viernes, 18 de abril de 2014

Detrás de la Cordillera
19


Patricio estaba totalmente desorientado cuando llegó Larraín. En pocas palabras le comunicó lo que estaba sucediendo, e intercambiaron opiniones para encontrar una posible solución, luego reingresaron a la oficina para continuar con las preguntas.
Núñez continuaba con su monólogo, se lo veía triunfante. Al verlos entrar preguntó:
 -¿Cuándo vienen los carabineros a buscarme?-
-En un rato, antes queremos que nos contestes algunas preguntas-
-Con todo gusto, será un placer- De forma irónica  contestó Núñez y Larraín se mordió los labios para no  insultarlo. Patricio, en cambio, hizo como si nada hubiera pasado y preguntó
-Queremos saber quién te paga y los nombres de todos tus cómplices-
El saboteador se tomó su tiempo para responder, deliberadamente todos sus movimientos eran hechos con extremada lentitud, encendió un cigarrillo llenó sus pulmones de humo y recién después habló.
-¿Quieren saber quién me paga? No hay problema: la empresa, y gano en un mes lo que todos ustedes  ganan en un año. -
-¿Quiénes en la fábrica están implicados en los atentados? Queremos los nombres de todos ¡YA!- Gritó Larraín fuera de sí
-No me subestimen, no soy un traidor, no voy a dar ningún nombre- Con una sonrisa a flor de labios contestó Núñez, quien parecía disfrutar con la situación. Larraín  descontrolado gritaba:
 -¡Te puedo moler a palos y sacarte todos los nombres que quiera!-
-No te atrevés mierda. Ustedes los zurdos son todos iguales, cuando llega el momento se cagan en las patas y no hacen nada- Núñez provocaba descaradamente a Larraín. Se quería hacer golpear para aparecer ante el juez y el  periodismo como victima.
- Basta, vamos a sacarlo de aquí- intervino Patricio
- Ves este es un chilote sensato. Usa la cabeza,  y no es como vos que sos todo fuerza y nada de seso. Reía Núñez, que continuaba provocando  a Larraín, quien tras una seña de Patricio cerró la boca.
Por una puerta lateral salieron hacía los playones, que a esa hora de la madrugada estaban desiertos, y en total silencio se acercaron a los fondos de la fábrica. Núñez comenzó a inquietarse y, ahora, era él el que hacía las preguntas, pero nadie le respondía.
Cuando salieron del perímetro fabril, por una pequeña puerta que iba hacía un basural a orillas de un riacho nauseabundo, se desmoronó.
-No hagan locuras muchachos, que después se van arrepentir- Su cara se había trasformado, ya no existía la sonrisa irónica  y su voz iba perdiendo seguridad.
Cuando llegaron a la orilla del arroyo, con el fango hasta los tobillos, estaba totalmente quebrado. Al ver las armas desenfundadas que lo apuntaban, sus piernas no resistieron el pánico y cayó de rodillas para comenzar a gimotear pidiendo clemencia.
-¡Por favor no me maten! ¡Tengo hijos, no lo hagan! Les puedo dar los nombres de los demás, les juro que yo sé todo, cuánto cobran, dónde se reúnen, a que organización pertenecen… ¡Les digo todo, no me maten!-
Era patético verlo llorar desesperado, desencajado, con la cara enrojecida y llena de mocos, tratando de canjear su vida por los nombres de sus socios, era la imagen viva del traidor.
Los disparos resonaron secos en la madrugada,  desde un pequeño caserío a lo lejos ladraron  perros, una neblina tenue se comenzaba a levantar. Una de las cuatro sombras que rodeaban el cuerpo, se acercó, movió el cadáver con la punta del píe y sin apuntar a quemarropa descerrajó los dos últimos balazos. Después, el silencio y la neblina lo cubrió todo.

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