Detrás de la Cordillera
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Todas las nuevas actividades
contaron con una masiva participación de los detenidos, pero lo que más los
entusiasmó fue el campeonato de fútbol. En cada pabellón se organizaron
distintos equipos y se anotaron para participar hasta aquellos menos dotados
para el juego.
Los domingos, después del almuerzo, comenzaban
los partidos con todos los presos rodeando la cancha. En una improvisada tarima
Roberto Ahumada, el mismo que contaba las películas, era el relator oficial.
Cada equipo tenía su respectiva hinchada y a medida que el campeonato avanzaba
cada pabellón acompañaba al equipo de su sector.
Patricio se destacaba en su equipo y a pesar
de su estatura se las ingeniaba para jugar de centro delantero. Le pegaba
bien, con las dos piernas y tenía olfato
de goleador. Siempre en el área estaba ubicado donde debía estar, y era difícil
que perdiera en un mano a mano con el arquero. Su descontrol era el talón de
Aquiles en el juego. Comenzaba con protestas al árbitro, gestos hacia algún
compañero por una pared no devuelta, y, por lo general, terminaba poniendo una
pierna más fuerte de lo permitido. En un partido con el resultado muy cerrado
su temperamento volvió a jugarle una mala pasada. El corcho Barrios le puso una
pelota en profundidad, Patricio, con un pique corto, le sacó ventaja al defensa
pero, el arquero, atento a la jugada, llegó primero a la pelota. Patricio igual
remató sobre las manos de su oponente. El árbitro no dudó, cobró la infracción
y además decretó la expulsión de Quesada. El arquero quedó en el piso
revolcándose de dolor, al tiempo que Patricio aceptaba a regañadientes el fallo
del árbitro. Una vez en la enfermería, se le diagnosticó la fractura de dos
dedos de su mano derecha. El partido no continuó y el torneo estuvo a punto de suspenderse.
La organización del campeonato aplicó duras sanciones.
Al equipo infractor le dieron por perdido el partido y Patricio fue suspendido
y no volvió a jugar en el resto del torneo.
También tomó
cartas en el asunto la comisión de disciplina revolucionaria. Esta comisión
estaba formada por un integrante de cada organización política. Sus componentes
eran personas dotadas de una larga militancia, pero a la vez eran respetados y
tenían un consenso abrumador entre todos los detenidos. En un primer momento cuando se lo
comunicaron, Patricio no lo tomó en serio, pensó que era una broma del corcho
Barrios. Se equivocó, días después tuvo su primera entrevista para contar su
versión de los hechos y hacer su descargo.
La comisión de disciplina le aplicó
una severa sanción. Por treinta días nadie en el penal le dirigiría la palabra.
Entre los fundamentos dados se dijo, que el compañero había tenido una actitud
pequeño burguesa. Que confundió emulación por competencia, y que el campeonato
de fútbol estaba enmarcado, como las otras actividades, con el objetivo de
crear las mejores condiciones en la convivencia de todos. Por consiguiente,
todo aquello que llevara a la rivalidad, tanto en lo individual como en lo
sectorial, debía ser sancionado por que atentaba a la fortaleza de todos los
compañeros.
Patricio aceptó su falta y le hizo un pedido a la comisión. No perder su turno con la guitarra. La
comisión, teniendo en cuenta sus antecedentes,
accedió a su solicitud.
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