CUANDO LLEGA OCTUBRE
En el barrio había tipos raros. Raros pero no por extravagantes aunque en
cierta forma lo eran, sino por soñadores. Esos tipos que hacen de este mundo un
poco mejor. Esos que cada mañana al
levantarse, ven el vaso a medio llenar y ponen todo su esfuerzo para
completarlo. Américo era uno de esos.
Orgullosamente troskista, obrero metalúrgico
y desde siempre delegado de base. La triple A, esa banda que cazaba zurdos,
desde el Ministerio de Bienestar Social del gobierno de Perón lo tuvo en la
mira. Después del 24 de marzo del 76, las cosas se le pusieron aun más
difíciles. Fue despedido, tuvo que pasar a
la clandestinidad y cuando el cerco se cerraba y su vida corría peligro
se exilió.
Cuando lo conocí eran tiempos de democracia recién estrenada y grandes
utopías. Américo reorganizó la sociedad de fomento y fue convocando a la gente
del barrio, con unos amigos nos acercamos a colaborar. En poco tiempo la
sociedad de fomento florecía llena de actividades.
Muchachos vamos a montar una radio para el barrio, nos dijo una tarde y
a todos nos entusiasmo la idea, pero nos preguntamos cómo. El no contestó nada,
solo sonrió, prendió un cigarrillo y dijo lo vamos hacer.
Al poco tiempo una radio se montó en la sociedad de fomento. La antena
era por demás precaria y el equipo de trasmisión era prestado. Cada sábado
después del mediodía, Américo se tomaba el tren y al anochecer volvía con el
equipo, el que había que devolver religiosamente cada domingo por la
tarde. Pasaron varios domingos hasta que
se pudo salir al aire. Con mi amigo Gustavo, nos alejábamos de la radio y con
una spica portátil verificamos el alcance, que por supuesto lo llegaba a mas de
unas veinte manzanas alrededor del improvisado estudio. Aun recuerdo nuestra
alegría al escuchar que en una casa la estaban sintonizando. Nos abrazamos y
volvimos corriendo a compartir con los demás la noticia.
En poco tiempo la radio fue creciendo. Américo y el barrio la
bautizaron como la barrial y con la ayuda de todos se compró el primer equipo.
Esto permitió trasmitir todos los días, de lunes a lunes, por las mañanas. Este
crecimiento fue trayendo algunos problemas. La radio fue ganando espacio en el
barrio y esto molestó a algún político y a la comisión directiva de la sociedad
de fomento. Primero comenzar con un boicot, cortes de luz, ruidos molestos
cerca de la sala desde donde se trasmitía. Cuando esto no les alcanzó pasaron a
la acción directa. Tiraron la antena
abajo y todas las cosas de la radio, entre ellas el equipo de transmisión,
fueron a parar a la plaza de enfrente.
Para todos nosotros, este era el final de la barrial, menos para
Américo y su compañera Bety. Ellos no se
dieron por vencidos y montaron la radio en el comedor de su casa.
Por eso cada vez que llega
Octubre, cuando la primavera, es más primavera, mis recuerdos me llevan de
nuevo hasta la Barrial y pienso en ese
tipo formidable que fue Américo. Un
constructor de utopías.
Carlos Varco
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