lunes, 16 de junio de 2014



UNA MAÑANA EN EL MONTE
El vapor suave saliendo del mate era como el paraíso.
Amanecía en el monte y el asma de la noche se disipaba, sobreviviéndole solo un leve chiflido de pecho.
_Toma Ernesto. Esto está amargo.
_Si che, el mate es así.
_Ya.
Se río. No era fácil acostumbrarse al mate amargo.
Puso un poco más la pava rustica en el fuego y miró el reloj: quedaba un rato todavía para salir.
El quilombo que se iba a armar hoy, en batalla, se preanunciaba jodido. No importa. Encararlo sin asma ya era un buen presagio.
Por un rato no había mayor placer que amanecer respirando de manera casi limpia en el monte.
_Tomá otro vaquerito. Este está más suave.
Mientras el sol comenzaba a levantarse, pensó: si esta noche logro estar de nuevo mateando aca, con la mayoría de los compañeros,voy a dormir como un bebe como siempre después de cada combate. Aunque solo sean un par de horas.
_Toma Ernesto. Gracias.
_¿No?¿no hay caso?
_No coño. No hay caso.
_Ya. Vamos a preparar todo. Ya salimos.
_Vamos.
De a poco, el campamento se iba llenando de ruido y el monte de incertidumbre.
Esto de vivir un amanecer tan hermoso con la muerte tan cerca es de locos, pensó. Y río de nuevo. La vida era, en muchas cosas, de locos.
Pero casi sin asma, cada día se encara mejor. Definitivamente.



López Camelo Patricio


No hay comentarios:

Publicar un comentario