisión encargada de la seguridad. Y sin agregar otras palabras Patricio se retiró de la oficina.

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