sábado, 31 de mayo de 2014

EL CANDIDATO DEL ORDEN

Un hombre es una representación de diversas cosas: su pasado, sus ideas, el presente, lo vivido en carne propia…
Los intereses ajenos. Los propios.
En nombre del poder su imagen en televisión se repite y repite. Impecable traje. Inmaculada fotografía (camisa, corbata, pantalón).
Sus discursos se repiten: orden progreso seguridad vigilancia.
Se repiten los slogans y cuando alguien, atrevido, le pregunta sobre temas como pobreza estructural miseria indigencia educación salud calidad de vida reelección indefinida…
La sonrisa surge, aparece: premeditada, practicada ante el espejo como paso previo a una respuesta que será circular, hasta volver a su propio discurso: orden mercado progreso seguridad ganancias vigilancia libertad…
El hombre, nuestro hombre, es como tantos. Representa a otros que detrás de la marca corporativa, en cualquier parte del mundo, envían emisarios a repetir sus discursos, sus sonrisas, sus impecables inmaculados trajes (pantalón, camisa, corbata).
El hombre lee discursos armados por sus asistentes (de imagen, de marketing, de encuestas, de discursos) en los cuales remarca nuevamente los puntos centrales de su futuro gobierno: orden mercado libertad vigilancia modelo seguridad inversiones capital ganancias perdidas.
Nuestro hombre, contempla el crecimiento de su poder. Se excita al pensar en urnas y votos, en aportes para campaña. Traga saliva al recibir a los consejeros privados de la corporación que le comentan sus necesidades, lo orientan, le “sugieren”. Le recuerdan la apuesta que tienen, que hicieron, en él.
Nuestro hombre sale de la reunión para ir al acto. Alguna vez mandaré yo- piensa. Desde la palestra saluda, señala gente desconocida como si fueran íntimos, sonríe.
Habla con vehemencia y empuña, detrás de la impecable imagen, su inmaculado mensaje de seguridad empresa libertad mercado inversión vigilancia progreso aportes. Orden.
Nuestro hombre es la voz de una corporación que busca concentrar en su nombre la voz de otras corporaciones.

Y ahogar las del resto. 

Patricio López Camelo

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