miércoles, 15 de octubre de 2014

 Detrás de la Cordillera
45

En las primeras horas de la tarde, Patricio fue preparado para una sesión de fotos. Ante las vista de varios militares fue obligado a ponerse un uniforme verde oliva y luego trasladado hacía otra dependencia. Con sus manos esposadas por delante y con grilletes en sus pies, fue ubicado contra una pared. En una gran mesa estaba distribuido el armamento, cada arma estaba identificada con un ostentoso cartel, sobre todas aquellas que eran de origen de algún país socialista, por supuesto que había muchas más que las escondidas por Patricio.
Al otro día en la portada de varios diarios aparecieron las fotos. Estos periódicos eran los mismos que antes publicaban en letras de catástrofe la falta de alimentos, ahora sin careta de democráticos festejaban, sin ruborizarse, la masacre. Antes criticaban la falta de papel higiénico, ahora le sobraba papel para limpiar su conciencia.
En la soledad  de un calabozo Patricio trató de poner en orden sus ideas. En los primeros días estaba por demás deprimido, no tenía consuelo por haber entregado las armas, la culpa lo mortificaba, pero de a poco fue superando la situación. Recordó lo que había escuchado muchas veces…  la cárcel es una trinchera más en la lucha de un revolucionario. En esos momentos trajo a su memoria un libro que lo había impresionado al leerlo. Tomó como ejercicio memorizar hoja a hoja la historia narrada. El libro en cuestión era reportaje al pie de la horca.
Se impresionó al darse cuenta cómo recordaba hasta detalles mínimos, a pesar del tiempo que había transcurrido del momento de la lectura. Al descubrir esto su rostro se iluminó, ahora tenia un arma  más poderosa que el cajón perdido. Su memoria, y esto no se lo podrían arrancar.
Las fotos en los periódicos no sólo sirvieron de propaganda al régimen, también cumplieron con otro objetivo no querido por los represores. Cerca del mediodía una vecina se acercó con el diario doblado en la bolsa de las compras hasta la casa de  Flora.
-Comadre, su hijo está vivo  Dijo sin rodeos y extendió el diario.
Flora quedó paralizada al lado de la cocina, luego limpió sus manos en el delantal y se abalanzó sobre el diario. Al reconocer la foto, llamó a su nuera
-Elena, hija, vení pronto que hay novedades

Elena salió como un rayo de la habitación, con el corazón palpitante pensando en lo peor, pero al ver a su suegra sonriente sus pensamientos cambiaron al instante. Luego las tres mujeres tomadas de las manos lloraron, pero esta vez, después de largo tiempo, fue de  alegría.

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