domingo, 26 de octubre de 2014

CUANDO LLEGA OCTUBRE

En el barrio había tipos raros.  Raros pero no por extravagantes aunque en cierta forma lo eran, sino por soñadores. Esos tipos que hacen de este mundo un poco mejor.  Esos que cada mañana al levantarse, ven el vaso a medio llenar y ponen todo su esfuerzo para completarlo. Américo era uno de esos.
Orgullosamente troskista, obrero metalúrgico y desde siempre delegado de base. La triple A, esa banda que cazaba zurdos, desde el Ministerio de Bienestar Social del gobierno de Perón lo tuvo en la mira. Después del 24 de marzo del 76, las cosas se le pusieron aun más difíciles. Fue despedido, tuvo que pasar a  la clandestinidad y cuando el cerco se cerraba y su vida corría peligro se exilió.
Cuando lo conocí eran tiempos de democracia recién estrenada y grandes utopías. Américo reorganizó la sociedad de fomento y fue convocando a la gente del barrio, con unos amigos nos acercamos a colaborar. En poco tiempo la sociedad de fomento florecía llena de actividades.
Muchachos vamos a montar una radio para el barrio, nos dijo una tarde y a todos nos entusiasmo la idea, pero nos preguntamos cómo. El no contestó nada, solo sonrió, prendió un cigarrillo y dijo lo vamos hacer.
Al poco tiempo una radio se montó en la sociedad de fomento. La antena era por demás precaria y el equipo de trasmisión era prestado. Cada sábado después del mediodía, Américo se tomaba el tren y al anochecer volvía con el equipo, el que había que devolver religiosamente cada domingo por la tarde.  Pasaron varios domingos hasta que se pudo salir al aire. Con mi amigo Gustavo, nos alejábamos de la radio y con una spica portátil verificamos el alcance, que por supuesto lo llegaba a mas de unas veinte manzanas alrededor del improvisado estudio. Aun recuerdo nuestra alegría al escuchar que en una casa la estaban sintonizando. Nos abrazamos y volvimos corriendo a compartir con los demás la noticia.
En poco tiempo la radio fue creciendo. Américo y el barrio la bautizaron como la barrial y con la ayuda de todos se compró el primer equipo. Esto permitió trasmitir todos los días, de lunes a lunes, por las mañanas. Este crecimiento fue trayendo algunos problemas. La radio fue ganando espacio en el barrio y esto molestó a algún político y a la comisión directiva de la sociedad de fomento. Primero comenzar con un boicot, cortes de luz, ruidos molestos cerca de la sala desde donde se trasmitía. Cuando esto no les alcanzó pasaron a la acción directa.  Tiraron la antena abajo y todas las cosas de la radio, entre ellas el equipo de transmisión, fueron a parar a la plaza de enfrente.
Para todos nosotros, este era el final de la barrial, menos para Américo y su compañera Bety.  Ellos no se dieron por vencidos y montaron la radio en el comedor de su casa.

 Por eso cada vez que llega Octubre, cuando la primavera, es más primavera, mis recuerdos me llevan de nuevo hasta la Barrial y pienso en  ese tipo formidable que fue  Américo. Un constructor de utopías.

Carlos Varco

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