lunes, 2 de febrero de 2015



LA INSEGURIDAD COMO PANTALLA

Existen una serie de temas que se han hecho carne en el debate político de una parte de la sociedad. Estos se hallan presentes con asiduidad, despertando pasiones que suelen reservarse para el fútbol.
Uno de dichos temas es la inseguridad. En muchas ocasiones se puede escuchar -más allá de lo que dicen los medios de comunicación más poderosos- grandes debates y preocupaciones entre la gente, basados en algunos razonamientos centrales. Tomaremos el principal:
-”La inseguridad es producto inevitable y directo de la delincuencia”-. Es decir, se asocia a alguien, casi siempre de bajos recursos económicos, que desea vivir sin trabajar y sale a quedarse con lo que no le corresponde. En algunos casos, esta persona puede necesitar estrictamente eso que desea o debe robar -“robar para comer”- o no, simplemente lo hace porque no desea trabajar o considera más fácil vivir de lo obtenido mediante el robo. Esta última es la opción elegida con mayor frecuencia por gran parte de la sociedad.
A su vez, mediática y socialmente,  de manera reciproca, se vincula la inseguridad solo y directamente con el llamado “robo común”, que tal como señala el doctor en ciencias políticas, Marcelo Moriconi Becerra (2013) incluye desde asaltos violentos hasta entraderas bancarias y demás.
No se contempla en ese concepto de inseguridad, por ejemplo, la acusación a un funcionario público de beneficiarse con negocios éticamente reprobables y jurídicamente ilegales, considerados incluso mediáticamente como “escándalo de corrupción” o similares. Socialmente, la inseguridad parece apuntar a delitos violentos y directos perpetrados por los sectores más pobres.
Retomando nuestro razonamiento que establece el nexo inseguridad-delincuencia, se desatan a partir de allí diversas conexiones: la delincuencia y la pobreza son hermanas- aún cuando muchos no creen en que se roba por falta de trabajo o necesidad de subsistencia-, por lo cual, los actos “vandálicos” son propiedad de personas pobres que desean apropiarse de propiedades ajenas (engorroso, ¿no?).
En esta lógica se descartan con facilidad causas estructurales (pobreza crónica, marginación social y cultural, segregación de todo tipo, etc.) que sí permitirían un abordaje diferente, aunque a su vez, más complejo. La inseguridad es un tema complejo, no por eso, inabordable.

Las soluciones: una eterna calesita

En base a esta lógica simplista del problema, las soluciones que se piensan consisten en otorgar más poder a la principal institución encargada de detener a quienes delinquen: la policía. De este modo se permiten y alientan la proliferación de políticas -y el ascenso de políticos, el otro eslabón que conforma la cadena de trabajo conjunto- peligrosas denominadas de “mano dura” o “tolerancia cero”.
Otras de las soluciones proponen aislar a los sectores más carenciados mediante diversos artilugios (muros alrededor de las villas, erradicación de las mismas y su expulsión hacia los márgenes de las ciudades, deportación de inmigrantes, y peores) y una diversidad de opciones como la vigilancia permanente (pública y privada) de la vida de las personas, la aceptación del abuso policial y el “gatillo fácil” (condenable solo cuando la víctima era hijo de alguien importante o económicamente relevante), la baja de edad de imputabilidad, la pena de muerte o incluso, la eliminación de la presunción de inocencia. Todas medidas absolutamente dementes.
La inseguridad se ha convertido, desde hace varios años, en un tema exagerado, excedido en su importancia otorgada dado el abordaje superficial y claramente segregacionista que de ella se hace y ya mencionamos anteriormente.
En este punto consideramos fundamental preguntarnos: ¿Qué es la inseguridad? ¿solo los robos violentos sufridos en las calles, comercios, casas, instituciones, etc.?
 La inseguridad también es aplicable como tal a la destrucción del sector publico (salud, educación, justicia), la proliferación de mafias -policiales, políticas, futbolísticas, de trafico de drogas, armas y personas, todas en su mayoría interrelacionadas- los altísimos niveles de corrupción en todos los ámbitos de la sociedad, la precariedad o ausencia de ofertas laborables, la privatización de casi todos los aspectos de la vida, la utilización del estado en defensa de los intereses de una elite y, en especial, la destrucción de los lazos sociales que impedían ver en el “Otro” una amenaza latente al “nosotros”. Cabe preguntar si todo lo planteado no genera inseguridad en el conjunto individual y social de las personas.
La representación superficial de la inseguridad es utilizada para dividir a sectores que el neoliberalismo lleva 4 décadas dividiendo, sin importar el gobierno de turno, ni el actual, ni los anteriores. Y sobre todo, es ideal para estigmatizar la pobreza como origen del problema, sin buscar los problemas que dan origen a la pobreza y a la real inseguridad que viven las diferentes clases de la sociedad.
Para finalizar, es importante plantear que el problema de la inseguridad es político y como tal su solución radica en la política, es decir, en una mínima participación de los ciudadanos en los problemas, que deberían ser solucionados por los políticos, pero en los cuales ya no podemos dejar depositada nuestra confianza. La vigilancia debería ser, ahora, desde la sociedad hacia ellos. Sobre ellos.
Si logramos pensar y aplicar soluciones que vayan más allá de las que se plantean tradicionalmente, -como otorgar concesiones a instituciones responsables de la existencia de toda esa inseguridad “real” y completa que mencionamos- estaremos dando un importante paso adelante, sustancialmente mejor que permitirnos pensar mediante patrones culturales pertenecientes a sectores de elite. Y que solo tendemos a repetir.

Si logramos pensar en vez de repetir lo que dejamos que nos dicten, quizás podamos descubrir a los titiriteros de esta obra fantasmagórica. Y comenzar el largo camino de ponerle fin.



Patricio López Camelo        

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