sábado, 17 de mayo de 2014



NUEVAS ORGANIZACIONES, NUEVOS MUNDOS

El objetivo de este artículo no se caracteriza por su grado de innovación sobre un tema, sino por intentar un compendio de observaciones extraídas de la práctica (la de la lectura y la experiencia en sí misma).
Si buscamos en la historia reciente de nuestro país podemos encontrar, hacia la década de 1960 y comienzos de la de 1970, fuertes cuestionamientos al orden general impuesto por el capitalismo acompañados por prácticas sociales y políticas en diversos ámbitos, como los laborales, sociales e institucionales (sindicatos, partidos políticos, universidades, fabricas, barrios, etc.) que constituían una grave amenaza para el sistema y sus referentes al intentar una nueva forma de organización de la sociedad no basadas exclusivamente en la propiedad privada, el capital y las leyes del mercado.
Historiográficamente la difusión de la historia de las organizaciones armadas (en especial, fuera del mundo académico) eclipsó en muchos casos estas experiencias al constituirse, dentro del imaginario de una parte de la sociedad, en la representación más grande de oposición al capitalismo. Es menester reconocer que posiblemente este proceso fuera acompañado por el atractivo que poseen los “fierros” para un sector de la población interesada en el tema.
Asimismo, vale aclarar que no es responsabilidad de quienes formaron parte de esas organizaciones este derrotero sufrido por el relato de sus vivencias.
Sin embargo, las prácticas por fuera de la violencia armada fueron aplastadas en primer lugar, por la dictadura militar instalada en 1976 y, en segundo lugar, por la democracia surgida a partir de la derrota de esos proyectos alternativos de sociedad.
El terrorismo de estado llevó a cabo una eliminación sistemática de quienes participaron de esos proyectos o, en su defecto, su persecución. La diseminación social del miedo cumplió con buena parte de los objetivos del “proceso de reorganización nacional”.
Posteriormente, la “primavera democrática” vivida durante el gobierno encabezado por Raúl Alfonsín conllevaba implícitamente el mensaje, respaldado por la oficial teoría de los 2 demonios, que todo cambio debía expresarse “por dentro” del sistema y sus reglas, como mejor forma de evitar excesos hacia uno u otro lado.
El triunfo de las políticas neoliberales acentúo la destrucción de los lazos sociales y recién a comienzos de la década de 1990 volvieron a resurgir, de manera lenta, movimientos parecidos en algunos aspectos y muy diferentes en otros, a los existentes más 20 años atrás: horizontales, descentralizados, con fuerte presencia territorial y social, reivindicativos de aspectos puntuales (tierra, ambiente, vivienda, producción, alimentación, etc.), un enorme descreimiento en la política “profesional” y el sistema de partidos y, fundamentalmente, orientados a lograr ya no en primer lugar una sociedad diferente a la propuesta por el sistema, sino el “ingreso” al mismo de quienes habían quedado en sus márgenes.
A diferencia de los movimientos aparecidos dos décadas antes, carecían (y en muchos casos carecen hoy) de una política e ideología definidas, así como de un sentido “clasista” de su ubicación social.
Cristalizaron con fuerza en el año 2001 y una parte de ellos fueron inteligentemente integrados al sistema político por el kirchnerismo, quien pulió sus aristas más filosas y les otorgó un lugar “oficial” en el escenario político, facilitando al mismo tiempo serias divisiones en aquellos que decidían mantener su independencia del poder oficial.

EL DESAFÍO A FUTURO

Para todas estas organizaciones posiblemente el dilema a mediano y largo plazo, pase por definir si sus formas de organización podrán materializarse políticamente y plantear nuevos caminos concretos de vida más allá de la consigna “que se vayan todos” y de sus acciones, en muchos casos, de defensa ante las políticas neoliberales.
Tal vez, si buscan por “dentro” del sistema se encuentren con lo conocido: elecciones manipuladas, cambios en las reglas de juego (ley de partidos políticos), privatización de la política (candidatos respaldados por enormes cantidades de dinero y estructuras al estilo norteamericano), utilización del aparato estatal con fines partidarios y muchas otras características contemporáneas.
Si buscan “por fuera” del capitalismo (invirtiendo la idea de la toma del poder por la de su construcción) seguramente se encuentren con un muro cada vez más custodiado por las fuerzas represivas (ideológicas y físicas) de los sectores hegemónicos, así como por el inevitable desafío de paciencia que implica la autogestión y su lento pero fuertemente politizado andar.
¿La diferencia? Este último camino es el que más asustó, reiteradas veces en el pasado a los sectores dominantes, y sus posibles reacciones violentas solo podrán ser atemperadas mediante el uso de la mayor potencialidad con la que cuentan los grupos subalternos (el pueblo): su cantidad y capacidad de imaginar, aunque sea a codazos, un escenario político, social, cultural y económico diferente al que viven y muchas veces sufren en carne propia día a día.

Se precisará una mayor participación política (no necesariamente partidaria).
Se precisará de una ciudadanía activa.



LÓPEZ CAMELO PATRICIO

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