miércoles, 5 de marzo de 2014

 Detrás de la Cordillera
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Cuando se cumplía el día veinte de la toma, los dueños gringos, fueron por todo y  le cantaron órdago, como en el mus, a los trabajadores y también al gobierno.
 En una conferencia de prensa el propio director general informó que dada la situación que era de dominio público y teniendo en cuenta la incapacidad del gobierno para poder resolver el conflicto, el directorio había dispuesto cerrar la planta en forma definitiva. El plan era  trasladar toda la producción a Brasil, donde si se respetaba al capital, como creador de fuentes de empleo, dijeron. Por último se emplazaba a los trabajadores a devolver la empresa en un plazo máximo de diez días.
La amenaza no surtió efecto en los obreros,  al contrario, ante el peligro inminente del cierre definitivo de la planta, los trabajadores se aprestaron a dar respuesta con más lucha. Las asambleas se multiplicaron y la comisión política de la toma trabajaba a destajo .Los integrantes de la comisión interna se reunieron con distintos niveles del gobierno, Ellos mismos eran a la vez miembros de las organizaciones políticas que conformaban la unidad popular y la crisis del gobierno también se filtraba hacía dentro de la empresa. El panorama no era alentador, desde el gobierno se instaba a levantar la toma. Esto era inconcebible para los trabajadores, levantar la medida de fuerza era firmar la capitulación y dejar a cientos de obreros en la calle, pero a la vez no encontraban como destrabar el conflicto. Estaban solos.
La comisión interna convocó a una asamblea general, la participación fue masiva y extraordinaria. Durante diez horas se debatió a fondo. Cada trabajador hacía uso de la palabra durante cinco minutos y nadie tenía el privilegio de extenderse.
La mayoría de los participantes estaban extenuados,  con escasas horas de sueño,  a esto sumada la presión, que en los últimos días se había hecho insoportable. Pero en la reunión se podía percibir lo mágico de la unidad de los débiles. En la intervención de cada uno de ellos se notaba la confianza en el triunfo, a pesar de la difícil situación en que se encontraban.
 Esta vez la solución no vino en las palabras del choclo Mena, ni de Larraín, ni de ningún otro miembro de la comisión interna. Todos ellos hicieron uso de la palabra, pero fue mínimo lo que pudieron aportar para destrabar el conflicto. En esta oportunidad triunfó el colectivo, ninguno en particular y todos en general. Fue como un gran rompecabezas que tres mil obreros fueron descifrando palabra por palabra, y al final, todos quedaron sorprendidos porque la solución era mucha más sencilla de lo que parecía en un comienzo. Esta fue quizás, en toda la historia de la fábrica, la única vez que una moción de esa importancia fue votada de forma unánime. Los trabajadores de la empresa Siderúrgica Chile Sur decidieron poner en funcionamiento la fábrica, para demostrarles a los patrones y a todo el país, que de lo que lo único que necesitan los obreros, es de los obreros.

La medida tomada por los trabajadores causó un gran revuelo. El sindicato y el gobierno intuyeron que la situación se les escapaba de las manos y presionaron con todos los medios a su alcance. A lo primero que echaron mano fue a las organizaciones políticas que tenían representación en la fábrica. Los militantes del partido comunista y socialista fueron hostigados por sus dirigentes para que levantaran o boicotearan la resolución tomada en la asamblea. Los trabajadores resistieron las presiones de sus organizaciones, más allá que fueran acusados con toda clase de infamias: desviaciones pequeñas burguesas, infantilismo izquierdista, foquismo fabril. Los aparatos partidarios usaron todo el arsenal ideológico para amenazar a los trabajadores, pero no hicieron mella en la voluntad de los obreros y la medida, a pesar de todo, se sostuvo. La empresa  Siderurgia Chile Sur, comenzó a producir en manos de los trabajadores.

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