miércoles, 26 de marzo de 2014

Detrás de la Cordillera
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Unos días más tarde, un  avión de línea lo depositó en el aeropuerto de Caracas,. Cuando estaba haciendo los trámites en la aduana, se le acercó una persona y después de darse a conocer lo llevó del aeropuerto hasta a un hotel. El viaje en automóvil duró más de cuarenta minutos y el acompañante no se mostraba demasiado locuaz, apenas si contestó las preguntas que le realizó Patricio con monosílabos. El enigmático acompañante lo depositó en una amplia y soleada habitación, al retirarse le comunicó que tenía  el resto del día el libre, que si lo deseaba podía ir a conocer la ciudad, que cualquier cosa que necesitara no dudara en solicitarla en la conserjería, y por último agregó que en la mañana siguiente vendrían por él.
Al otro día Patricio comenzó a inquietarse, ya había almorzado, estaba entrada la tarde, y nadie venía a buscarlo. Cuando escuchó  golpes en su puerta respiró aliviado.
Al abordar el automóvil, en el asiento de atrás, estaban sentadas dos personas. Al saludar, estos respondieron y por el acento comprendió que se trataban de compatriotas. El viaje hasta el aeropuerto fue distendido y ameno.
Ingresaron al aeródromo por la zona de carga. No realizaron ningún tipo de trámite y fueron desde el automóvil directamente al avión. A los pocos minutos ya estaban en vuelo.
Al aterrizar en La Habana, todos los pasajeros aplaudieron emocionados, para todos ellos era la primera visita a Cuba. Al bajar del avión fueron trasladados a otro sector del aeropuerto desde donde continuaron el viaje hacía el interior de la isla.
Al llegar al destino final, Patricio tuvo una grata sorpresa: entre los compatriotas que se encontraban para tomar parte en el curso estaba el mono García, que también era activista del MIR en la fábrica. No había dudas de que el secreto del viaje, por lo menos en la empresa,  había funcionado a la perfección.
En el curso participaban alrededor de cuarenta personas, todas de nacionalidad chilena. En su mayoría eran integrantes del Partido Comunista, pero a decir verdad estaba representada toda la izquierda sin exclusiones, hasta los militantes de fuerzas. que no eran parte del gobierno de la unidad popular, como era caso del MIR.
En los dos meses en que se extendió el curso, el tiempo fue aprovechado al máximo. Prácticamente no había descanso. Los domingos por la tarde era el único momento dedicado al esparcimiento, además no había muchos lugares donde ir. Una de las salidas posibles era visitar una pequeña población rural, que se encontraba a unos pocos kilómetros de distancia  y ver como los cubanos se divertían con el béisbol, juego sin demasiada gracia para los chilenos, que preferían sin dudas, el fútbol.
-Cuando comenzó el fatídico año setenta y tres, todos los habíamos estado en Cuba, ya estábamos de regreso en el país y más convencidos que nunca en el triunfo de la revolución.-  Me contó Patricio esa noche a orillas del río Paraná, mientras yo le cambiaba la yerba al mate y abría grandes los oídos para no perderme nada de la historia que estaba escuchando.


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