miércoles, 2 de abril de 2014

Detrás de la Cordillera
17

Al finalizar el verano las cosas estaban totalmente claras, la derecha y sus aliados, conspiraban contra el gobierno a cara descubierta. La CIA, desde sus oficinas montadas en pleno centro de Santiago, coordinaba todas las acciones: sabotaje, intimidación, asesinatos de personalidades, campaña psicológica de masas, paros de los grupos patronales, en suma, en Chile los gringos usaron el manual completo del terrorismo contra-revolucionario.
La fábrica no era ajena a esta situación. La patronal aún no había olvidado su derrota en el conflicto anterior, en realidad las clases dominantes jamás olvidan a quienes los enfrentan y menos a quienes les hayan doblado el brazo y en este caso no era la excepción.
 La táctica que usaron  era conforme con la situación del país, era una mezcla exacta de siembra  de miedo y del sabotaje. Todas estas medidas, aplicadas en sutiles dosis.
Ese verano fue récord en lo que se refiere a máquinas rotas. En el mercado no se podían conseguir los repuestos y desde las casas matrices tardaban meses en reponer las piezas. En muy poco tiempo habían logrado disminuir la producción. De continuar esta situación.  En poco tiempo más, la fábrica quedaría totalmente paralizada.
En la comisión interna estaban preocupados. La maniobra era clara, estaban vaciando la empresa para dejar un tendal de personas sin trabajo. Los responsables serían los obreros, junto con el gobierno popular.
En las  reuniones que habían mantenido con los gerentes, éstos negaron cualquier relación con los hechos de sabotaje y dijeron ser los más perjudicados. Además aducían, con  razón, que los sucesos se producían en las líneas y que esta zona era controlada por los trabajadores desde el mismo momento en que se había firmado el convenio de control obrero sobre la  producción. Tirar la piedra y ocultar la mano, esa era la táctica,  era indudable que el que tiraba la piedra era un trabajador y ellos llenaban esa mano de dinero.
Con Patricio a la cabeza, un grupo de trabajadores se hizo cargo de la tarea de investigar los hechos. Se tomaron una cantidad de medidas, entre ellas se duplicó la seguridad en los distintos sectores, sobre todo en el turno noche. Se prohibió el traslado de una sección a otra, sin previa autorización  y también se comenzó un minucioso trabajo de inteligencia para investigar a un grupo de trabajadores.
La labor de la comisión de seguridad  fue dando  resultados y no hubo nuevos atentados, lo que fue recreando la confianza entre los trabajadores. Esto tenía un doble significado, por un lado ya no se miraban entre sí como sospechosos, cosa que pasó en un momento, y por otro, el más importante, era que se volvía a creer en que todos unidos, eran una fuerza invencible. Era cierto que entre ellos había un o varios traidores, pero era más cierto que ellos eran varios miles y que estaban  dispuestos a luchar hasta vencer… o morir.
Cuando se paró la serie de atentados, la comisión interna recuperó la iniciativa política. Lo primero que hizo fue buscar soluciones múltiples, para poner en funcionamiento las distintas secciones que aún continuaban paradas.
La tarea fue difícil, pero no imposible de sacar adelante. Con la ayuda de sindicatos amigos y la solidaridad internacional se pudo resolver. Desde otras fábricas vinieron piezas nuevas para suplantar las rotas y las que no se pudieron conseguir en Chile llegaron desde los países socialistas o desde la propia Europa a través de  sindicatos amigos de la causa chilena.
Los patrones gringos no se quedaron quietos y estaban dispuestos a devolver golpe por golpe. Y  así lo hicieron. En una sola noche rompieron cuatro máquinas.
La comisión interna actúo de inmediato ante los nuevos sabotajes y esa  misma noche  se reunió en la fábrica. Antes que ingrese el turno de la mañana ya se habían tomado nuevas medidas
No se denunciaría los sabotajes porque había que guardar el secreto. Hasta ese momento eran muy pocos los trabajadores que conocían los hechos, los atentados perjudicaban a una única sección, por lo tanto hacerlo era posible. Si se lograba mantener el secreto se le sacaba al enemigo uno de los elementos más preciado que buscó con el atentado: el de la propaganda.
No dar a conocer el sabotaje fue una medida acertada, la mayoría de los trabajadores jamás se enteraron de los sucesos y esto permitió  desorientar totalmente a la patronal.
 Del trabajo de inteligencia realizado en los días anteriores se desprendía una lista con treinta nombres de posibles saboteadores, esa noche en la empresa habían estado solamente siete de ellos, por lo tanto se dispuso redoblar la vigilancia sobre los sospechosos.
-Tenemos que dejar la ratonera preparada, lo van a volver a intentar, necesitan dar un gran golpe y esta es nuestra oportunidad para atrapar a los traidores. Planteó Mena al resto de la comisión interna. Todos coincidieron con el choclo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario