UNA MAÑANA EN EL MONTE
El
vapor suave saliendo del mate era como el paraíso.
Amanecía
en el monte y el asma de la noche se disipaba, sobreviviéndole solo un leve
chiflido de pecho.
_Toma Ernesto. Esto está amargo.
_Si
che, el mate es así.
_Ya.
Se río.
No era fácil acostumbrarse al mate amargo.
Puso un
poco más la pava rustica en el fuego y miró el reloj: quedaba un rato todavía
para salir.
El
quilombo que se iba a armar hoy, en batalla, se preanunciaba jodido. No
importa. Encararlo sin asma ya era un buen presagio.
Por un
rato no había mayor placer que amanecer respirando de manera casi limpia en el
monte.
_Tomá
otro vaquerito. Este está más suave.
Mientras
el sol comenzaba a levantarse, pensó: si esta noche logro estar de nuevo mateando aca, con la mayoría de los compañeros,voy a dormir como un bebe como siempre después de cada combate. Aunque solo sean un par de horas.
_Toma
Ernesto. Gracias.
_¿No?¿no
hay caso?
_No
coño. No hay caso.
_Ya.
Vamos a preparar todo. Ya salimos.
_Vamos.
De a
poco, el campamento se iba llenando de ruido y el monte de incertidumbre.
Esto de
vivir un amanecer tan hermoso con la muerte tan cerca es de locos, pensó. Y río
de nuevo. La vida era, en muchas cosas, de locos.
Pero
casi sin asma, cada día se encara mejor. Definitivamente.
López Camelo Patricio
López Camelo Patricio
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