EL
MUNDO RECIÉN PINTADO
Los ojos son grandes y están bien abiertos.
A pesar de lo difícil que le es fijar la
vista, se toma los segundos necesarios y trata de no perder mirada a nada: ni a
mí, que estoy como ausente, ni a los colores, ni a su papá.
Tampoco a los demás pasajeros o a la simple
funda de goma del asiento.
Todo lo absorbe.
Por momentos me mira fijo, inspecciona mis
facciones, vigila mis movimientos, observa mis gestos faciales. Yo que estaba,
ya dicho, en otro lugar mental, tuve que volver.
Y al verlo volví a sonreír y recordé que no
todo es tan complicado. Vi en él, que carga con un par de meses de estar con
nosotros en esto que a los más viejos nos parece una jungla, el brillo de lo
nuevo. La posibilidad de otro futuro mejor, la ansiedad de estar comenzando a conocer
lo que lo rodea.
Y comprendí que el mundo está recién pintado
para él. Fresco y nítido, alegremente ruidoso aún.
El viaje se hizo feliz a pesar de que su papá
lo cargo entre sus brazos y se juntó con su mamá para irse los tres de ese
colectivo de sábado.
Y noté su ausencia.
Ya no había un par de ojos tiernos que me
miraran y nos siguieran a todos, como recordándonos que no tenemos ningún
derecho a pintar de gris los brillantes colores que él ve y que, alguna vez
nosotros, supimos apreciar fascinados.
Patricio López Camelo
Patricio López Camelo
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