miércoles, 4 de junio de 2014

Detrás de la Cordillera
26


Desde la cuna y a medio cambiar Lautaro lloraba con más fuerza, doña María que permanecía de pie junto a la puerta, no se dejó estar y con decisión se hizo cargo del niño y enseguida lo calmó.
-Como vos tardabas, él se puso muy nervioso, la fiebre no dejaba de subirle y por momentos deliraba, se la pasaba llamando a su compañera
-¿No te dijo para dónde iba?
-Para su casa, quería sacar a su compañera antes que lleguen los milicos
-¿Cómo estaba la herida?
-Muy fea, toda la pierna hinchada, todo el pie hecho una morcilla, le presté unos botines de seguridad de esos tuyos, de la empresa, por que no se podía calzar sus botas
-¿Hace mucho tiempo que salió?
-No más de veinte minutos. Apenas puede caminar y además la pierna le había vuelto a sangrar, así que no debe estar muy lejos
- Me voy a buscarlo, en esas condiciones en la calle es carne para los carabineros
 Habló Patricio alzando un abrigo. Doña María puso en brazos de Elena al pequeño Lautaro, alzó su botiquín y con vos firme dijo:
-Vamos, tenemos que encontrarlo antes del toque de queda
-Señora no es necesario que me acompañe, puedo ir solo. La calle está muy peligrosa, está anocheciendo y los pacos andan como locos Argumento Patricio
-Mira muchacho, no tenemos tiempo para perder en discusiones estériles, en la calle hay un compañero herido al que debemos encontrar, y una vez que lo hagamos la única que lo puede curar soy yo
-En eso tiene razón, pero puede esperarme aquí en la casa - Insistió Patricio
-¿Qué te pensás? ¿Porque soy vieja y tengo la cabeza llena de canas no sirvo para nada?. Aún me sobran ovarios para pelear- Replico furiosa doña María
Patricio sonrojado le pidió disculpas. La mujer las aceptó refunfuñando contra la soberbia de los jóvenes,  Elena con Lautaro en brazos sonrío por la  situación.
Salieron apurando el paso. Hicieron un par de cuadras cuando se toparon con un retén militar que los detuvo para pedirles los documentos de identidad. Doña María se manejó con mucha frialdad, mostró su botiquín y su vieja credencial de enfermera. Los militares le permitieron que continuaran la marcha pero antes aconsejaron que se metieran en su casa rápidamente porque los subversivos estaban poniendo bombas en las calles. Doña María agradeció con una sonrisa. Cuando se estaban alejando del retén, Patricio pudo ver con total nitidez como a Germán  lo cargaban, junto con otras personas en un camión militar. Un frío le corrió por la espalda y un nudo le cerró la garganta.
-¿Y ahora para dónde vamos? Preguntó doña María, quien ante la falta de repuesta insistió  -¿Qué pasa muchacho, te quedaste sordo?
-Todo terminó, el compañero fue detenido. vi. cuando lo cargaban al camión
-¿Estás seguro muchacho, no te habrás confundido?
-Sin ninguna duda era el compañero Germán. Respondió Patricio con la voz cortada por el llanto. Doña María sacó un pañuelo del bolsillo de su abrigo y con mucha ternura le secó las lágrimas. Patricio agradeció el gesto y luego de unos instantes dijo:
-Se hace tarde, vamos que la acompaño hasta su casa
-No te molestes muchacho, andá para tu casa que tu compañera debe estar preocupada. No soy tan vieja, todavía me las puedo arreglar sola
-Por favor doña María. A la soberbia de un joven, no responda con la soberbia de un viejo. Una es tan mala como la otra, deje que la acompañe
-Es cierto muchacho. Las dos son malas. Pero la soberbia de un viejo es peor, porque es la demostración  que  hemos aprendido poco de la vida
Doña María aceptó el brazo firme que Patricio le ofrecía y en silencio caminaron eludiendo los retenes. Cuando la hija de doña María abrió le puerta  no trajo con ella ese hermoso olor a jazmines, que ratos antes había conmovido a Patricio. Por esas horas, un solo y único olor impregnaba todo Chile y era de miedo



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