lunes, 13 de enero de 2014

FUTBOL PAMPA I






Alguien dijo que el Pampa era un personaje que contenía en sí a varios personajes. Creo que es cierto, pero el Pampa era, ante todo, una enorme contradicción. Me explico: si pidiéramos a distintas personas que lo describan, nos encontraríamos con palabras tales como borracho, pendenciero, fanfarrón, maleducado, sobrador, soez, insolente, abusador. Todas esas, o cualquiera de ellas, seguida de la palabra “querible”. He allí la contradicción constitutiva del pampa: no importa lo que hiciera, los que lo conocían lo seguían queriendo.

Sabedor de esa condición, el pampa abusaba. Caminaba por la cornisa. Y encima desde allí se burlaba de los demás. Tensaba la cuerda de sus relaciones todo lo que podía. Y si no se rompía era solo por que los demás le aceptaban un alto grado de impunidad. Él era así; inimputable.

Un ejemplo de su actitud, claro, contundente, lo dio en una recordada semifinal futbolística.

Los muchachos del barrio se anotaban todos los fines de semana en un campeonato de fútbol por plata. Bravos esos campeonatos. Muchas veces el premio que se ganaba no alcanzaba para pagar las curaciones de los jugadores. A medida que avanzaba el día, subía la graduación alcohólica de jugadores e hinchas y todo solía terminar en descomunales grescas y corridas. No eran para cualquiera.

La verdad, el representativo del barrio andaba mejor para tomar vino con Crush que para darle a la redonda. Su mayor esperanza era empatar e ir a penales. Allí el negro Daniel era infalible (de punta y arriba).

Un día se dio el milagro. A fuerza de definición por penales nuestros muchachos jugaban la semifinal. Partido duro, muchas patadas, mucho insulto…, normal. Faltando pocos minutos para el final iban perdiendo uno a cero. Cuando ya todo parecía perdido, el referee cobró un penal a favor. Salvados! Todos miraron a Daniel para que se haga cargo de la ejecución (de punta y arriba). No vieron que el pampa tenía la pelota bajo el brazo y se dirigía decidido hacia el punto del penal.

No hubo forma de convencerlo. Se había encaprichado en patear y nadie podía moverlo se esa postura. Héctor le dijo: -Está bien, patealo vos, pero mas vale que lo hagas.

El Pampa acomodó la pelota, tomó carrera y pegó el patadón de su vida. Mas o menos cinco metros por arriba del arco.

Se agarró la cabeza, pero enseguida dio media vuelta y caminó hacia su posición. Todos se le fueron encima, con claras intenciones de que su cabeza hiciera el mismo recorrido que la pelota. Tony lo increpó: - ¿Qué hiciste, PELOTUDO?. El pampa lo miró tranquilo y contestó: -Me deliré. ¿Vos nunca te deliraste?, y siguió muy orondo su marcha.

Todos se quedaron pasmados. El pampa tenía razón: ¿Quién no se había delirado alguna vez?. El precepto bíblico que indica que aquel que esté libre de culpas puede arrojar la primera piedra, aparecía en una sórdida canchita de fútbol del conurbano.

El pampa, otra vez, había caminado por la cornisa.

Y no se cayó.


Alberto López Camelo

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