miércoles, 17 de septiembre de 2014

Detrás de la Cordillera
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Solo, en la habitación, lo primero que hizo fue encender un cigarrillo, luego tomó la lapicera con dificultad  y comenzó a escribir una breve declaración. En ésta, no cambiaba ni un ápice de lo declarado con anterioridad, no negaba su militancia en el MIR, ni en la fábrica pero negaba pertenecer al frente militar.
Una vez que el mayor regresó, Patricio ya había terminado con el escrito.
El oficial se sentó a su frente y leyó detenidamente la declaración. Una vez que terminó, dobló el papel y comenzó a jugar con él entre sus dedos, al tiempo que fijaba la vista sobre Patricio. Al fin, sin levantar la voz preguntó
 -¿Que mierda es esto?
-Mi declaración - Contesto Patricio con firmeza
El mayor respiró profundamente, tomándose un tiempo antes de decir palabra, luego con vos pausada, comenzar una extraña explicación para los oídos de Patricio
-Usted, en el tiempo que lleva detenido, ha sido torturado con ferocidad, su carne asada en los elásticos de la parrilla, la picana aplicada por todo el cuerpo, sus testículos fueron inflados como bochas y  luego quedaron del tamaño de una pasa de uva…
A Patricio se le estremecía todo el cuerpo al escuchar en la voz del oficial la descripción minuciosa de todos sus padecimientos. El militar tomó en cuenta que su relato había tocado la sensibilidad del detenido, así que cambió de tema para sorpresa de Patricio.
-No quiero extenderme más en estos penosos temas, lo que quiero es explicarle una situación. Una parte importante de las fuerzas armadas no compartimos estos métodos salvajes. Esta opinión llega hasta una parte de los altos mandos que repudian esta situación, nuestras fuertes convicciones religiosas nos impiden usar este vil recurso…
-¿No era que la tortura estaba siendo aplicada por los suboficiales que son gente menos racional? Interrumpió Patricio, que con la pregunta desafiaba al mayor. Este no se molestó y en el mismo tono de voz continuó hablando
-Veo Quesada que usted es una persona inteligente y eso nos enaltece. Un enemigo inteligente hará que nuestra victoria sea más significativa. Perdón, no quiero irme del tema. Es cierto, yo dije eso pero es parte de una misma verdad, la barbarie de los suboficiales es incentivada por un sector de los altos mandos. Halcones y palomas, ¿me entiende?
En silencio se quedó Patricio, que trataba de descubrir el juego del mayor y ver adonde quería llegar con toda esa larga explicación.
-Sabemos que usted pertenece al MIR y que es miembro de su ala militar, es más, estamos al tanto de su estadía en Cuba, tenemos los datos precisos de todos  y cada uno de los movimientos que allí realizó. También conocemos los nombres de sus compañeros de célula, todos ellos están identificados y detenidos. El mayor hizo una pausa de forma deliberada, extendió su mano hacia Patricio para invitarlo con un cigarrillo, luego encendió uno para sí y preguntó:
-¿Dónde están las armas?
-Nunca hubo armas, eso es un invento de mi cuñado, para que no lo siguieran golpeando...
-Por favor Quesada- Interrumpió el mayor -No insulte mi inteligencia, las armas existen, estuvieron en su casa no lo niegue. Quién las retiró y adónde están ahora es lo que tiene que responder
-Jamás hubo armas en mi casa, apenas una pistola que usaba como defensa personal, todo lo demás son fantasías de ustedes
El mayor aplastó la colilla del cigarrillo en el piso, sin poder disimular su rabia
-A ver Quesada si nos entendemos de una vez por todas. Si colabora, sería importante para nosotros, para poder frenar esta barbarie de los sectores duros, ellos  y sus métodos fracasaron con usted, si nos dice dónde están las armas sin que le hayamos tocado ni un pelo, probaría que nuestra teoría es la mejor. Piense por un momento en sus compañeros que están presos y siendo torturados, en usted está la posibilidad para que esto acabe, seguirán detenidos pero de forma civilizada  ¿lo entiende Quesada?
Patricio suspiró aliviado, el mayor había mostrado las cartas. En la perversa relación con el torturado, el mayor  desarrollaba el papel del humanista, el de la persona que no podía traicionar sus principios morales al cumplir con las órdenes. Ahora la situación estaba clara y esto fortalecía Patricio, que por un momento había dudado de los motivos del mayor
Los dos quedaron en silencio, mirándose a los ojos, como dos viejos amigos que ya no tienen nada que contarse.

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