Detrás de la Cordillera
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En las primeras horas de la tarde,
Patricio fue preparado para una sesión de fotos. Ante las vista de varios
militares fue obligado a ponerse un uniforme verde oliva y luego trasladado
hacía otra dependencia. Con sus manos esposadas por delante y con grilletes en
sus pies, fue ubicado contra una pared. En una gran mesa estaba distribuido el
armamento, cada arma estaba identificada con un ostentoso cartel, sobre todas
aquellas que eran de origen de algún país socialista, por supuesto que había muchas
más que las escondidas por Patricio.
Al otro día en la portada de varios diarios
aparecieron las fotos. Estos periódicos eran los mismos que antes publicaban en
letras de catástrofe la falta de alimentos, ahora sin careta de democráticos
festejaban, sin ruborizarse, la masacre. Antes criticaban la falta de papel
higiénico, ahora le sobraba papel para limpiar su conciencia.
En la soledad
de un calabozo Patricio trató de poner en orden sus ideas. En los
primeros días estaba por demás deprimido, no tenía consuelo por haber entregado
las armas, la culpa lo mortificaba, pero de a poco fue superando la situación.
Recordó lo que había escuchado muchas veces…
la cárcel es una trinchera más en la lucha de un revolucionario. En esos
momentos trajo a su memoria un libro que lo había impresionado al leerlo. Tomó
como ejercicio memorizar hoja a hoja la historia narrada. El libro en cuestión
era reportaje al pie de la horca.
Se impresionó al darse cuenta cómo recordaba hasta
detalles mínimos, a pesar del tiempo que había transcurrido del momento de la
lectura. Al descubrir esto su rostro se iluminó, ahora tenia un arma más poderosa que el cajón perdido. Su
memoria, y esto no se lo podrían arrancar.
Las fotos en los periódicos no sólo sirvieron de
propaganda al régimen, también cumplieron con otro objetivo no querido por los
represores. Cerca del mediodía una vecina se acercó con el diario doblado en la
bolsa de las compras hasta la casa de
Flora.
-Comadre, su hijo está vivo Dijo sin rodeos y extendió el diario.
Flora quedó paralizada al lado de la cocina, luego
limpió sus manos en el delantal y se abalanzó sobre el diario. Al reconocer la
foto, llamó a su nuera
-Elena, hija, vení pronto que hay
novedades
Elena salió como un rayo de la habitación, con el
corazón palpitante pensando en lo peor, pero al ver a su suegra sonriente sus
pensamientos cambiaron al instante. Luego las tres mujeres tomadas de las manos
lloraron, pero esta vez, después de largo tiempo, fue de alegría.
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